viernes, 23 de mayo de 2014

El poder de decir: Soy Gay


Algo me ha rondado la mente últimamente, y no sólo la mente, sino también el corazón. Y es que cuando se trata de abrir la boca y hablar a uno se le hace fácil, pero cuando se trata de abrir tu corazón es cuando viene la parte difícil.

¿Cómo es posible? Sí, aunque publico una columna semanal dentro de una revista digital dirigida al público gay, tengo un blog igualmente dedicado a ese sector de la población, y he tenido más novios que quizá cualquiera de ustedes, mi vida personal siempre la he mantenido aislada de mi núcleo familiar. Y aunque mi madre y mi hermana (las personas que más amo en la vida) lo saben desde que yo mismo me di cuenta de ello, la otra parte de mis seres queridos siguen sólo haciendo suposiciones.


Venga, sí, este es un blog 100% dedicado a los lectores gay, lo cual da por de más entendido que este humilde autor es parte de esa comunidad tan rechazada aún por la sociedad. Y a pesar de eso, y aunque resulte increíble, mi orientación sexual sigue siendo ocultada para una cierta parte de mi entorno. Mi familia.

Durante años he sido objetivo de las típicas preguntas familiares. Mis primos y primas se están casando, teniendo hijos, formando una familia… ¿Y tú para cuándo? ¿Y la novia? Mi respuesta siempre fue la misma, que me importaba mucho más mi futuro profesional que sentimental, que estaba tan enfocado en lograr mis metas y objetivos, en ser exitoso, que el amor pasaba a segundo plano. Y no mentía, pues sigue siendo de la misma forma, sólo que el sentido que yo le doy a esas palabras no era el mismo que ellos entendían.

Quienes me conocen saben que crecí en una familia unida, regia… y demasiado católica. Y como tal, mi adolescencia se vio influenciada por las enseñanzas de todos los santos, vírgenes y por supuesto, por Dios. Lo que me hizo cuestionar una y otra vez si lo que estaba sintiendo era digno de mi religión o de plano me enviaría directo al infierno. Hoy sé que no existe un infierno como tal cuando el único “pecado” que cometes es amar y ser fiel a ti mismo.

Aunque suene extraño, soy uno de los pocos que siguen siendo católicos, que siguen dentro de una religión, soy de esos que van a misa cada domingo, que se confiesan y que a pesar de lo mucho que la comunidad gay esté en contra, cree fervientemente que el Dios que todos conocemos es bondadoso, amoroso, y que nos creó a todos por igual.

Mi intención jamás fue ocultarlo ni ocultarme ante aquellos que más amo, quizá, el error que cometí fue el de omisión, porque al callar confirmas, porque al no decir nada das pie a que se hagan suposiciones y se creen rumores. ¿Qué mi familia lo ha sospechado por años? Estoy seguro de eso, lo único que necesitan es una confirmación por mi parte, misma que, a pesar de mis publicaciones semanales, aún no ha sido directa.

Yo mismo pasé años negándome a mí mismo, aún cuando media ciudad sabía acerca de mí. Yo mismo me negué el derecho a ser completamente libre, y me lo he seguido negando, hasta ahora. Lo hice con mi familia, lo hice con nuevos amigos y lo hice también con los lectores. Como muchos de ustedes saben, soy escritor, hago libros, desarrollo historias y creo fantasías que no van dirigidas a un solo tipo de público. Y al pensar en ello el miedo entró de nuevo, ¿me leerán hombres y mujeres heterosexuales sabiendo mi preferencia sexual? ¿Se conectarán con una historia de amor hombre-mujer aún cuando el autor tiene una preferencia por la gente de su mismo sexo? ¿Podrán valorar mi trabajo sabiendo que quizá la fantasía de una historia no viene de la mano de una experiencia propia? Las dudas y tormentos no dejaron de cesar.

Hace unos días me llegó un correo de un chavo de 19 años diciéndome que no había tenido el valor para hablar con su familia de sus preferencias, que tenía miedo, pero que leerme cada semana le había dado la seguridad que necesitaba para aceptarse y vivir libre. Agradeciéndome por vivir una vida abiertamente gay (y pública) que alentaba a otros a hacer lo mismo. Así que me pregunté a mí mismo… ¿Cómo puedes tener miles de lectores que se conectan contigo cuando tú no te conectas contigo mismo? ¿Con qué cara les pides que sean honestos cuando tú no lo eres al 100%? Por esa razón estoy escribiendo esto. Porque si predico hablar con la verdad, la opinión cruda y un valemadrismo auténtico, tengo qué hacerlo de forma completa.

¿Se han fijado? Lo que quiero decir ha estado implícito en cada frase, en cada párrafo, pero aún me ha costado decirlo… El miedo sigue, pero las ganas de provocar un cambio, de empezar a hacer la diferencia y de ser fiel a mí mismo son más grandes. Así que para aquellos que tenían sus dudas… Sí, soy gay. Y ser gay no me hace menos talentoso, no me hace menos hombre, y más importante aún, no me hace menos humano. Sigo siendo el mismo que todos conocen, loco, aventurero, nómada, raro, ñoño, desmadroso en ocasiones y amoroso, pero el mismo tipo a fin de cuentas.

¿Dios me odia? Estoy seguro de que no. Y aunque sé que el riesgo de las críticas tanto familiares como por parte de la gran comunidad de fans lectoras que son fieles a mi blog se puede hacer presente, prefiero seguir escribiendo con la mente y el alma tranquilas. Total, Katzenbach no era un psicópata, Kafka no era un bicho, Stoker no era un vampiro y Follet jamás construyó una catedral, los escritores más renombrados no basaron sus más grandes obras en sus vidas personales, y aunque las amemos no dejan de ser ficción.

Amo a todos y cada uno de los miembros de mi familia, con defectos y todo, porque no hay familia perfecta, porque nadie somos perfectos, porque ni yo ni ninguno de ellos lo es. Así que si mi familia o la familia de alguien homosexual me están leyendo los invito a pensar… ¿Qué vale más? ¿El amor incondicional de alguien que siendo gay los ama y los acepta, o sus creencias, moral y orgullo que puede impedirles ver que el amor sigue siendo amor a pesar de tus preferencias sexuales?

Y ahora sí... ¿Quién dijo miedo?

jueves, 15 de mayo de 2014

Tipos de pene. ¿Cuáles dan mucho más que pena?


 A todo gay le encanta comerse un buen trozo de carne. Eso es un hecho, sino resultaría extraño, ¿no? Y es que si algo es cierto es que los homosexuales tenemos una fijación (o adoración) por el pene, que muchas veces va más allá de lo normal. En cambio, para las mujeres a pesar de ser importante, no representa de tal relevancia como lo es para nosotros. Analicemos el porqué.

A pesar de que se ya se haya hablado TANTO de eso, lo cierto es que cuando se trata de sexo no hay tema que se agote.  Pensé que resultaría aburrido y repetitivo hacer una columna cuestionando la importancia del tamaño del pene a la hora de echar pasión y enfocarla hacia esos que no nos gustan, pero resultó todo lo contrario, y es que al preguntar a hombres y mujeres sus opiniones, las respuestas fueron de lo más sorprendentes y hasta cómicas. 
¿Por qué hombres y mujeres si este es un espacio dirigido al público gay? Fácil, porque la mentalidad y las expectativas de ambos son simplemente dignas de compararse.

Empecemos pues. ¿El tamaño importa? Sí, por más que digan que no es importante la verdad es que lo es. Curiosamente la mayoría de las mujeres dijo que lo importante era que supieran usar su herramienta sin importar si era chica o grande. En cambio, todos los hombres (gay, por supuesto) no dudaron en dejar de lado la técnica para darle importancia a la longitud. ¿Por qué para todo hombre es mejor un pene de buen tamaño a la hora del sexo? OJO, que no dije “un pene grande”. La respuesta está en que los gays somos más visuales, preferimos ver algo que nos motive, que nos prenda, que nos incite a jugar con él, a darle besitos y apretones. Y hablando por los pasivos, un pene chico no les hace ni cosquillas. ¡Qué importa si tiene o no cuerpazo! Lo importante es que la tenga bien, porque es preferible uno flaco con buen paquete que uno mamado de corto alcance.

¿Y de qué medidas hablamos cuando decimos “de buen tamaño”? Aunque científicamente el tamaño promedio del pene en estado de erección es de 14.5 cm (sí, leíste bien) para TODOS, tanto hombres como mujeres esa medida no es suficiente. En general, la mayoría llama “normal” a un pene de 16 a 17 cm, tomando cualquier cosa bajo esa medida como pito chico y todo por encima de ella como de buen ver. Aunque debo decir que algunas respuestas me sorprendieron, pues no faltó quien dijo que lo regular era de 18 a 20 cm. ¡Toma! Esos sí que no son de boca chiquita, literal.

Una de las dudas que tenía curiosidad por resolver, era la reacción de un activo ante el tema. Se dice que al no ser penetrado, el activo tiene más predilección por las nalgas que por el pene de su pareja sexual, y comprobé que eso es sólo un mito. Los activos también las prefieren grandes. Y algo que me sorprendió fue saber que tanto pasivos como activos nos hemos vestido y retirado de la escena cuando a la hora de la hora nos topamos con una miniatura colgando entre las piernas del otro. Claro que no falta quien pueda compadecerse y seguir, tratando de hacer sentir cómodo al chavo, pero la realidad es que es una minoría la que lo hace. El rechazo que tenemos hacia alguien con pene pequeño va más allá de la cara o del cuerpo, quizá hasta más allá de la satisfacción sexual.

¿Por qué? Es bien sabido que desde siempre el tamaño del miembro es sinónimo de hombría, no por nada aquellos bien dotados lo van presumiendo por la vida, a veces hasta sin que se les pregunte al respecto. Y si tú eres uno de ellos, déjame decirte que por más difícil que parezca, a la hora del sexo tanto mujeres como hombres demostraron cierta negatividad ante un pene de más de 20 cm. Que si lastima, que si no es ideal para hacer sexo oral, o que si el que lo tiene cree que sólo por eso ya no debe esforzarse en la cama.  Los motivos varían, y aunque se admite que una buena herramienta es atractiva visualmente, cuando hablamos de penetración ya no resulta tan deseada. Eso sí, la reacción ante una de tamaño pequeño es diferente. Esas causan flojera y baja de excitación, pero jamás dolor.

¿De dónde viene eso de que entre más grande es mejor? Sin duda la industria del porno ha ayudado demasiado a acrecentar ese rumor, pues en las películas o videos vemos tipos a veces con monstruosidades colgando y hemos llegado a aceptar ese tipo de tamaños como “normales”, sin tomar en cuenta que detrás de cada escena hay muchos factores que ayudan al talentosísimo actor. Ya sean los ángulos de las tomas, rebajar el vello a casi nulo, el uso de aparatos que alargan y ensanchan el pene temporalmente o que se contrate a tipos de estatura baja con miembros un poco más grandes de lo que sería proporcional a su cuerpo.

¿O qué pensabas que todo eso era natural? Pues no, temo reventar tu burbuja pero la realidad es que el 80% de los tamaños que vemos en pantalla son producto de ese tipo de “ayuditas”.

                           
  
Total, ni chico ni enorme sino tamaño promedio. Pero ¿y qué hay del grosor? Aquí es por demás sabido que una demasiado gorda le atrae a muy pocos y una delgada como fideo, a nadie. Y es que cuando te topas con una demasiado gruesa la penetración es por de más dolorosa e incómoda, a menos que ya tengas aquello más abierto que el techo de un estadio. Y a pesar de que tanto para una grande como para una gruesa existen productos que ayudan con la dilatación, una de las respuestas más comunes que recibí fue que las relaciones sexuales no serían tan usuales como podrían ser con alguien de tamaño y ancho promedio, pues con el uso excesivo de (por ejemplo) los famosos poppers, termina doliéndote la cabeza además del culo.

Nota: El ancho promedio de un pene en estado de erección va de 8.8 a 10 cms.

Y ya pasando a detalles que no tienen nada qué ver con lo gordo ni lo alto, ¿qué hay de las formas? ¡Agárrense! Que aquí sí hay de todo como en el Oxxo. Según lo dicho, aquellos penes con formas irregulares resultan un tanto repulsivos y hasta bajan la excitación en menos de lo que Enrique Peña Nieto vuelve a decir una pendejada.

Aunque se piensa que hay penes con forma de gancho que pueden resultar estimulantes a la hora del sexo, una mayoría opina que una desviación excesiva en el pene no es agradable. Lo mismo con las formas extrañas, tales como aquellas en forma de paleta (muy delgadas y cabezonas), las de forma de cono (punta chica tronco amplio), el de forma de lápiz (delgado y con punta picuda), entre otros. Lo cierto es que de la vista nace el amor, así que a uno bonito no hay quien le diga que no.

¡Los olores! Aquí no hay de otra, un pene atractivo es aquél que es aseado, que huele bien. Tampoco queremos que se lo perfumen, pero una buena higiene es BÁSICA no sólo a la hora de tener sexo, sino todos los días a todas horas. Qué molesto y cero excitante es toparse con uno con mal olor, y eso no se pone a discusión, creo que TODOS coincidimos en ello. Y dentro de la higiene y el buen olor aplica también aquello del sabor. Dicen que dependiendo de la alimentación es el sabor que tendrá el semen, pero aquí no hablamos de eso, sino del pene. Y un pene mal lavado, con residuos de orina, semen o evidenciando que el tipo no se ha bañado en un par de días, es por de más desagradable. ASÍ NO.

En donde hay variación de nuevo es en el gusto por el arbusto. Aunque hoy en día casi todos recurrimos a la depilación del vello o a rebajarlo, existen personas a las que les prende una mata abundante, un afro bien hecho. Y de la misma manera habemos aquellos a los que nos gusta mucho más corto como esos que prefieren que el vello sea inexistente. ¿De verdad? Chale, a mí se me hace como estar echándote a un infante, y la pedofilia no está cool.

Pues qué les digo, hablando de penes siempre hay variedad de gustos y opiniones, pero como ayer mientras yo preguntaba preferencias me devolvían la pregunta esperando saber las mías, pues aquí les van. Me he encontrado de todo, monstruos que creía extintos, enanos mitológicos y bichos raros, y aunque a cada uno le saqué provecho, en lo personal creo que mi opinión va de la mano con la de ustedes. El tamaño sí importa, una verga pequeña te baja el pedo y ni a jugar te invita, en cambio para el faje una más grande que el promedio resulta coqueta pues puedes hacer más cosas con ella. Eso sí, mi predilección está con el promedio, que en mi humilde opinión dejo en 17 cm.

Sorry por las ganchudas y chuecas, cero atractivas. Y una de las cosas que noté es que me pasó algo que únicamente las mujeres comentaron, una vez que se involucran sentimientos, el tamaño y la forma del pene de tu pareja pasa a segundo plano, y ya viéndolo con ojos de amor hasta le quieres sacar fotos para Instagram. Ahí se demuestra una vez más que las mujeres son mucho más sentimentales que sexuales, y que uno como hombre puede llegar a ser más físico que comprensivo. Pero me pasó a mí… ¿será que ya me va a llegar mi periodo?

Aunque seguramente seguirá el mito de que entre más grande es mejor y que aquellos de buen paquete son los predilectos de la humanidad, la verdad creo que es cuestión de perspectivas y proporciones. No está padre que un tipo de 1.90 ande cargando una de 15 cm, así como tampoco que uno de 1.60 vaya por la vida con 23 en la entrepierna. En la proporción se encuentra la satisfacción.

Y cerrando con el tema de la autoestima, ¿qué pedo con aquellos que se sienten mejores por tenerla más grande? Peor aún, ¿qué onda con los que se reprimen (y deprimen) porque la suya es pequeña? La seguridad es fundamental en un hombre y esa no te la da el tamaño. Chica o grande, la apreciación que uno tiene con su cuerpo va más allá del tamaño de nuestros genitales, refleja qué tanto nos aceptamos y cuánto amor tenemos por nosotros mismos. Porque aunque nos gane el morbo al escuchar que tal o cual la tiene grande, lo padre es que sin importar si a la mayoría le gusta o no, tú te sientas contento con lo que tienes. Así sea del tamaño de un pitufo, total, el universo pudo no haber dotado a todos con un buen pene, pero de seguro les dio otros talentos. Espero…


Todos los hombres son iguales


Existe una frase que le ha dado la vuelta al mundo. Yo, al menos, no tengo idea de dónde salió o quién la dijo primero, pero es quizá una de las frases que más hemos escuchado nosotros como hombres a lo largo de nuestra vida, y es que dicen por ahí que “todos somos iguales”.

Empecemos por decir que físicamente es una gran mentira, no todos somos iguales. Los hay más altos, musculosos, flacos, morenos, rubios, de orejas grandes o unos tantos sin pelo. Vamos, que venimos en todas las tallas, modelos y colores. Y aunque muchos de nosotros homosexuales pensamos que esa frase la aplican únicamente las mujeres para atacar al sexo masculino, estamos en un gran error. Nuestra orientación no deshecha el que pertenezcamos a dicho género, y siendo así, entonces podemos decir que sí, el “todos los hombres son iguales” aplica también con nosotros.

¿Alguno de ustedes ha dicho esa frase aunque sea de broma? Yo sí, y últimamente me he dado cuenta de que por más que nos resistamos a creer en la certeza de tal aseveración, la verdad es que las bases, experiencias y evidencias que existen detrás de ella son demasiadas. ¿Cuántos no nos consideramos diferentes al resto? ¿Cuántos no creemos que podemos ser suficientemente buenos para alguien o que el ex o un ligue no nos llenó como quisiéramos porque “era igual a todos”? Y al decir esto nos referimos en su mayoría a que son egoístas, fríos, insensibles, infieles, no nos dedican el suficiente tiempo y juegan con nuestros sentimientos. ¿O no?

Yo he sido de los que creen que es diferente, que cuando dicen que “todos somos iguales” no se siente ofendido ni aludido porque tiene la gran certeza que de que no aplica conmigo. Y debo decir que creo que también yo he estado equivocado. Sí, todos somos iguales.

Y somos iguales porque llegado el momento hemos aplicado una de esas. ¿O me vas a decir que no? Por más amoroso, cariñoso, educado o íntegro que seas, ha habido algún momento en el que esa frase te ha quedado más que a la medida. Ya sea cuando te acostaste con alguien y dijiste que tenías interés más allá del sexo y jamás volviste a buscarlo, o cuando saliendo con alguien seguiste coqueteando con otros por Internet. ¿Qué me dices de esas veces en las que aún teniendo pareja volteaste a ver a otro tipo mientras estabas con tus amigos y pensaste “yo sí le daba”?

Uno de los ejemplos más claros es aquél en el que conocemos a alguien. De inicio es agradable, nos gusta, pasamos algún tiempo con él y de repente algo pasa que nuestra mente se desconecta del momento y de la persona. Quizá conocimos a alguien que nos gustaba aún más, quizá notamos algo que no nos gustó del chavo con el que salimos, probablemente el sexo no fue tan bueno, la tenía chiquita, no besaba bien o puede ser que no era lo que estabas buscando. Es ahí cuando lo dejas, muchas veces ilusionado, con la esperanza de que algo se diera entre ustedes y de que tú fueras por fin lo que tanto quería. Intencionalmente o no, cuando hacemos esto nos convertimos en uno más de la lista. Porque aunque tratemos de ser honestos, no engañar y de decir las cosas como son, en la mente del otro hiciste exactamente lo que se estaba temiendo. Traducción: eres igual a todos.
 
Ojo, que no quiero decir que siempre es así, pero lo que creo es que somos iguales si el momento se presenta. Uno no tiene la culpa de salir con alguien pensando que le va a encantar y después darte cuenta de que no. ¿Cierto? Y aunque la otra persona nos juzgará por haberlo dejado, la realidad es que en algún momento probablemente él también hizo lo mismo.

¿Cuántos no nos quejamos de que en el ambiente gay todos son muy putos? Decimos que todos se acuestan con todos y que son unas zorras, pero… ¿cuántos de los que hemos dicho eso podemos negar que tuvimos sexo con alguien únicamente por placer o porque el tipo nos gustaba demasiado? Y ahora sí que quien diga que no lo ha hecho jamás, que me agarre a pedradas, porque aunque muchos se (o nos) las demos de santos, también tenemos cola que nos pisen así sea más corta que la de otros, pero de que existe, existe.

El hecho de decir que todos somos iguales no significa algo malo, porque así como presentándose el momento podemos ser muy cabrones con el tipo que no es el indicado, también podemos ser el mejor de todos los hombres cuando conocemos al que sí nos mueve todo. Y ahí es donde radica mi punto, si alguna vez dijiste o te han dicho que “todos los hombres son iguales”, es porque para esa persona no fuiste el indicado, y lo más importante aún, que para ti tampoco lo era, porque de lo contrario, la dichosa frase no aplicaría en ninguno de los dos en ese momento de sus vidas.

Así que sí, todos somos iguales dependiendo del tipo con el que estamos y qué tan comprometidos nos sentimos con él. Porque si no nos llena, seguiremos buscando, porque si llega alguien mejor quizá querremos estar con él, porque lamentablemente todos buscamos la perfección que hemos formado en nuestras mentes. Seguimos un ideal personal que nos hace descartar uno y otro en el camino, hasta que por fin encontremos al que creemos es el correcto. ¿Y qué hay de malo en eso? ¡Es la ley de la vida! Al menos en mi caso, puedo decir que disfruto demasiado ser igual que todos en el aspecto sentimental, aunque me vaya de la mierda. Total, lo gozado en el momento nadie me lo quita.





jueves, 8 de mayo de 2014

A 10 años... ¿Qué dejó la cultura "Mean Girls" al mundo gay?



Ok. Se cumplieron 10 años del estreno de la película “Mean Girls”, sí, esa que te enseña a ser una “perra adolescente” tratando de que al final veas que no deja nada bueno ni ser popular, ni ser de la “realeza”. Y debo decir que, a mi ver, la mayoría de los homosexuales que han visto esa película, no entienden lo segundo que acabo de mencionar.

Sí, admito que hace 10 años que vi la película me causó emoción, me subió el ego y me llevó a adoptar actitudes de las que hoy no me siento tan orgulloso. Bueno, ¿qué puedo decir? No siempre tuve la mentalidad por la que agradezco el día de hoy, lo reconozco. Pero, aún con el paso del tiempo, y aún con que la película se haya vuelto casi de culto para un gran porcentaje de la comunidad homosexual; a la par que Lindsay Lohan, ya sea por drogadicta, bisexual, alcohólica o por sexy, la verdad es que ese boom que los gays tienen por la película va más allá del simple gusto. No, lo que es realmente impresionante es que sigan adoptando, creyendo y viviendo con actitudes como las que ahí se muestran, pensando que son esas mismas las que les van a dar un estatus mucho más deseable.

¡Por favor! Por más que me guste la película; porque me gusta, es completamente irracional que la comunidad homosexual la haya adoptado como propia únicamente porque describe ese tipo de actitud que la mayoría quiere; o anhela tener. Sí, gran parte de los gays que son socialmente aceptados como “guapos” creen que una actitud arrogante, inalcanzable y “bitch” les va como anillo al dedo. Que comportarse como los dioses del olimpo y hacer a un lado a cualquier otro mortal les va a dar un nivel mucho mejor y a convertir en “celebridades”, cuando hay qué aceptarlo, nadie es una celebridad ni mucho menos de la realeza.

La concepción que cada uno le da a la temática de una película es un rollo muy personal, pero me arriesgo a decir que los gays se sienten tan fascinados con “Mean Girls” porque maneja situaciones y actitudes que jamás podrán tener. Y sí, una cosa que debo decir es que la comunidad homosexual tiene mucho en común con la película, los chismes, las traiciones, la superficialidad y esa necesidad de ser aceptados, arrogantes y famosos. Pero, ¿qué es la fama hoy en día?

La fama de nuestros tiempos se mide en seguidores en Twitter, en likes de Facebook, en con quién sales (y que te vean de fiesta con él), en las personas a las que conoces o a qué te dedicas. Y la verdad es que no hay cosa más triste que esa. Llegamos al punto de confundir a una “celebridad” con un verdadero artista, y llegamos al punto en el que cualquier tipo medianamente guapo o con buen cuerpo que tiene 10 mil seguidores en sus redes sociales se siente famoso y con la seguridad de dar un autógrafo cuando nada en su persona transpira o respira arte.

Ser famoso en el mundo homosexual es una realidad y un deseo que existe sin razón alguna. Muchos tratan de llegar a ello saliendo con gente guapa, deseada, a muchos ni siquiera les importa que se les conozca por “zorras”, con que se hable de ellos. El caso es que en el mundo gay aplicamos DE MÁS ese dicho de: “Aunque sea mal, mientras hablen de ti”. Y es más, siendo gay, mientras peor hablen para muchos es mejor.


¿Es neta que eso es lo que les llena? ¿En realidad se sienten tan importantes porque alguien esté llevando chismes por todos lados? Va, les valgo que de los 18 a los 21 quizá les llene que se hable de ustedes y tengan cierta “fama” dentro del mundo homosexual, pero después de cierto tiempo en lugar de darte “prestigio” lo que da es pena ajena. Conozco a tantos que casi van rondando los 40 y aún siguen adoptando ese tipo de actitudes mediocres y lastimeras en las que creen que ser popular lo es todo. Y antes de que me digan que lo que hablo lo hablo por ardor, coraje, miseria o lo que sea que les cruce por la mente, déjenme decirles que si me doy el derecho de hablar de ello es porque hace ya varios años yo estuve en ese lugar. Ese lugar en el que ser guapo es DEMASIADO importante, en el que tener un novio considerado como “hot” era impresionante, en el que tener un círculo de amigos VIP te daba otro nivel, y créanme que con el paso de los años (y con mis 27 años cumplidos hace 2 días) en lugar de darme satisfacción por haberlo experimentado, me da demasiada risa de mí mismo. Porque aunque otros lo vieron “cool” en ese tiempo, para muchos otros era una burla.

¿Qué hay en la mentalidad de un gay para sentir la necesidad de adoptar tales actitudes? ¿De dónde viene esa gran necesidad de atención? Y si lo piensas bien, la mayoría de los que han visto la famosa “Mean Girls” se sienten Regina George, cuando en el fondo puedo asegurar que se identifican con Cady Heron. ¿Y por qué? Porque en el fondo saben que esa actitud de “Queen Bee” sólo es un deseo, es ocultar su simplicidad por aparentar ser mejores, vamos, es una mentalidad wannabe.


Te invito a que te preguntes… ¿Quién dijo que ser simple es malo? ¿En dónde se establece que por ser gay tienes que ser fabuloso y famoso? Esto es algo que nadie me cree, pero es real, mi mejor época desde que vivo una vida abiertamente homosexual, la he vivido fuera de foco, sin ir a antros, sin estar metido en chismes o triángulos amorosos, alejado de traiciones y falsas amistades. Y por más que el ambiente gay trata de jalarte todo el tiempo, no hay nada más reconfortante que mantenerse al margen por propia salud mental, y siendo siempre fiel a quien realmente se es. ¿De hueva? Quizá. ¿Y a quién le importa mientras seas feliz? No, mis queridos lectores. Ser gay es meramente una orientación sexual, no el intento por llegar a un mejor y popular nivel social. A fin de cuentas puedes ser muy perra, pero recuerda que a esas nadie las quiere… O las arrolla un autobús.  

Ser gay sale caro...


Es bien sabido desde siempre que la gran mayoría de los seres humanos poseemos una cultura en la que el dinero es muy importante. Y no se diga los jóvenes; entre los gastos en salidas con los amigos, la ropa para estar “a la moda”, lo último en tecnología o aquellos viajes que tanto nos gusta hacer. Bueno, pues si para un joven promedio el poder darse el lujo de gastar en todas esas cosas es relevante, creo que podemos asegurar que para un gay el tener dinero para eso y mucho más, es muy, bastante, DEMASIADO importante.

Según las Sagradas Escrituras Gay (que quién sabe quién demonios inventó), los homosexuales siempre debemos lucir bien. Y eso implica vestir buena ropa, si bien no carísima de marcas cuyos nombres a veces hasta es difícil pronunciar, sí alguna que al menos pueda pasar como “cool”. Además de eso, es obvio que necesitamos también un buen corte de pelo; y olvídate de decir que te lo cortas con la vecina por 40 pesos porque entonces las miradas inquisidoras se posan sobre ti, ya que dentro de las SEG también se cree que por ser gay debes invertir más en tu imagen y gastarte al menos unos 150 pesos nada más por que alguien haga que tu cabellera luzca presentable.

¿Pasamos a la tecnología? Al día de hoy, aquél que no tiene iPhone o Galaxy es casi inexistente. ¿Ponerle saldo al celular? ¿Qué es eso? Si no tienes plan tarifario entonces estás en otro problema, y es que estar yendo al supermercado a poner recargas de 50 pesos cada 2 días podría considerarse como PECADO.

Y si hablamos de pecados, aquellos que se cometen en los antros de moda son mucho qué decir, pero para poder siquiera cometerlos, también tienes qué gastar un poco más de tu preciado dinero. Pagar el cover, los tragos, la gasolina y el estacionamiento o el taxi. Y si nos ponemos a hacer cuentas después de todo eso, la verdad es que a mí no me parece que valga la pena pagar tanto por despertar al día siguiente con dolor de cabeza, malestar y cruda física y moral. El problema aquí es que si eres gay y no frecuentas los dichosos antros, entonces, ¿eres realmente gay?

Para que se entienda mejor, en esta cultura rosa en la que vivimos constantemente, ser gay y no tener suficiente dinero como para costear una vida de salidas constantes, viajes y ropa de marca, es pecado. Y créanme, en estos tiempos es uno mucho más grande que ni comulgando es perdonado.

Yo mismo me he encontrado en la situación de rechazar viajes con amigos, salidas a cenar o he sacrificado el comprar cosas que realmente quiero por comprar esas que verdaderamente necesito. Y sí, al momento de hacerlo las miradas de la santa inquisición se posan sobre mí cuestionando mis motivos y al parecer no entendiendo que; para muchos de nosotros, gays o no, existen otro tipo de prioridades.

Hoy por hoy la cultura gay se basa lamentablemente en juicios, y la mayor parte de esos juicios se van por cómo luces o lo que tienes. Quizá batallaste muchos años para comprarte un carro y te sientes orgulloso de ello. ¡Ah! Pero no es último modelo, shame on you! Y no hablemos de aquellos que diario presumen ir al gym. Esos sí son una cosa aparte, porque si te inscribes en uno barato y pequeño, entonces da vergüenza. Se ha olvidado que los resultados serán los mismos en este o en aquél, y se le da mucha más importancia al nombre del lugar, claro, porque te da otro estatus y ¡Dios sabe que el estatus en un gay lo es todo!

Pues no. bastante difícil es ya lograr aceptación dentro del mundo por ser homosexual como para ir tratando de lograr aceptación dentro del mismo ambiente gay por aquello que tienes o lo que eres. No chavos, aunque así lo parezca, no se trata de quién tiene más o quién tiene menos, no se trata de quedarte sin un peso por tratar de impresionar o de pertenecer, no se trata de ganar más y gastarlo en banalidades como el antro o ropa de marca. No a todos nos mueve la superficialidad, y al menos yo en lo personal me he dado cuenta de que se juzga fuertemente a aquellos que no siguen las “reglas de etiqueta homosexual”, a los que les vale verse como muñequitos de pastel o que no se preocupan por tener lo último o lo mejor de todo. A esos se les hace a un lado por no “estar al nivel”, por no ser “similares”. Vamos, se les apunta con el dedo por ser “diferentes”. ¿Diferentes? Yo preferiría llamarlos auténticos.


Yo no sé quién está peor. Si aquellos que ponen la presión de ser un “gay cliché” o esos que en verdad creen que ser gay es únicamente acerca de la imagen, lo que tienes y en lo que gastas. Y es que de una cosa estoy seguro, si ser gay sale MUY caro, ser un gay que no sigue al rebaño y al que le valen los clichés, cuesta todavía mucho más. ¿Ustedes qué opinan?

La moda de salir con un clon


Hace unos días vi una nota que me llamó mucho la atención. Yo no sé si actualmente ya sea una moda, pero si no lo es, estoy seguro de que tiene todo lo necesario para convertirse en una rápidamente. Seguramente ya escucharon un poco de ello, me refiero a los homosexuales que salen con hombres que prácticamente podrían ser sus clones.

No sé, por un lado captó mi atención porque me parece algo demasiado egocéntrico y narcisista, pero por otro porque a pesar de ello resulta ser atractivo. Y es que estoy seguro que más de una vez todos hemos aplicado la famosa frase “Yo sí me daba”. ¿O no? La verdad es que en lo personal yo he pensado que no dudaría ni un segundo en salir conmigo, pero jamás lo he intentado llevar a la realidad saliendo con alguien que pueda pasar por mi hermano gemelo.

Vamos, ¿qué es lo peor que podría pasar? Cuando compartes demasiados gustos en común con alguien quizá la relación pueda ser la más divertida de todas, pero por el otro lado, también podría llegar a resultar aburrido compartir todo con alguien tan parecido a nosotros. Bien dicen que en cuestión de gustos se rompen géneros; pero, ¿será completamente normal que busquemos en el otro una copia de uno mismo?

Si bien físicamente resulta atractivo ver a dos personas muy parecidas en una relación, también resulta un poco perturbador estar besando al espejo. Sí, por mucho amor propio que uno pueda tener, el hecho de salir con tu clon no deja de evidenciar algo que probablemente no vemos con claridad, que quizá no estamos dispuestos a aceptar en una pareja aquello que no nos embona porque no podemos ver más allá de nosotros mismos.

A lo mejor estoy exagerando. Pero si me pongo a pensar en mis experiencias propias, puedo decir que todos mis ex han sido completamente diferentes, desde altos, chaparros, flacos, musculosos, inteligentes y pendejos (la mayoría de lo segundo), pero eso sí, hasta el momento no he estado con alguien que físicamente se parezca a mí más allá de la complexión o la altura. A mí me gustan los retos, alguien quizá completamente opuesto, con gustos que pueda compartir conmigo o que yo le pueda fomentar, alguien que no esté de acuerdo en todo lo que digo, con quien poder discutir un tema y no saber de antemano que va a opinar lo mismo que yo. ¡Qué flojera!

Eso sí, debo reconocer que inconscientemente puedo ver por la calle a alguien que me parezca demasiado atractivo y mis amigos me miren confundidos porque ese alguien se parezca mucho a mí. Y entonces volvemos al mismo punto de partida, aunque algo empieza a quedarme claro, quizá no sea nada fuera de este mundo salir con alguien que físicamente podría ser tu mellizo, pero sería raro que además del parecido físico, compartieran también todos sus gustos, aficiones, pensamientos y actitudes. ¿No lo creen?

Se dice que los homosexuales en su mayoría somos narcisistas, nos esforzamos por vernos bien, por lucir mejor cada día ya sea yendo al gimnasio, vistiendo ropa de moda o a veces hasta pagando por tratamientos de belleza que mejoren nuestra piel y cosas así, (debo decir que todo lo anterior a mí me causa mucha hueva), pero si ese grado de egocentrismo ya está presente, salir con un clon ya es llevarlo a otro nivel.


¿Será que ahora que se habla tanto del tema se convertirá en moda? Dicen por ahí: ¿Qué puede ser más sexy y agradable que salir con uno mismo? Yo aún no sé muy bien qué pensar al respecto. Quién sabe, quizá algún día me encuentre en esa situación y decida correr el riesgo, o quizá seguiré adentrándome en relaciones con personas físicamente muy opuestas a mí. ¿Tú qué opinas? ¿Te parece atractivo salir contigo mismo? 

La maldición del gay arrogante


Que si eres la onda, el más guapo de tus amigos, el exitoso. Que si tienes varios tipos detrás de ti, que si eres demasiado bueno para cualquiera o que nadie merece ni siquiera acercársete. ¿O qué tal cuando piensas que nadie se te puede igualar y que con solo mover un dedo (o la lengua) podrías “destruir” a alguien y hacer de su vida un infierno a base de chismes y demostrando tu superioridad a cualquier precio? ¿Alguna vez han pasado pensamientos como esos por tu mente? Si es así, déjame decirte que no eres especial, ni único, ni mejor que otros. Déjame decirte que no eres más que uno más en el montón de todos esos homosexuales arrogantes que se sienten Dioses, pero no pasan de inventados.

¡Uy! Sé que el saco les va a quedar a la medida a muchos de los que están leyendo, y la verdad es que me importa muy poco si se sienten ofendidos o no. Ya saben, no todos estarán contentos con lo que uno piensa. Pues bueno, esta semana he estado analizando detenidamente a esas especies de las que les contaba. Esos que sienten que los parió la mismísima Afrodita, la virgen María o peor aún, que aunque sean hijos de Panchita la de los tamales se sienten soñados e intocables únicamente por el hecho de ser gays.

Si yo les contara… Mi adolescencia después de mi aceptación transcurrió en una ciudad en la que hasta el más feo se siente Ryan Gosling, el más jodido cree que es hijo de Donald Trump y cualquiera tiene aspiraciones a ser como Regina George de Mean Girls. Claro, cualquiera puede creer que sólo por ser gay tiene el derecho divino a ser arrogante, creído, altanero y despectivo con las demás personas. 

Yo no sé quién les dijo que el hecho de ser homosexual venía atado a adoptar una actitud de “queen bee”. Y no me digan que no, puedo apostar mi testículo izquierdo a que la mayoría de los que me están leyendo alguna vez se sintieron capaces de humillar a alguien, se las dieron de “poderosos” o rechazaron a tal o cual por pensar que no estaba a su nivel (cualquiera que este sea). ¿No?

¿Cuántos no le han lanzado una mirada de superioridad a otro? Así sea al ex de tu pareja, al amigo, a aquél que no se viste igual que uno. Y ojo, que no digo que TODOS; sin excepción, lo hayan hecho, pero al parecer un gay por naturaleza se cree mejor que otros, y no es que esté mal, sólo que no siempre es correcto.

Ya saben que me vale madre si se ofenden, ¿verdad? Entonces puedo decir lo que pienso sin problema alguno. Ok, ahí les va… ¡Bájense de su nube! Ni son intocables, ni el oasis en medio del desierto, ni mucho menos realeza, celebridades o siquiera famosos. Cómo me da risa cuando veo en Facebook o Twitter a alguien que se cree “famoso” por ser medio guapo, al grado de llamar a sus seguidores “fans”, de publicar que fulano de tal no le llega a los talones, que jamás va a ser como él. ¿Acaso no se dan cuenta de que están haciendo el ridículo? Quizá no, y el motivo está en que muchos les siguen el cuento, los animan a seguir únicamente por ser atractivos

La realidad de las cosas es que si existen esos tipos arrogantes es porque uno mismo lo permite, porque los alaba, los halaga, les da el poder de sentirse de esa manera y de pensar que son mejores o superiores a los otros. ¿Por qué? ¿Por qué las personas sienten esa estúpida necesidad de tener a alguien a quién seguir? ¿Falta de autoestima? ¿Calentura? Cualquiera que sea la razón por la que andan ahí de lame huevos no es más que un reflejo de la necesidad propia de aceptación, de esa inseguridad al creer que jamás llegarán a ser como tal o cual.

Se quejan de que alguien se sienta “diva” e “inalcanzable”, pero son ustedes mismos los que los ponen en esa posición, los que les dan el poder de creer que realmente lo son. ¡Ni qué decir de aquellos a los que ni siquiera les queda! Esos que juntan sus pesos para ir al antro, que no son tan atractivos o que nada más porque se les dio la gana se creen hijos de la reina Isabel. Los invito a verse frente al espejo, a dejarse de falsedades, de dárselas de populares y de sentirse tan perras. No saben la pena que dan, porque en lugar de verse mejor, lo único que causan es lástima. Y es que todos sabemos que a fuerza ni los zapatos entran, y que por más que muchos intenten verse “cool” a cualquier precio, hasta para ser arrogante hay qué saber cómo hacerlo.


Creo fielmente que no todo gay adopta esas actitudes, que aún existen esos a los que les vale si son populares o no, a los que no les importa si su selfie sin playera gana más de 200 likes, esos que entienden que ser homosexual no significa tener que actuar como “perra” o demostrarle a nadie que es mejor. Quiero creer que la maldición del gay arrogante no aplica en todos, que por más que la vanidad y el ego se hagan presentes, aún existen aquellos que en lugar de tratar de humillar, sentirse más y mirar a otros sobre el hombro, saben que no hay necesidad de hacerlo, porque lo que eres no se define por el grado de aceptación que te muestren los demás, sino por el que te demuestras tú mismo, día con día, mirándote al espejo. 

El GBF... Y seguimos poniendo etiquetas


Estoy harto de las etiquetas. ¿Ustedes no? Existen por todos lados, en las sodas, la comida, la ropa y cualquier tipo de producto. Sí, las etiquetas fueron hechas para darle una identificación a las cosas, pero… ¿por qué lo aplicamos también a las personas? Y aunque no es algo nuevo, es algo que me parece completamente innecesario. ¿O será que son imprescindibles para lograr una exitosa convivencia social?

Naco, fresa, golfa, hipster. Esas son algunas de las etiquetas que más se usan desde años atrás, pero vayamos a las que probablemente nos conciernen mucho más, las que se usan en el ambiente gay. Musculocas, jotas, closeteras, osos, chacales, peluqueras, circuiteras y estoy seguro de que existen muchas más que de momento no se me vienen a la mente, pero que día con día son parte de nuestro vocabulario. ¿Es realmente necesario catalogar e identificar a las personas de esta manera? No dudo que algunos de ustedes se sientan cómodos con el término que les ha sido impuesto; o que ustedes mismos se impusieron, pero definitivamente eso de las etiquetas no es lo mío. Vamos, que desde chico las arrancaba de mi ropa.

Todo este rollo viene debido a un “nuevo” terminó que he visto ir creciendo últimamente, el GBF, Gay Best Friend o Mejor Amigo Gay. ¿Es neta? A muchos podrá parecerles gracioso y encontrarlo divertido, pero en lo personal siento que la sociedad en lugar de ir avanzando conforme al tema de la aceptación y la diversidad, sigue dando pasos hacia atrás a veces hasta sin darse cuenta. ¿Por qué GBF? Es cierto que hoy en día la mayoría de las personas conocen a alguien homosexual y sea parte de su vida ya sea dentro de la familia o en el grupo de amigos, lo cuál es de lo más normal, lo que no se me hace normal es que en lugar de únicamente llamarle “mi amigo” se tenga la necesidad de decir “es mi amigo gay”.

Yo no sé ustedes, pero a mí me suena como si uno dijera: “es mi mejor amiga la gorda”, o “mi amiga la pobre o la naca”. Se escucha ofensivo, ¿no? Pues igual de ofensivo se escucha para mis oídos que tengan qué especificar algo que se supone estamos tratando de aceptar como “normal” ante el mundo.

No se trata de que uno niegue o quiera ocultar sus preferencias, no. Se trata de respeto e igualdad. Y si viviéramos en igualdad, no habría necesidad de sorprenderse cada que alguien sale del closet y hacer una noticia de ello, no habría necesidad de confesarle a nadie nuestra sexualidad. O qué, ¿cuándo alguien ha tenido que sentar a sus padres para decirles con miedo que es heterosexual? ¿Ven mi punto?

Peor aún es seguir etiquetándonos y discriminándonos nosotros mismos, porque si algo no podemos negar es que las etiquetas sirven para eso, para separar. Va, que puede que alguien no sea igual que tú, y como lo dije en otra columna: “Hasta entre gays hay niveles”, pero eso no quita que sea lamentable el hecho de que veamos normal el burlarnos de otros solamente porque se encuentran en circunstancias diferentes. Quizá las etiquetas sí sean un mal necesario, quizá son ellas las que han podido hacer funcionar al mundo hasta ahora. Pero sin duda también han sido las que hoy por hoy no nos permiten vivir con la tranquilidad y libertad que necesitamos. Y que tanto exigimos.



En 2013, el 32% de la población únicamente del Distrito Federal en México, dijo haber sido discriminada por motivos de pobreza, color de piel y preferencias sexuales, poniendo a la ciudad un 7.2 en escala del 0 al 10 en motivos de discriminación. Y Por más irreal que parezca, los datos arrojados en la encuesta fueron exactamente iguales que la misma en 1995, el 40% de las personas encuestadas aseguró no tolerar la homosexualidad. ¿Pensaban que México es una ciudad tolerante? Están muy equivocados. Y lo que resulta peor, es que muchos de nosotros, los mismos homosexuales, hemos contribuido a fortalecer tales números con el paso del tiempo.

No estoy diciendo que vayamos por la vida saludando y siendo amigos de todo el mundo, sería imposible y acepto que ni siquiera yo podría hacerlo porque, por ejemplo, siempre he tratado de mantenerme lo más alejado posible de las que llamamos “vestidas”. Lo que trato de decir es que aunque las etiquetas nunca se van a terminar, lo que se puede terminar es el odio y la falta de respeto. ¿No quieres cerca a los que ves diferentes? No los tengas cerca entonces, pero tampoco jodas más su vida. Respeta.

Y al hablar de respeto, también hablo de eso del GBF, porque por más “normal” que pretenda verse, no es más que una nueva oportunidad para continuar por el camino de la burla. ¿Creen que exagero? Ya hasta película saldrá abordando la temática, y por más que sea una comedia, el mentado GBF no es más que un juguetito de las mujeres en la trama. Y aunque no quiera decirlo, muchas veces es igual en la vida real. Mujeres: no todos queremos ayudarles a escoger ropa, hacer pijamadas mientras contamos chismes y nos hacemos faciales, no todos somos expertos en marcas y zapatos, así como no todos queremos vernos como muñequitos de pastel.


Sé que seguiremos utilizando etiquetas todos los días, pero también sé que tienen qué existir avances. Al menos en la ropa, que cada vez son más los que imprimen la información en la prenda para no hacerla visible ni molesta para el que la usa. ¿Y si nosotros hacemos algo parecido? 

Hablemos de sex friends


Ah, el sexo casual. ¿Quién no lo ha tenido? Bueno, al menos quiero pensar que la mayoría de nosotros sí, aunque estoy bastante seguro de que aún existen almas que siguen por el buen camino y practican sexo únicamente con sus parejas. Lo cierto es que el sexo es eso, sexo, y uno de los grandes errores de la humanidad ha sido el darle una importancia mucho mayor de la que realmente tiene. Y es aquí donde pido que no se confunda echar pasión sólo por quitarse las ganas, con el maravilloso y emocional acto de hacer el amor.

Sí, sí, hemos leído y escuchado demasiado acerca de saber diferenciar entre ambos, así que no es de eso de lo que quiero hablar y lo que me tiene pensando últimamente. Si bien sí tiene qué ver con el acto sexual, no implica para nada meter la palabra “amor” dentro del juego. Aún no sé muy bien lo qué pienso al respecto así que tendré qué preguntarles a ustedes… ¿Será bueno tener a alguien de cabecera que juegue el papel de sex friend?

Empecemos por lo básico. ¿Qué implica ser un sex friend? ¿Cuáles son las cualidades que debe de tener alguien para poder alcanzar tan importante título? Es cierto que existen algunas requisiciones necesarias cuando se trata de encontrar quien pueda bailar perfectamente un tango en la cama, porque si de algo estoy seguro, es de que un “amigo con beneficios” no puede ser simplemente cualquier tipo random alzando la mano para obtener el puesto.

Primordialmente lo que se busca es cero compromisos. El saber que la otra persona no va a desarrollar sentimientos hacia ti, que tiene la mente muy clara, el corazón en el lugar correcto y su boca en uno mucho más ideal. Un sex friend debe ser alguien de quien no corras el riesgo de enamorarte, alguien que sepa desde un principio que lo único que van a tener en común serán horas de abundante placer. ¿Por qué? Porque si lo que persigues es el amor entonces tener un amigo con beneficios es la peor manera de acercarte a encontrarlo, sí, el hecho de tener uno no quiere decir que pierdas la esperanza de vivir un cuento de hadas, pero lo que sí quiere decir es que de momento estás muy harto de las relaciones y lo único que quieres es disfrutar. ¿Me equivoco?

Cuando llevas a cabo actividades de este tipo, puede ser común que alguno de los dos termine enamorándose del otro o viendo su “relación” como algo más de lo que es. Esperando invitaciones a fiestas, al cine, a salir con los amigos o a pasar más tiempo juntos del que realmente es necesario… Y es ahí donde todo empieza a caer. Sabiendo lo que son las cosas desde un principio, ¿por qué hacerse falsas ilusiones? ¿En verdad creen que con sexo 24/7 van a lograr que alguien llegue a enamorarse? Lo siento, pero no. Con eso lo único que se puede lograr es que la otra persona (o uno mismo) se de cuenta de que puede coger en cualquier momento sin importar la hora porque contamos con nuestro proveedor de placer personal con disposición completa.

No reclamos, esa es otra de las reglas básicas de los sex friends. Cada quien es libre de salir, hablar o hasta tener sexo con alguien más si así lo desea, a fin de cuentas ustedes no son nada y lo único que los une son sus genitales algunas veces por semana. Así que alguien demandando más tiempo o preguntando dónde estuviste la noche anterior no tendría lo que se necesita para ser candidato a perfecto sex friend.

Aguas, que sex friend no es lo mismo que chichifo. Por más que estés compartiendo tu cama (o cualquier lugar cómodo) con alguien más, eso no significa que tengas o él tenga que pagar por todo, y es que al decir “amigos con beneficios” muchos pueden creer que los beneficios van más allá de lo físico y pueden llegar a lo económico, pero no se equivoquen que por ahí no va la cosa. Si lo que quieres es prostituirte estoy seguro de que existen lugares y otro tipo de personas para ello.

He conocido muchas personas que prefieren tener un sex friend en lugar de andar por la vida intercambiando fluidos con tipos diferentes todo el tiempo, y a pesar de que entiendo perfectamente su punto de vista y que traten de alejarse de la promiscuidad, lo que no entiendo es que se escuden en el hecho de decir que es por su hartazgo al amor o su cansancio hacia las relaciones. No, si así fuera, entonces lo que menos se desearía sería sólo compartir intimidad con una sola persona, porque hablar de monogamia incluso sin estar en una relación requiere de confianza, entrega y ese deseo remanente de estar con una sola persona. Lo que me lleva a preguntarme… ¿No será que utilizan el pretexto del sex friend únicamente por no aceptar su miedo a enamorarse de nuevo? Siempre lo he pensado, aquél que dice que “los noviazgos no son lo suyo” no es porque esté harto de ellos, sino porque le encanta andar de puta. Simple.


Quizá hoy no pueda llegar a una conclusión. No podré decir si ser o tener un sex friend es una buena o mala idea, pero lo que sé es que se necesitan muchos huevos para quererlo y otros varios más para serlo. Seamos realistas… ¿tener sexo a nuestro antojo con una persona y permitir que se vayan creando vínculos? ¿Soy el único que piensa que en lugar de empezar por ahí, lo mejor sería invitarlo a salir y ver si algo más podría darse? Total, lo peor que puede pasar es que no encuentren la química necesaria para construir una verdadera relación, pero al menos descubrirán si tienen la física básica para relacionarse de otra forma mucho más momentánea... y al menos por una noche, placentera. 

El chisme como actividad favorita de los gays




 Que si te acostaste con fulano, le bajaste el novio a aquél o si eres más fácil que la tabla de multiplicar del 1. ¿Quién no ha sido víctima de los chismes y rumores que TAN comunes son dentro del ambiente gay? Si algunos de ustedes no, a mí sí permítanme levantar la mano, las dos, y aún me faltarían extremidades para poder ser preciso con la cantidad de veces que me he visto metido en habladurías de las que a veces ni siquiera he sido parte.

Pero en esta ocasión lo que me pregunto es: ¿a qué se debe? Aunque es cierto que hasta entre los heterosexuales los chismes están a la orden del día, entre los gays es la comida diaria. ¿Por qué? ¿Será que está genéticamente agregado el placer del chisme en nuestro ADN? Por más que muchos puedan pensar que así es, la verdad es que no. No a todos nos encanta meternos en donde no nos llaman y estar esparciendo historias con los demás.

Sí, un gay tiene una fama muy bien cimentada de ser chismoso, falso y hasta hipócrita. Y es que aunque muchos podamos decir no somos así, la realidad es que de una forma u otra siempre terminamos metidos en problemas que ni siquiera son nuestros. O sí… depende de cómo miremos las circunstancias.

El chisme es algo natural. Hablar de que tal tipo anda ahora con equis goey o de que aquél le fue infiel a ese otro son temas de conversación que todos hemos tenido o hemos escuchado en algún momento, y no digo que esté mal, lo que está mal es cuando un simple rumor empieza a cobrar importancia al grado de afectar la vida de otra persona.

Ok, supongamos que tu mejor amigo te contó que ese conocido en común se acostó con el novio de aquél otro y después viene alguien a preguntarte qué piensas de él porque le gusta. Muchos podríamos quedarnos callados y dejar que lo conozca por sí mismo, que averigüe si en verdad las da a la primera o no, pero esa picazón en la garganta empezará a molestarnos y tarde o temprano terminaremos diciéndole lo que escuchamos. ¿Y te has puesto a pensar lo que un chisme sin bases puede hacerle a otra persona?

Si es cierto o no, al menos tú ya sembraste una duda en la mente del otro y créeme que no va a ser muy fácil de sacar. Somos tan pendejos que algunas veces a la primera creemos lo que nos dicen de alguien, juzgamos sin saber y nos hacemos nuestras propias ideas sin antes dar la oportunidad de causarnos una imagen por ellos mismos. Damos por hecho que lo que nos dijeron es cierto y ponemos etiquetas tan fácilmente que en algunas ocasiones son erróneas.

¿Cuántas personas no han empezado un rumor únicamente por el hecho de chingar al otro? ¿Cuántos no han sido víctimas de ellos a veces sin deberla ni temerla? No es nada agradable ser el objeto del odio o envidia de nadie, pero creo personalmente que es mucho menos agradable ser aquél que se encarga de difundir información que en ocasiones ni siquiera es verdadera. ¿A ti qué te importa si alguien se acostó con dos o con cuarenta, si le puso el cuerno a su novio o si es alcohólico o drogadicto? ¿Quién eres tú para juzgar y vender a una persona como la peor, qué te da el derecho?

Personalmente, creo que no hay cosa que no se haya dicho ya de mí. Que si bajé novios, que si me he acostado con la mitad de la población mundial, que si juego con las personas, embarazo a otras (sí, hasta eso), que soy egoísta, egocéntrico y superficial, que si miento, que si soy falso, que si tengo pedos mentales, que no me importa pasar sobre quien sea para lograr mis objetivos… Reconozco que antes me afectaba cañón todo lo que escuchaba que yo supuestamente había hecho, y me afectaba mucho más que las personas que lo escuchaban creyeran que era verdad. Y sí, muchas veces los chismes eran ciertos, sí me acosté con tal o cual, sí he mentido, sí me he preocupado más por mí mismo sin importarme si paso sobre alguien más para conseguir lo que quiero, pero… ¿Eso significa que con todas las personas mi actitud será igual?

No, no hay qué confundir las cosas. Todos cometemos errores, todos hemos hecho algo de lo que no estemos muy orgullosos, pero eso no quiere decir que las mismas actitudes se repetirán todo el tiempo. Disculpa, pero que fulano de tal se haya acostado con el novio de tu amigo no quiere decir que lo hará con el novio de todos. Siendo claros, créeme que no TODOS los novios le parecen atractivos. Si le mintió a su pareja, no quiere decir que le va a mentir a la siguiente, ¿tú qué sabes de sus motivos? Honestamente creo que muchos están TAN metidos en el espiral del arcoiris que se dejan llevar por cualquier cosa que les dicen. A ver… ¿Y si el tipo que tanto te gusta y por el que mueres tiene fama de zorro? ¿Vas a dejar que lo que crees se interponga con tus deseos de conocerlo?

La clave en la cuestión del chisme está en ponerse en el lugar del otro y pensar… ¿Cómo me afectaría a mí si alguien tan fácilmente dijera algo que me jode? No es difícil, créeme, por más que te mueras por ir y contar aquello de lo que te acabas de enterar, la prudencia y el respeto son la respuesta a esa emoción por hacer algo público, cuando a veces ni te consta.


Yo no sé por qué se quejan de la fama que tiene un gay. Que se les tache de promiscuos, de falsos, de hipócritas y de perras, porque la cruda realidad es que si eso se piensa de los homosexuales es porque se ha ganado a pulso, porque nos ha valido madre seguir alimentando los rumores, inventando algunos chismes y esparciéndolos cuando ni siquiera sabemos si son ciertos. Quizá no te importe quemar a alguien con los demás, pero créeme que te va a importar cuando las habladurías se traten de tu persona. Y es que no importa si eres popular, guapo, feo o de bajo perfil, cualquier gay siempre va a ser el objetivo del chisme de otro, por más triste que se escuche. 

Bridegroom: El beneficio de no estar enamorado




Dicen que la curiosidad mató al gato, pero murió sabiendo. Bueno, pues casi siempre he vivido bajo ese dicho, y es que prefiero ver, conocer y experimentar las cosas por mí mismo a quedarme con la historia que alguien más puede contarme. Así que cuando un amigo me platicó de un documental que había visto en la televisión y le había provocado un llanto inconsolable, no pude más que decidir verlo con mis propios ojos.

Tenía una muy clara idea de lo que trataba; unos meses atrás había visto un video en Youtube que describía la situación completa, pero se hizo tan viral que decidieron hacerle su propio documental al protagonista de la historia. Quizá muchos de ustedes ya han visto el video “Te podría pasar a ti” que narra cómo Tom, un joven en USA muere cayendo del techo dejando a su pareja solo tras 6 años de relación y en una lucha sentimental porque la familia del fallecido lo saca de la jugada.

Con estas referencias y las de mi amigo, me preparé para el drama con botana, vino y los pañuelos desechables (por si se llegaban a ocupar, aunque yo estaba seguro de que no ocurriría) y me dispuse a ver el documental “Bridegroom” en la comodidad de mi cama. Tengo qué confesarlo, no habían pasado ni 10 minutos y ya había tenido qué sacar el primer pañuelo. ¡Qué increíble historia!

Al estar viendo cómo el sobreviviente pasó su infancia aterrado por aceptarse a sí mismo, pensando en quitarse la vida para no causar más problemas a sus padres, creyendo que lo que sentía estaba mal y orillándose a sí mismo a recluirse dentro de su propia mente, me fue imposible no recordar tantas cosas por las que yo mismo pasé cuando era un adolescente, ninguna de esa magnitud, debo decir. La parte más increíble de la historia es cuando sus padres hablan acerca de él y cómo el gran amor que le tienen no cambió en ningún momento al saber que era gay, sino todo lo contrario. Su apoyo, cariño y respeto lo ayudó a superar sus traumas e irse soltando poco a poco, hasta permitirse a sí mismo encontrar el amor.

Bueno, y qué les digo de la historia de amor. Al parecer es de esas que ya casi no existen, en la que dos personas que vienen de distintas partes del país se conocen de repente y la química es tan fuerte que se vuelven inseparables casi de inmediato. Mientras mostraban fotos y videos de lo que había sido su vida juntos, mi necesidad de llorar se detuvo y mi lado amargo salió a flote cuestionándome una y otra vez acerca de su relación. Se ve tan “perfecta” que en verdad no crees que pueda existir, 6 años de camaradería, de confianza, de risas, de amor… de fidelidad. Y honestamente a veces creo que algo así es prácticamente imposible.

Total, el novio muere inesperadamente y de repente el chico que creció queriendo quitarse la vida, que se reprimió a sí mismo, que no podía aceptar la idea de su homosexualidad porque “iría al infierno”, ese mismo que dejó atrás sus miedos, que derrumbó sus propias barreras y salió de su caparazón al encontrar el amor verdadero, ese mismo al que crees que no podría pasarle nada peor, se queda solo. ¡Qué jodido es el destino! Y para colmo de los males, ni siquiera se le permite ver a quien fuera su pareja por 6 años, o asistir a su funeral por el hecho de que NO ES FAMILIA. ¿Entonces cómo se le llama a alguien con quien compartes una casa, un negocio, un perro, TU VIDA? La familia de su novio fallecido lo borró del mapa por completo por temor al qué dirán, a que la gente en su pequeño pueblo natal se diera cuenta de que su hijo había sido gay, de que lo señalaran y juzgaran. Y ante todo esto sólo puedo decir una cosa, sé que los padres siempre tratarán de “protegernos” del señalamiento de otros, de críticas y rechazos, pero al actuar de esta manera y pensar así, lo único que demuestran es que son ellos mismos los que tienen el dedo apuntado hacia nosotros.

Qué tristeza es que aún existan este tipo de situaciones en las que alguien de 29 años dejó este mundo aún escondido no por decisión propia, sino por la de otros. Qué triste es que aún existan padres que prefieren ver a un hijo muerto antes que verlo amar a quien se le de su gana, que lo escondan, que lo repriman. Y fue en esa parte en la que necesité más pañuelos. Terminé llorando a la par del protagonista mientras seguía relatando su historia, pero me di cuenta de que no llorábamos por las mismas razones.

Él lloraba por haber perdido a su pareja y la impotencia de no poseer los derechos legales que le permitieran estar a su lado en el último momento. Yo lloraba por darme cuenta de lo afortunado que soy al contar con una familia que me ama y acepta con todo y lo que soy o lo que hago, que me apoya en cada paso que doy y decisión que tomo. Lloraba por no haber pasado por todo eso y por siempre haber hablado con la verdad, por ser fiel a mí mismo antes que a lo que otros opinen. Lloraba porque el pobre tipo tímido que se quedó sólo se ha convertido en la voz de millones allá afuera y sigue luchando para que tengamos los mismos derechos. Porque quizá no tuvo el final feliz que esperaba, pero su verdadera historia apenas comienza.

Y ya siendo MUY honesto, seguí llorando nada más por gusto, por el simple, mero y sencillo placer de sentirme afortunado porque una historia tan triste como esa está lejos de pasarme. Y es que a final de cuentas, el motivo de mi llanto era por la felicidad de nunca haberme enamorado así de nadie.


Les dejo el primer video que salió en Youtube. El documental completo lo pueden encontrar en Netflix y recuerden que podemos estar en contacto a través de cualquiera de mis redes sociales. ¡Por allá los espero! (Sin llorar, lo prometo).