lunes, 8 de febrero de 2016

Él no va a cambiar por ti


Sé que no soy el único con síndrome de superhéroe allá afuera. Sí, probablemente tú que me estás leyendo en este momento padeces del mismo mal y no te has dado cuenta. Y es que la realidad es que existimos millones de superhéroes emocionales caminando por las calles en este momento. Esos que creemos que tenemos la capacidad y la valentía suficiente para aventarnos uno de los retos más grandes e imposibles del mundo, cambiar a alguien.

El ser humano por naturaleza tiene un sentido especial que lo lleva a crear lazos entre sí, algunos más fuertes que otros, pero casi todos hemos experimentado alguna vez el fuerte y a la vez estúpido deseo de ayudar a alguien, ya sea que hablemos de familia, amigos o compañeros. Pero otros tantos de nosotros también hemos estado en esa extraña situación en la que el objetivo a ayudar se trata nada más y nada menos que tu pareja.

Cuando empiezas a salir con alguien es lógico que inviertan algún tiempo en conocerse, intercambiar pensamientos, hablar de sus aficiones o identificar aquellas cosas que tienen en común, y aunque en algunos casos el lazo puede formarse casi inmediatamente, en otros no resulta tan sencillo lograr que la otra persona sienta o tenga interés por lo que nos está provocando. Y es ahí cuando nuestro foco emocional empieza a parpadear incitándonos a hacer algo más para demostrarlo.

Debo reconocer que yo soy de esos enfermos que siempre terminan enamorándose de tipos con pedos mentales o emocionales muy cabrones. Ya sea porque desde chicos les fue de la mierda o porque hayan decidido que así les gusta ser, el chiste es que un gran porcentaje de mis ligues o parejas han sido tipos con algún tipo de problema emocional fuertemente arraigado. Ya sé lo que estás pensando y en parte tienes razón, absolutamente TODOS venimos arrastrando problemas emocionales, la diferencia aquí es que existen muchos que tratan de resolver el misterio de otra persona antes de enfocarse en el suyo.

Nadie va a cambiar por ti. Es así de sencillo, y no importa lo que digas o hagas para remediarlo. Cuando una persona nos gusta, y la atracción es mutua, muchas veces nos obligamos a aceptar cosas que normalmente no nos gustarían en él. Que si los tatuajes, el estilo de vida, su estátus social o el que sea de clóset, si su personalidad es chingona o si es un antiosocial, el caso es que creemos que podemos trabajar en todas esas cosas que no nos laten tanto para poco a poco lograr irlas cambiando.
Pero, ¿por qué insistimos en creer que el amor es modificar a una persona a tu gusto? Tan fácil como que si no te gusta que un vato sea fiestero, no salgas con uno. Si te aburre que sea tranquilo y siempre esté en casa, búscate uno que disfrute salir, o si realmente quieres estar con alguien cariñoso, deja de torturarte estando con el que no demuestra el grado de cariño que sigues esperando sentir de su parte. Las personas no van a cambiar por ti.
Si eres como yo, una voz en tu mente te estará diciendo en este momento que sí es posible que alguien modifique su comportamiento si en verdad te quiere, pero si en serio eres como yo, sabrás que por más cómodo que te haga sentir el hecho de que tu wey se encierre en tu depa todos los fines para una sesión de “Netflix and Chill” cediendo a tus deseos, en el fondo no estás siendo más que un tirano que le prohíbe hacer cosas que le gustan únicamente para que TÚ te sientas mejor, y a la larga eso sólo puede provocar 2 cosas: O que se vaya a la mierda por no poder seguir siendo él mismo, o que se quede a tu lado para ser una persona miserable que solamente hace lo que la otra le permite. ¿Y en dónde queda la libertad?

Por más culero que suene, la realidad es que una persona no te puede gustar a medias. O es o no es, y por más que creamos que con el tiempo algunas cosas se pueden modificar, lo único que estamos haciendo es aceptando que nuestra pareja no nos llena por completo por lo que es, y que preferimos moldearlo a nuestra forma para hacerlo “perfecto”. Y es aquí cuando me pongo a pensar que el concepto del amor que tenemos está mucho muy lejos de ser el indicado.

El vato que te va a hacer feliz no es aquél que se comporte de la manera en la que quieres que lo haga, sino aquél que siendo él mismo va a hacerte sonreír todo el tiempo, ese que te emocione ver sin que te importe qué tipo de ropa esté usando, con el que te vale si hacen ridiculeces en público o si se la pasa haciendo comentarios estúpidos. Existe el hombre al que no le pidas que se vista de tal forma para conocer a tu familia, porque sin que se lo tengas que decir sabe que es una ocasión importante para ti y sabrá vestirse de tal forma que pueda sentirse cómodo sin quedar mal con ellos.

Más allá de eso, existimos hombres que parecemos un desmadre emocional y que podrías pensar que queremos conocer a aquél que nos va a salvar de la tortura sentimental en la que vivimos, así como también está la contra parte que quiere ser el salvador que le hará abrir los ojos y ver que el amor real sí existe, pero la verdad es que ni uno está pidiendo ayuda, ni el otro tendría que tomar la responsabilidad de hacerlo. Las relaciones no funcionan así.

Lo que estás haciendo es esperando que alguien se quede a tu lado por agradecimiento, no por amor. Que valore todo lo que hiciste por él y eso lo anime a quedarse, sabiendo que si está contigo es por lo que te debe, no porque totalmente lo desea. ¿En serio ese es el tipo de “amor” que crees que mereces? Date cuenta, cuando tratamos de cambiar a alguien se trata en realidad de cambios que tenemos que hacer con nosotros mismos.


Es muy sencillo pensar que si alguien quiere estar contigo tiene que acoplarse a ti, lo difícil viene cuando eres tú el que tiene que acoplarse al otro. Cuando eres al que tratan de cambiar, cuando crees que necesitas ser diferente para estar con ese alguien, cuando te vas olvidando de ti mismo por ser lo que el otro espera, más difícil aún cuando ves que poco a poco tú estás cambiando por alguien, pero que nadie está cambiando por ti.


Y es que hay una cosa que debemos tener muy clara… Aunque alguien cambie hasta ser perfecto ante tu mirada, siempre es más atractivo alguien cuya personalidad auténtica nos haga voltearlo a ver, más que ese que creemos poder cambiar con el tiempo. Y es que si somos honestos con nosotros mismos entonces tenemos que reconocer que queremos encontrar a alguien que nos ame como somos sin intentar cambiarnos, y será cuando tengamos la madurez de aceptar eso que podamos aceptar también que lo mismo ocurre del otro lado, y que él no va a cambiar por ti.   

Me rehúso a ser un gym freak



Desde tiempos ancestrales los gays hemos vivido a la sombra de un estereotipo por demás establecido en la sociedad. Se nos ha encasillado en profesiones como estilistas, diseñadores, decoradores, planeadores, etc. así como también se nos relaciona en extremo con la moda, las tendencias, la belleza y el cuidado físico.

Dicho esto, se podría entender que para ser el homosexual “perfecto” uno está casi obligado a ser una reproducción del muñeco Ken, ese de cara cincelada por los dioses y cuerpo de surfista californiano. La verdad es que nadie sabe a qué se dedica Ken, qué le gusta, si lee o prefiere cocinar, o si tiene la capacidad de sostener una conversación interesante, pero a nadie le importa. Ken se ve bien y en el mundo gay eso es más que suficiente.

Quisiera decir que este absurdo sistema de aceptación va desapareciendo poco a poco de nuestras formas de interacción, que las nuevas generaciones son mucho menos superficiales y más consientes, que el rechazarnos unos a otros por cuestiones físicas va quedando en el pasado, pero no. En realidad está ocurriendo todo lo contrario.

Los chavos de ahora son mucho más banales que esos que ya andamos rondando los 30, desde muy chicos tienen el entendimiento de que para “triunfar” en el ambiente gay y ser notado (y probablemente respetado) hay que ser bien “perrita”, y no nada más en actitud, sino también; y prioritariamente, en la forma en que te ves. Por ello gran cantidad de vatos de todas las edades abarrotan los gimnasios por toda la ciudad, buscando siempre mejores cuerpos que les abran las puertas a mejores ligues y les refuerce la autoestima.

No importa si eres gordo, flaco, alto o chaparro. Siempre TIENES QUE ir al gym, ejercitarte, cuidarte y trabajar en un físico ideal. Pero, ¿por qué lo hacen en realidad? ¿Por salud, por gustarse a sí mismos, o por seguir una tendencia que en lo personal me parece deprimente? Va, que a lo mejor van a pensar que estoy exagerando, pero no. Existen muchos chavos que se matan haciendo dietas y yendo al gimnasio para complacer a otros, para sentirse más seguros y salir a la calle con un poco más de confianza, para poder sacarse una foto y subirla a Facebook sabiendo que no van a hacer el ridículo, y que eso les va a traer muchas más posibilidades de conocer hombres guapos con quienes ligar, coger, ¿o quién sabe? Igual y también puede ayudarles a encontrar el amor más rápido que a los pobres y esqueléticos mortales.

Pero la realidad es que por más músculos que tengan, el ex gordo siempre se sentirá gordo y acomplejado, así como el ex flaco siempre querrá más y nunca le será suficiente, quizá aprendan a sentirse cómodos con su nuevo cuerpo, pero lo que vean al espejo será completamente diferente. Y es que la única clave para sentirse bien es aceptarse y quererse a sí mismos. En mi caso, por años me han presionado todo el tiempo para que me meta al gym, diciendo que por mi delgadez será mucho más rápido marcar, que no soy particularmente feo y puedo lograr mucho más con un cuerpo trabajado, hasta han tenido el descaro de decir que “le gusto, pero no sale conmigo porque soy muy flaco”.

El problema aquí no es si me ejercito o no, el verdadero problema es que existan personas tan idiotas diciendo ese tipo de cosas y rechazando gente sólo porque no entra en su ideal superficial de hombre perfecto. ¿Acaso no se dan cuenta de que existen otros con una autoestima vulnerable, y a los que un comentario de ese tipo puede marcarlos de por vida?

Mis estimados gym freaks, aunque ustedes puedan no creerlo o pensar que es imposible, existimos gays 100% contentos con nuestros cuerpos flacos, seguros de nosotros mismos y que no necesitamos un cumplido de su parte para sentir confianza, que amamos la forma en que nos vemos y preferimos llegar a estar con alguien que haga lo mismo que con uno que pretenda cambiarnos. Existimos gays a los que nos importa poco la marca de la ropa, el restaurante en el que comemos o dónde vacacionamos, gays que preferimos leer a Xavier Velasco que hojear una Men’s Health. Gays que preferimos ser “perras” por nuestros logros personales y profesionales más que por aquellas razones por las que comúnmente llamamos a alguien así en el ambiente. Gays que no crecimos con el muñeco Ken como referencia, y que seguimos agradecidos por ello.



No estoy afirmando que todos los afectos al gym sean iguales, ni que todos los flacos estemos contentos con cuerpos de adolescente, lo que estoy tratando de decir en estas líneas es que ya vivimos dentro de un ambiente en el que por default se nos pone un peso sobre los hombros que nos dice que tenemos que ser atractivos, pero no por ello tenemos que cargarlo como se nos demanda. Porque atractivo no es aquél que se esfuerza en serlo, sino ese que lo es sin siquiera darse cuenta, más allá de su físico o su mente, pero más por su actitud.