martes, 20 de diciembre de 2016

¿Por qué nadie habla del crimen que se está cometiendo contra Renata Altamirano?



Voy a empezar por decir que no importa quién seas, hombre, mujer, o como sea que te identifiques, lo único que importa es que seas humano.

He estado leyendo casi todo lo que se publica acerca del tan mencionado arresto de Renata Altamirano (o Sajid Mr Diva) dentro de la jotería mexicana; y antes de que se tomen a mal la palabra jotería, quisiera que recuerden que no lo digo en el sentido ofensivo.

Para los que no estén enterados y ya estén leyendo esto, Renata es una Youtuber mexicana perteneciente a la comunidad transgénero, la cual fue detenida bajo sospecha de estupro (tener relaciones sexuales con un menor de edad valiéndose del engaño). No voy ni siquiera a tratar de descifrar si es inocente o culpable, porque de eso no se trata. Si cometió un acto indebido o no, ese será su problema y deberá pagar por ello en caso de ser culpable. De lo que se trata es de la manera en la que se está haciendo que pague; aún cuando todavía no ha sido declarada culpable.

Los que me han leído anteriormente saben que mi relación con la comunidad drag o trans es casi nula, y también sabrán que es en gran parte a causa de una mala experiencia siendo niño, cuando un “hombre vestido de mujer” (como yo lo identificaba en ese entonces) me encerró en un baño público y empezó a tocarme. Para mi fortuna, el novio de mi hermana entró al baño y empezó a hablar conmigo pensando que me encontraba solo en el cubículo, por lo que la persona en cuestión no tuvo otra opción que dejarme salir. Hasta el día de hoy, creo que jamás había sido tan honesto acerca de esta historia, públicamente.

Existe gente que me lee que piensa que odio a la comunidad drag o trans simplemente porque no me relaciono con ellas, pero no pueden estar más equivocados. Al menos en mi caso, si algo no me parece o no va conmigo simplemente no me mezclo, pero siempre respetando. El hacer evidente mi falta de convivencia con la comunidad trans no significa que las odie, porque el que no me involucre con ellas no quiere decir que estoy en contra o que les deseo mal. Creo que eso es muy importante de entender.

Quizá mi trauma de la infancia me llevó por mucho tiempo a rechazar a las personas drag y trans, y quizá eso podría hacer que el día de hoy me alegrara la situación por la que está pasando Renata Altamirano, pero ocurre totalmente lo contrario. Porque aún yo, alguien que siendo menor de edad fue víctima del abuso de una persona trans, no estoy de acuerdo con la manera injusta en la que están violando sus derechos, culpable o no.

Renata está siendo procesada como un hombre, a pesar de que ella no se identifica como tal, y eso es deshumanizar a una persona, quitarle su identidad y violar sus derechos. Al principio eso no me sonaba para nada grave, porque la verdad es que siendo un hombre gay en muy pocas ocasiones he sufrido de discriminación o bullying, pero después de informarme más, leer, consultar y meditar conmigo mismo, he caído en cuenta de que el que no haya pasado por algo así no quiere decir que no me afecte o que jamás vaya a pasarme, simplemente porque tenga actividad dentro de ella o no, pertenezco a la comunidad LGBTTTIQ y eso nada lo puede cambiar.

Sé que a mí no me gustaría que además de quitarme mi libertad me quitaran mi identidad. ¿Te imaginas que en pleno 2016 tus papás te internaran en un hospital psiquiátrico, te obligaran a hacerte heterosexual o quisieran controlar la manera en la que te ves? Suena estúpido, pero así como eso aún sigue pasando en la actualidad; aunque a veces nos parezca irreal, también pasa que el gobierno mexicano se pasa los derechos humanos por los huevos y hace lo que se le da su chingada gana aunque la ley diga lo contrario. Y aquí es donde me pregunto ¿dónde está la tan difundida en medios de comunicación “Ciudad de México Gay Friendly”? ¿O qué, señor Mancera, eso sólo era show para atraer turismo?

Renata tiene, al igual que todos nosotros, derechos humanos, y uno de ellos es el de ser respetada en la manera en la que ella se identifique, así que si dice ser una mujer, debe ser juzgada como tal. Para acabarla de joder, está recluida en uno de los penales más peligrosos del país. Imagina cómo te sentirías tú si te encontraras en una situación así, expuesta a más discriminación, a abusos psicológicos, físicos, a violaciones o hasta a la muerte las 24 horas, los 7 días de la semana. Y sí, sé que eso puede ocurrirle también en una cárcel para mujeres, pero vamos, no somos pendejos y sabemos que el peligro es mucho mayor en donde está.

Estoy seguro de que todos conocen a alguien perteneciente a la comunidad LGBTTTIQ, ya sea amigo, vecino o familiar. Hasta mi abuelito que no sabe que conoce a uno lo tiene cerca. Este tema nos concierne a todos. Y es que no se trata únicamente de algo que afecta a las personas trans, nos afecta también a todos los que somos de alguna manera diferentes a la norma, sea cual sea. A los gays, a la gente de color, a los chaparros, a los gordos, a los zurdos, los discapacitados o a cualquiera que por la razón que sea alguna vez haya sido discriminado. Porque sí, este es un caso de transfobia, y eso es un delito llamado discriminación.

No importa si te gusta o te caga Renata, aquí eso es lo de menos. Lo que verdaderamente importa es qué tanto valor le das a tus propios derechos y a la libertad de amar a quien sea que ames o de simplemente ser quien eres. ¿Hasta cuando vamos a seguir permitiendo que se nos trate distinto? ¿Hasta cuándo vamos a dejar de ser egoístas y burlarnos por pensar que eso jamás nos pasará a nosotros? ¿Por qué somos tan hipócritas para reclamar derechos y justicia cuando incendian un antro gay en USA, pero seguir atacando a alguien parte de nosotros que aunque no sabemos si es culpable o no, está siendo despojada de todos sus derechos?

Yo no sé si haya algo que pueda hacer más allá de escribir y tratar de que la gente tome conciencia, de que los propios gays que se alegran y se burlan de la situación por la que está pasando Renata; a quien jamás he conocido, pero no necesito hacerlo para escribir esto, piensen dos veces antes de hacer comentarios tan estúpidos y faltos de empatía. Lo que sé es que si la gente puede unirse para hacer famosa a gente estúpida, para encontrar perritos o para hacer un meme viral, también podría unirse para de una vez por todas hacer que en nuestro país se respeten los derechos de todos y cada uno de nosotros.


Si te sigue valiendo madre, sólo piensa que también podría estarle pasando a alguien que conozcas, o quizá hasta podrías ser tú. 

miércoles, 17 de agosto de 2016

Y por eso me dejan los hombres...



No es un secreto, tengo pésima suerte en el amor. Es curioso, ¿sabes? Todavía hace 4 años podía mantener una relación estable, podía enamorarme de alguien… y todavía hace 4 años alguien se enamoraba de mí.

Tranquilos, esta no es una nota suicida ni mucho menos deprimente, si ya me conocen sabrán que ese tipo de dramas no son lo mío. En fin, todavía hace 4 años salía con vatos que realmente se interesaban en mí, se esforzaban por pasar tiempo conmigo y veían en mí el material suficiente para ser un buen novio. En este tiempo muchas cosas han cambiado, he madurado, he crecido como ser humano y he vivido y experimentado cosas que han cambiado la forma en la que veo MI vida y el propósito por el que estoy viviéndola. Vamos, sé que mucho en mí es diferente ahora, hasta la manera en como luzco. Pero aún así no pude evitar preguntarme: ¿es tan grande la diferencia entre mi yo de hoy y el de hace algunos años? ¿Lo suficientemente grande como para que ahora mis intentos de relación tengan menos éxito que Art Pop?

La verdad no quise quedarme con la duda y decidí averiguar por qué mis últimos ligues relevantes perdieron el interés, se alejaron o decidieron no seguirme viendo más. Y la única manera de conocer la respuesta exacta era preguntándoselo a ellos directamente. Sí, contacté a los últimos tipos con los que salí (después de no hablar con ellos desde que me dejaron) y tras amarrarme los huevos reconocí que tenía la madurez necesaria para escuchar todo tipo de respuestas.

Todas fueron tan diferentes como sorpresivas, era como si cada uno estuviera hablando de una persona diferente cuando hablaban de mí. Por un momento durante la plática; porque casualmente los 4 me respondieron casi al mismo tiempo durante la noche, traté de encontrar el eslabón entre cada uno de sus motivos pero debo reconocer que me fue imposible en ese instante.

La sorpresa extraña fue cuando uno de ellos dijo que me había dejado de escribir cuando se dio cuenta de que no estaba listo para formalizar algo cuando aún era reciente la ruptura con su ex (al que casualmente me parezco físicamente, según sus propias palabras), y que mi forma de ser tierna pero el que yo no fuera una persona absorbente lo podía hacer pensar que no lo quería o necesitaba lo suficiente. Quería profundizar más en el tema con este vato pero basta con decir que volvió con su ex novio y ahora es muy feliz, igual que yo al descubrir que en este primer caso no fui yo el culpable.

Después vino el de respuestas cortas y directas. Ese de quien ya sabía la razón, pero nada perdía con preguntar. Nunca salimos oficialmente, vaya, nunca salimos. Lo nuestro fue meramente sexo por varios meses sin siquiera vernos fuera de su departamento o el mío para echarnos una cerveza. El vato me gustaba un chingo así que a pesar de eso me arriesgué y lo invité a salir. El día de la cita no respondió el teléfono. “No tuve interés de esa forma. Lo sexual no es lo mismo que los sentimientos”, o algo así dijo.

Y ahí es cuando te das cuenta de que cada vez es más difícil que alguien se encule con una persona, de que en efecto, coger rico no es suficiente para que alguien quiera estar contigo. Esta, digamos, fue la respuesta menos sorpresiva.

Llevamos al que todavía no superaba a su ex, al que sólo le gustaba tener sexo conmigo, y ahora vamos con el que me pintó como un monstruo adicto al trabajo y un ser de hueva. Sé que eso de no ir de antro y preferir estar en casa leyendo o viendo películas acompañado de buena música y una copa de vino no es del agrado de muchos otros entre sus 25 y los 30, pero bueno, ¿qué le vamos a hacer? 
Ese soy yo ahora. El punto es que mi personalidad “bohemia y entregada al trabajo” no iba con la suya tan socialité y hambrienta de “fama”. No es que esté diciendo que es una inventada, para nada, digamos únicamente que nuestras metas de vida eran MUY opuestas.

Al principio todo iba de huevos, la pasábamos cool y disfrutábamos de nuestro tiempo juntos. Todo hasta que las diferencias entre nosotros empezaron a hacerse cada vez más notorias. Yo creía que podíamos hacer que se complementaran, pero él no pensó lo mismo y un día simplemente desapareció.

Tres de cuatro y seguía sin saber si había algo en común que hiciera que los hombres dejaran de interesarse en mí, algo en lo que debiera trabajar, que me ayudara a tener más éxito para la próxima. Y entonces hablé con ese del que ya he escrito antes, el único con el que creí que en verdad podía llegar a sentir amor de nuevo. Aquél que se llevaba bien con todos mis amigos, con el que podía pasar la noche entera hablando de cualquier tema, el que disfrutaba reír de cosas tan pendejas como sorprenderse por descubrir un dato nuevo e interesante, ese que parecía romper el molde y ser diferente a todos los vatos con los que había salido.

Su respuesta era, debo admitir, la más importante para mí, no sólo por el objetivo principal de escribir esta columna, sino por el dolor que me causó en su momento el tener que alejarme de él y que él no hiciera nada por no dejarme ir. Sí, la historia es diferente, en esta última historia yo corté el lazo, pero en el fondo esperaba que él hiciera algo por recuperarme. Y nunca pasó.
Sus motivos para no hacerlo fueron que prefería alejarse del drama antes de llegar a clavarse conmigo, que a pesar de pasarla excelente no podía con el hecho de que yo hubiera “reclamado” algo a los casi 2 meses de estar saliendo y prefirió darse la vuelta y no hablarme de nuevo. Pero necesitas saber la historia completa.

El reclamo sucedió cuando estando de vacaciones me enteré de que se había besado con uno de los +1 de uno de los invitados a mi festejo de cumpleaños. Así casual, mi date se agarró a besos afuera del baño del restaurante el día que celebraba mis 29. Hace 4 años me hubiera puesto como un demonio y le habría gritado una serie de insultos bien merecidos, pero no fue así. Le escribí diciéndole que si iba a hacer algo así al menos tuviera la decencia de no hacerlo el día de mi cumpleaños y estando a unos metros de mí. Vamos que a pesar de que me dolió sabía que no había un compromiso entre nosotros y que nunca hablamos de ser exclusivos, no podía reclamar nada, pero al menos sí podía pedir respeto si nos encontrábamos en el mismo lugar, ¿no?

La historia fue negada por su parte, lo que yo argumentaba nunca ocurrió como tal. Al menos eso es lo que él dijo, pero no pude ignorar el hecho de que no sólo una persona fue testigo de su acto de borrachera y calentura, aunque yo no estuve entre ellas.
Leí y volví a leer las respuestas de cada uno hasta que entendí qué era eso malo en mí que alejaba a aquellos en los que me interesaba. No era mi personalidad, no era mi físico, tampoco la química en el sexo o mi obsesión por el trabajo o por un estilo de vida relajado. Lo único que había en común entre todas esas historias era yo, era JuanCarlos intentando hacerlo funcionar con la persona incorrecta.

Cerré mi laptop y respiré profundo, mi duda estaba resuelta. No se trataba de que estuviera haciendo algo mal que propiciara que mis ligues se fueran, se trataba simplemente de que seguía interesándome por los tipos equivocados, seguía tratando de ser el ligue cool que le da su espacio a aquél que se siente más cómodo con alguien absorbente, el que cree que un fuck buddy se puede convertir en algo más, el que ve en la superficialidad algo innecesario y la fama como algo absurdo, ese que a pesar de que fue herido está dispuesto a dar una segunda oportunidad cuando realmente llega a sentir algo por alguien.

Esa noche me di cuenta de quién soy y me di cuenta de que además de que salir con los tipos equivocados era el factor en común, había otra cosa más importante que sobresalió en mis últimos ligues, algo que según yo ya era imposible. Algo que el haber dado todo de mí con ellos me dejaba muy claro: aún creía en el amor. Y darme cuenta de eso me hizo ver que muchas veces nos juzgamos tan fuerte que creemos que estamos haciendo algo mal cuando puede tratarse simplemente de que estamos eligiendo mal a aquellos a los que les entregamos nuestras emociones. Me di cuenta de que 4 años de “mala suerte” no significan que estás destinado a vivir solo, de que mientras entregues todo de ti no importa cuántas veces falles por más que cada ruptura resulte más difícil de superar, igual no importa cuántos hijos de puta o tipos inseguros se crucen en tu camino, lo que verdaderamente importa es que seas fiel a ti mismo, porque cuando alguien se enamore de ti lo hará por lo que eres y no por lo que tratas se ser.


Lo importante en el amor no es encontrar a la persona ideal, es saber que tú eres ese ideal que otra persona un día va a querer conocer. 

jueves, 30 de junio de 2016

Falsa tolerancia: Todos los gays discriminan a otros




Estoy en un vuelo de Sonora camino a la Ciudad de México, tomándome un vaso de vino en el avión (sí, un vaso, porque esto no es primera clase) después de un viaje de trabajo. Me encuentro severamente cansado después de haber pasado todo el día entre comidas y juntas en un clima infernal y este es mi segundo vuelo en el día. Quisiera al menos dormir un poco pero nunca he podido dormir en los aviones. Además de que la inspiración ha llegado de la nada así que me decidí a escribir en las notas de mi iPhone; y con el 12% de pila que me queda, acerca de algo que lleva semanas dando vueltas en mi cabeza. 

Y es que por mucho tiempo se me ha juzgado por criticar a las vestidas y drag queens;  porque no es secreto que aún a pesar de mi intento de apertura y comprensión me sigue siendo difícil poder convivir con ellas. La realidad es que no tengo por qué si ninguna ha pertenecido a mi círculo cercano jamás, y siendo así no tengo motivos para hacerlo.

El punto no es ese, el punto es que muchas de esas personas que se han llenado la boca hablando de mi intolerancia no se dan cuenta de que ellos también carecen de tolerancia. Vamos, que a pesar de creerse incluyentes y tolerantes muchos de los que conozco critican y juzgan a los homosexuales "fresas" o posers, a aquellos que van a antros caros y prefieren comprar una de Moët que una caguama. Piensa... ¿Acaso comprar una chela te hace más tolerante o auténtico? No señores, así como tampoco el beber champaña los hace mejores que otros. Es EXACTAMENTE lo mismo.

No importa qué tan auténticos se crean, o tolerantes e inclusivos. Al final del cuento son exactamente tan discriminantes como aquellos a los que tanto critican, sólo visten diferente, van a otros lugares y tienen otro tipo de amistades, pero no por eso están actuando de manera distinta. Siguen siendo gays criticando gays que si porque es posona, que si porque no es "del barrio", porque presume en Instagram sus viajes o salidas de fin de semana. Y todo sin darse cuenta de que también ellos hacen LO MISMO. ¿O por qué piensan que son diferentes? La neta es igual publicar una foto en donde estás en Tepito durante tu tarde de domingo que una en Las Vegas un viernes por la noche, cuestión de gustos.

Si tanta tolerancia tienen, ¿por qué son intolerantes ante otro tipo de homosexuales que no cumplan con su expectativa o estereotipo de gay "socialmente aceptable" dentro de su cerrado pensamiento personal? ¿Acaso su tan presumida tolerancia tiene límites cuando lo que ven les caga por motivos personales? Si es así, déjenme decirles que están mucho más jodidos que yo o que muchos otros. Porque al menos uno tiene los huevos de aceptar el estúpido rechazo que siente hacia una parte de la comunidad gay (y no por eso digo que esté bien), pero lo hace sin dárselas de buen pedo y tolerante. La realidad es que en su mayoría aquellos que nos critican a los que no cumplimos con sus fantásticas expectativas se escudan dando una imagen que dista mucho de la realidad.

No importa si van a un antro en el centro o a pedas caseras, a Polanco o una fiesta en Condesa. Si desayunan el sábado en el mercado o en un restaurante hipster en la Roma, no. Lo que nos hace diferentes no es lo que hacemos, con quién o gastando cuánto, sino la manera en la que lo hacemos. Es muy sencillo, si no te gusta lo que hace alguien, ¡perfecto! No lo hagas tú y cállate la boca. Si no te gusta cómo piensa, ¡bien! Afortunadamente no es tu cabeza la que tiene esas ideas. Si no estás de acuerdo con cómo se viste, habla, los lugares a los que va o con quién, ¡qué chingón! Ten por seguro que por más chido que te sientas a muchos otros no les parece tampoco tu manera de vestir o lo que tú haces, pero tus gustos y acciones serán respetados el día que empieces a respetar los de otros.

Se pierde tanto tiempo hablando de terceros sin mirarnos primero a nosotros mismos que muchas veces no te das cuenta de que eso que tanto te molesta de otro es porque algún efecto tiene en ti, sea positivo o negativo. Por ejemplo, mi rechazo a las vestidas viene (como lo conté hace años en otro artículo) del acoso que recibí por parte de un travesti a los 12 años en el baño público de un balneario. Y acepto que mi mente aún no supera ese capítulo de mi vida que me dejó marcado hasta la actualidad.

La cosa es esta: Yo sé de dónde viene mi intolerancia, sé por qué me cuesta ver a una vestida con buenos ojos, sé que aunque sea estúpido mi cerebro está generalizando de una forma que no debería derivado de una experiencia aislada en el pasado. Pero sé perfectamente que mis pedos van mucho más allá de un simple desacuerdo.

Hoy te pregunto: ¿Tú sabes de dónde viene tu intolerancia hacia los que no cumplimos con tus estándares? ¿Eres de los que presume de una aceptación general inexistente y juzga escudándose en opiniones basadas en creencias estúpidas? ¿O tienes motivos especiales y con mayores argumentos que un simple "porque no me gusta"? Abiertamente he aceptado que tengo un issue con aquellos hombres que gustan de travestirse, pero jamás he dicho en privado o públicamente que sean menos valiosos que yo o que cualquiera, nunca me he expresado con odio hacia ellos. ¿He discriminado? ¡Claro? Como TODOS los que me están leyendo, porque sería estúpidamente hipócrita decir que no lo he hecho, pero mi discriminación ha sido no acercarme, mantenerme al margen, sin ofensas ni comentarios despectivos siquiera en redes sociales, respetarlos en todo momento. ¿Tú puedes decir lo mismo? Si no es así te lo voy a repetir, CÁLLATE LA BOCA y dedícate a vivir tu vida, actúa con los demás como quisieras que actúen contigo, porque sin razones, argumentos válidos o motivos reales sólo quedas como un pendejo y a nadie le interesa la opinión de un imbécil.

P.D: Mi pila está a punto de morir y sólo quiero decir una última cosa: Qué bonita es la ciudad de Guaymas.

miércoles, 15 de junio de 2016

Cuando te dejé por otro...

Imagen: revistaviag.com.br


Pues sí, Taylor Swift atacó de nuevo y sólo después de 2 semanas de haber terminado con Calvin Harris empezó un nuevo romance con Tom Hiddleston. A pesar de que su ruptura se dio en los mejores términos, muchos ya andan diciendo por ahí que Taylor y Tom ya se traían algo desde que se conocieron hace un mes en la MET Gala y que es la razón por la que ella botó al DJ.

No les estoy contando esto porque sea mega fan de Taylor Swift (que sí lo soy) y me interese su vida amorosa, sino porque esto me recordó a aquella vez en la que estando en una relación me dejé conquistar por alguien más sin siquiera darme cuenta. ¡Ajá! Seguro ahorita estás pensando que me vi muy puto y que no es posible que uno no se de cuenta de que alguien está tratando de ligárselo, y tienes razón. La neta es que uno lo sabe, y si lo permite es por una simple razón: ya no es feliz con su pareja.

De esto hace apenas 4 años. Yo estaba en la que ha sido mi última relación estable y motivada por el amor puro. Sólo duramos 6 meses pero hasta el día de hoy ninguno ha podido hacerme sentir todo lo que sentí con él. Aún así terminamos y a la semana de eso yo ya estaba saliendo con alguien más. Un “alguien más” que estuvo presente durante las últimas semanas de mi relación (pero que había conocido aún antes de conocer a mi novio), que fungió como amigo y como confidente, alguien que había estado esperando el momento correcto para hacer el siguiente movimiento conmigo.

La neta sí me gustaba, desde que lo vi me llamó la atención y quise conocerlo. Pero cosas del destino, él no mostró interés en mí y a los pocos meses conocí a alguien que me enamoró poco a poco y empezando por la mente, no por el cuerpo ni el corazón. Nuestra relación fue rápida y entregada. A los 2 meses de salir nos mudamos juntos, fue la 1ª vez que me sentí tan seguro de mis sentimientos como para compartir todo con alguien así sin pensarlo dos veces, obedeciendo al impulso. El chiste es que terminamos.

Y aunque hasta el día de hoy creo que la razón principal fue la diferencia de personalidades y planes de vida,  una parte de mi sabe que algo esencial fue que sabía muy en el fondo que había alguien por quien me sentía muy atraído esperando a que yo estuviera soltero. Empezamos a salir bajo mi condición de no “hacerlo público” (vivía en un lugar pequeño y a los dos minutos mi ex podía enterarse), pero la atracción, la emoción, el enamoramiento de quinceañera y la inmadurez ayudaron para que todo me valiera madre y a las 3 semanas de haber empezado a salir con él (y 5 de haber terminado mi última relación) ya hiciéramos oficial el noviazgo (literal, hasta con su madre). ¿Quién puede resistir a un beso mientras están sentados en la arena bajo un cielo estrellado frente al mar?

En ese momento no escuché a mis amigos que me aconsejaban tomarlo con calma, que decían que estaba usando al nuevo para reemplazar al otro, que no estaba listo para enamorarme otra vez. No tenían razón, la verdad es que mis sentimientos por mi ex estaban secos hace tiempo, no les voy a dar más detalles pero ninguno de los dos éramos felices estando juntos, y si algo definió nuestra relación fue la honestidad y el respeto por la felicidad del otro, no me sentía culpable.

Los años han pasado y hoy me doy cuenta de que en realidad no estaba listo, que a pesar de que por dos meses fui feliz (y no es cierto porque de los dos meses que duró mi relación, el segundo mes fue de aceptar que él me iba a dejar), debí tomarme mi tiempo y darle el debido respeto a alguien que había apostado por mí y al que había amado. Bien dicen por ahí que lo que mal empieza mal termina, y después de esa y otras metidas de pata he aprendido que aunque suene a dicho que tu abuelita diría, es completamente cierto.

Si hoy me preguntas con cuál de mis ex volvería sólo puedo pensar en ese al que dejé por otro sin darme cuenta, ¿sería posible? Quizá no, porque aún antes de que él supiera que había alguien más había decidió en conjunto dar por terminada la relación. Eso no quita de mi cabeza que ha sido el mejor hombre que he conocido en la vida y al que he amado más honestamente que a cualquier otro, incluso si sólo fue por un corto lapso de tiempo. El único del que tengo un tatuaje que me lo recuerda todos los días y del que no me arrepiento.

¿A dónde iba con todo esto? La verdad es que ya no lo recuerdo, lo que sé es que a ambos hombres dentro de esta historia les debo mucho, a uno el haber madurado y dejar de ser un estúpido que no sabía qué quería a futuro, y a otro el haberme dado la alegría más grande de mi vida, mi perro Mateo.


Es curioso, pero desde esa anécdota hace 4 años mi vida amorosa ya no es la misma. Muchos han pasado pero ninguno con la importancia para quedarse, ninguno con  la entrega del que lo dará todo, nadie que enamore primero mi mente que mi cuerpo o mi corazón. Quizá le deba todo al karma,  es posible. Pero si de algo estoy seguro es de que no me arrepiento de nada, que aunque sé que para muchos no hice bien, hoy puedo mantener una relación amistosa con mis dos ex novios, porque lo importante no es lo que haces en el momento sino el aprendizaje y la experiencia que te llevas de cada uno, y así.

domingo, 12 de junio de 2016

Más amor, por favor




“Me siento  muy triste hoy, muy vulnerable, con mucho coraje. Las amo mucho y les agradezco el amarme y aceptarme como soy, ojalá muchos tuvieran familias como la mía y educaran a sus hijos con amor y respeto hacia otros”. Gracias.”

Hace unas horas mandé ese mensaje a mi mamá y hermana después de enterarme de la masacre en Pulse, antro gay en Orlando Florida. 50 personas murieron y al menos otras 50 fueron heridas en el que ya es el tiroteo más terrible en la historia de los Estados Unidos, un crimen de odio por el que el Estado Islámico ya tomó responsabilidad. Iba en el Metrobús cuando tuve oportunidad de leer la noticia completa, y no pude evitar llorar a pesar de estar en público porque aunque me sentí demasiado abatido por las víctimas y sus familias así como por toda la comunidad LGBTI, me sentí mucho peor al darme cuenta de que de cierta forma yo he colaborado promoviendo la intolerancia.

Quienes me conocen; ya sea en persona o porque siempre me leen, sabrán que no tengo reparo alguno al dar mi opinión acerca de todos los temas, mucho más cuando se habla del mundo homosexual. Sabrán entonces que tampoco oculto mi disgusto o molestia con ciertas actitudes que muchos homosexuales tienen. Yo mismo utilizo la palabra “joto” todo el tiempo, pero en mi mente no le veo el sentido negativo, la uso tanto para referirme a mí mismo como a otros. Quizá no me doy cuenta que para personas intolerantes no es de la misma manera, y que ellos sólo ven el sentido homofóbico de la palabra.

Soy intolerante, siempre lo he aceptado. Se me ha dicho que busco imitar el actuar heterosexual con tal de pertenecer al grupo mayoritario, que tengo doble moral y que no respeto todas las formas de diversidad que existen en nuestra comunidad, sí, nuestra, porque aunque pueda no estar de acuerdo con la forma en la que muchos contribuyen a la imagen negativa que tiene la vida gay, sigo siendo parte de ella. Y hoy me siento muy triste.

Triste porque, como lo dijo en su campaña un hombre con el que hace poco tuve el placer de trabajar: “¿Tolerancia? ¿Por qué tenemos que “tolerar” algo que es normal?” Y tiene toda la razón, porque la palabra “tolerancia” tiene hasta cierto punto un sentido negativo.  ¿Por qué tengo que tolerar que alguien sea demasiado afeminado? ¿Por qué tengo que tener qué tolerar a aquellos que gustan vestirse de mujer por las noches y tener una doble vida llamada “drag”? No debería tener que tolerarlos, porque su comportamiento es tan normal como el mío. Espero que puedan ver hacia donde voy.

Yo mismo he propagado el odio en muchas de mis publicaciones sin darme cuenta, o quizá siendo plenamente consciente. Hace poco un seguidor me escribió “Tenga cuidado, porque no sabe el alcance y el impacto que tienen sus opiniones”. Y efectivamente, después de un par de años de escribir, de más de 100 artículos publicados y otros cientos de mensajes y correos de lectores y amigos, todavía no lo sé. Porque si en verdad estuviera consciente de ello me habría dado cuenta de que con 1, de los más de 2 millones de personas que me han leído al día de hoy , que se identifique conmigo y con mis palabras, con eso estoy contribuyendo a un cambio, para bien o para mal.  


Jamás he tratado de esparcir odio o promover la falta de respeto hacia otros. Homosexuales o no. Jamás he creído que alguien merezca más la vida que otro, sea quien sea, porque así no es como me educaron y no es como pienso. Siempre he defendido mi punto de vista y lo seguiré haciendo, pero eso no quiere decir que la forma en la que yo veo las cosas sea la correcta. Sé que al igual que a muchos, aún me falta mucho por aprender y un largo camino por recorrer, errores que afrontar y malas decisiones por tomar antes de aprender lecciones de vida.

Pero hoy no entiendo cómo es que mi vida puede llegar a estar en manos de alguien lleno de odio y que un día pueda pasarme algo sólo por el hecho de ser quien soy. No entiendo que alguien pueda sentirse con el derecho de decidir si debo vivir o no basado en SUS creencias. No entiendo cómo es que por mucho tiempo yo he hecho lo mismo al juzgar a otros, no con violencia física, pero quizá sí verbal. Sé que es imposible cambiar de un día para otro, pero la violencia que se sigue viviendo contra los homosexuales no sólo en Estados Unidos, sino en todo el mundo y en nuestro mismo México aún en nuestros tiempos me deja con una gran experiencia.

Y es que no importa si ser gay no me define, pero sigue siendo parte de lo que soy. Y como hombre gay no puedo no sentirme ofendido por tantos actos de odio. Sí, quizá a mí no me ha tocado la discriminación que sufren tantos gays, travestis, transexuales u hombres afeminados, quizá hasta ahora he vivido cómodo sin ser completamente parte de la comunidad homosexual ni seguir llevando una vida que imite a la heterosexual, pero eso no quiere decir que por ello no me afecte lo que suceda a gente como yo. Personas gay sin importar su nivel económico, de estudios, color de piel, idioma o estilo de vida.

Si bien creo que el respeto es fundamental para lograr una vida plena, creo que la educación es aun mucho más fundamental para lograr el mismo fin. Los filtros de Facebook y mensajes no van a cambiar nada, quizá ni siquiera esta columna va a lograr un cambio, pero lo que sí lo hará es la educación que les estamos dando a los niños y adolescentes de ahora. A nuestros hermanos, sobrinos, primos o hijos. Tenemos que educar con amor y respeto hacia los otros, decirles que es normal que dos personas se amen sin importar su sexo, que está bien que haya gente distinta, que somos iguales a cualquier ser humano, a cualquier animal.

Sólo así una persona tiene oportunidad de crecer con una mente y corazón sanos, sólo así podemos empezar a cambiar al mundo desde hoy. Tardé 14 años en decirle a mi sobrina que era gay por miedo al rechazo, aún sabiendo que me ama más de lo que otra persona en el mundo, tenemos que dejar ese miedo a un lado y hablar con ellos del tema como cuando hablamos de la escuela. Tenemos que enseñarles que no hay motivo para sentir vergüenza o temor.  Pero lo más importante es que nunca dejemos de educarnos a nosotros mismos.


Hoy me siento triste, vulnerable y lleno de coraje, pero hoy más que nunca sé que los gays tenemos que seguir luchando por ser aceptados dentro de la sociedad como iguales, algunos lo harán marchando, otros siendo quienes son, otros adoptando un estilo de vida o sexo diferente, algunos más casándose o adoptando, otros lo haremos a través de palabras o legalidades, pero cada día es una lucha constante, y no importa cómo decidas enfrentarla, lo importante es que no seamos indiferentes al respecto, y eso nos incluye tanto a los que somos gays como a los que no. Más amor, por favor.

lunes, 8 de febrero de 2016

Él no va a cambiar por ti


Sé que no soy el único con síndrome de superhéroe allá afuera. Sí, probablemente tú que me estás leyendo en este momento padeces del mismo mal y no te has dado cuenta. Y es que la realidad es que existimos millones de superhéroes emocionales caminando por las calles en este momento. Esos que creemos que tenemos la capacidad y la valentía suficiente para aventarnos uno de los retos más grandes e imposibles del mundo, cambiar a alguien.

El ser humano por naturaleza tiene un sentido especial que lo lleva a crear lazos entre sí, algunos más fuertes que otros, pero casi todos hemos experimentado alguna vez el fuerte y a la vez estúpido deseo de ayudar a alguien, ya sea que hablemos de familia, amigos o compañeros. Pero otros tantos de nosotros también hemos estado en esa extraña situación en la que el objetivo a ayudar se trata nada más y nada menos que tu pareja.

Cuando empiezas a salir con alguien es lógico que inviertan algún tiempo en conocerse, intercambiar pensamientos, hablar de sus aficiones o identificar aquellas cosas que tienen en común, y aunque en algunos casos el lazo puede formarse casi inmediatamente, en otros no resulta tan sencillo lograr que la otra persona sienta o tenga interés por lo que nos está provocando. Y es ahí cuando nuestro foco emocional empieza a parpadear incitándonos a hacer algo más para demostrarlo.

Debo reconocer que yo soy de esos enfermos que siempre terminan enamorándose de tipos con pedos mentales o emocionales muy cabrones. Ya sea porque desde chicos les fue de la mierda o porque hayan decidido que así les gusta ser, el chiste es que un gran porcentaje de mis ligues o parejas han sido tipos con algún tipo de problema emocional fuertemente arraigado. Ya sé lo que estás pensando y en parte tienes razón, absolutamente TODOS venimos arrastrando problemas emocionales, la diferencia aquí es que existen muchos que tratan de resolver el misterio de otra persona antes de enfocarse en el suyo.

Nadie va a cambiar por ti. Es así de sencillo, y no importa lo que digas o hagas para remediarlo. Cuando una persona nos gusta, y la atracción es mutua, muchas veces nos obligamos a aceptar cosas que normalmente no nos gustarían en él. Que si los tatuajes, el estilo de vida, su estátus social o el que sea de clóset, si su personalidad es chingona o si es un antiosocial, el caso es que creemos que podemos trabajar en todas esas cosas que no nos laten tanto para poco a poco lograr irlas cambiando.
Pero, ¿por qué insistimos en creer que el amor es modificar a una persona a tu gusto? Tan fácil como que si no te gusta que un vato sea fiestero, no salgas con uno. Si te aburre que sea tranquilo y siempre esté en casa, búscate uno que disfrute salir, o si realmente quieres estar con alguien cariñoso, deja de torturarte estando con el que no demuestra el grado de cariño que sigues esperando sentir de su parte. Las personas no van a cambiar por ti.
Si eres como yo, una voz en tu mente te estará diciendo en este momento que sí es posible que alguien modifique su comportamiento si en verdad te quiere, pero si en serio eres como yo, sabrás que por más cómodo que te haga sentir el hecho de que tu wey se encierre en tu depa todos los fines para una sesión de “Netflix and Chill” cediendo a tus deseos, en el fondo no estás siendo más que un tirano que le prohíbe hacer cosas que le gustan únicamente para que TÚ te sientas mejor, y a la larga eso sólo puede provocar 2 cosas: O que se vaya a la mierda por no poder seguir siendo él mismo, o que se quede a tu lado para ser una persona miserable que solamente hace lo que la otra le permite. ¿Y en dónde queda la libertad?

Por más culero que suene, la realidad es que una persona no te puede gustar a medias. O es o no es, y por más que creamos que con el tiempo algunas cosas se pueden modificar, lo único que estamos haciendo es aceptando que nuestra pareja no nos llena por completo por lo que es, y que preferimos moldearlo a nuestra forma para hacerlo “perfecto”. Y es aquí cuando me pongo a pensar que el concepto del amor que tenemos está mucho muy lejos de ser el indicado.

El vato que te va a hacer feliz no es aquél que se comporte de la manera en la que quieres que lo haga, sino aquél que siendo él mismo va a hacerte sonreír todo el tiempo, ese que te emocione ver sin que te importe qué tipo de ropa esté usando, con el que te vale si hacen ridiculeces en público o si se la pasa haciendo comentarios estúpidos. Existe el hombre al que no le pidas que se vista de tal forma para conocer a tu familia, porque sin que se lo tengas que decir sabe que es una ocasión importante para ti y sabrá vestirse de tal forma que pueda sentirse cómodo sin quedar mal con ellos.

Más allá de eso, existimos hombres que parecemos un desmadre emocional y que podrías pensar que queremos conocer a aquél que nos va a salvar de la tortura sentimental en la que vivimos, así como también está la contra parte que quiere ser el salvador que le hará abrir los ojos y ver que el amor real sí existe, pero la verdad es que ni uno está pidiendo ayuda, ni el otro tendría que tomar la responsabilidad de hacerlo. Las relaciones no funcionan así.

Lo que estás haciendo es esperando que alguien se quede a tu lado por agradecimiento, no por amor. Que valore todo lo que hiciste por él y eso lo anime a quedarse, sabiendo que si está contigo es por lo que te debe, no porque totalmente lo desea. ¿En serio ese es el tipo de “amor” que crees que mereces? Date cuenta, cuando tratamos de cambiar a alguien se trata en realidad de cambios que tenemos que hacer con nosotros mismos.


Es muy sencillo pensar que si alguien quiere estar contigo tiene que acoplarse a ti, lo difícil viene cuando eres tú el que tiene que acoplarse al otro. Cuando eres al que tratan de cambiar, cuando crees que necesitas ser diferente para estar con ese alguien, cuando te vas olvidando de ti mismo por ser lo que el otro espera, más difícil aún cuando ves que poco a poco tú estás cambiando por alguien, pero que nadie está cambiando por ti.


Y es que hay una cosa que debemos tener muy clara… Aunque alguien cambie hasta ser perfecto ante tu mirada, siempre es más atractivo alguien cuya personalidad auténtica nos haga voltearlo a ver, más que ese que creemos poder cambiar con el tiempo. Y es que si somos honestos con nosotros mismos entonces tenemos que reconocer que queremos encontrar a alguien que nos ame como somos sin intentar cambiarnos, y será cuando tengamos la madurez de aceptar eso que podamos aceptar también que lo mismo ocurre del otro lado, y que él no va a cambiar por ti.   

Me rehúso a ser un gym freak



Desde tiempos ancestrales los gays hemos vivido a la sombra de un estereotipo por demás establecido en la sociedad. Se nos ha encasillado en profesiones como estilistas, diseñadores, decoradores, planeadores, etc. así como también se nos relaciona en extremo con la moda, las tendencias, la belleza y el cuidado físico.

Dicho esto, se podría entender que para ser el homosexual “perfecto” uno está casi obligado a ser una reproducción del muñeco Ken, ese de cara cincelada por los dioses y cuerpo de surfista californiano. La verdad es que nadie sabe a qué se dedica Ken, qué le gusta, si lee o prefiere cocinar, o si tiene la capacidad de sostener una conversación interesante, pero a nadie le importa. Ken se ve bien y en el mundo gay eso es más que suficiente.

Quisiera decir que este absurdo sistema de aceptación va desapareciendo poco a poco de nuestras formas de interacción, que las nuevas generaciones son mucho menos superficiales y más consientes, que el rechazarnos unos a otros por cuestiones físicas va quedando en el pasado, pero no. En realidad está ocurriendo todo lo contrario.

Los chavos de ahora son mucho más banales que esos que ya andamos rondando los 30, desde muy chicos tienen el entendimiento de que para “triunfar” en el ambiente gay y ser notado (y probablemente respetado) hay que ser bien “perrita”, y no nada más en actitud, sino también; y prioritariamente, en la forma en que te ves. Por ello gran cantidad de vatos de todas las edades abarrotan los gimnasios por toda la ciudad, buscando siempre mejores cuerpos que les abran las puertas a mejores ligues y les refuerce la autoestima.

No importa si eres gordo, flaco, alto o chaparro. Siempre TIENES QUE ir al gym, ejercitarte, cuidarte y trabajar en un físico ideal. Pero, ¿por qué lo hacen en realidad? ¿Por salud, por gustarse a sí mismos, o por seguir una tendencia que en lo personal me parece deprimente? Va, que a lo mejor van a pensar que estoy exagerando, pero no. Existen muchos chavos que se matan haciendo dietas y yendo al gimnasio para complacer a otros, para sentirse más seguros y salir a la calle con un poco más de confianza, para poder sacarse una foto y subirla a Facebook sabiendo que no van a hacer el ridículo, y que eso les va a traer muchas más posibilidades de conocer hombres guapos con quienes ligar, coger, ¿o quién sabe? Igual y también puede ayudarles a encontrar el amor más rápido que a los pobres y esqueléticos mortales.

Pero la realidad es que por más músculos que tengan, el ex gordo siempre se sentirá gordo y acomplejado, así como el ex flaco siempre querrá más y nunca le será suficiente, quizá aprendan a sentirse cómodos con su nuevo cuerpo, pero lo que vean al espejo será completamente diferente. Y es que la única clave para sentirse bien es aceptarse y quererse a sí mismos. En mi caso, por años me han presionado todo el tiempo para que me meta al gym, diciendo que por mi delgadez será mucho más rápido marcar, que no soy particularmente feo y puedo lograr mucho más con un cuerpo trabajado, hasta han tenido el descaro de decir que “le gusto, pero no sale conmigo porque soy muy flaco”.

El problema aquí no es si me ejercito o no, el verdadero problema es que existan personas tan idiotas diciendo ese tipo de cosas y rechazando gente sólo porque no entra en su ideal superficial de hombre perfecto. ¿Acaso no se dan cuenta de que existen otros con una autoestima vulnerable, y a los que un comentario de ese tipo puede marcarlos de por vida?

Mis estimados gym freaks, aunque ustedes puedan no creerlo o pensar que es imposible, existimos gays 100% contentos con nuestros cuerpos flacos, seguros de nosotros mismos y que no necesitamos un cumplido de su parte para sentir confianza, que amamos la forma en que nos vemos y preferimos llegar a estar con alguien que haga lo mismo que con uno que pretenda cambiarnos. Existimos gays a los que nos importa poco la marca de la ropa, el restaurante en el que comemos o dónde vacacionamos, gays que preferimos leer a Xavier Velasco que hojear una Men’s Health. Gays que preferimos ser “perras” por nuestros logros personales y profesionales más que por aquellas razones por las que comúnmente llamamos a alguien así en el ambiente. Gays que no crecimos con el muñeco Ken como referencia, y que seguimos agradecidos por ello.



No estoy afirmando que todos los afectos al gym sean iguales, ni que todos los flacos estemos contentos con cuerpos de adolescente, lo que estoy tratando de decir en estas líneas es que ya vivimos dentro de un ambiente en el que por default se nos pone un peso sobre los hombros que nos dice que tenemos que ser atractivos, pero no por ello tenemos que cargarlo como se nos demanda. Porque atractivo no es aquél que se esfuerza en serlo, sino ese que lo es sin siquiera darse cuenta, más allá de su físico o su mente, pero más por su actitud.