jueves, 30 de junio de 2016

Falsa tolerancia: Todos los gays discriminan a otros




Estoy en un vuelo de Sonora camino a la Ciudad de México, tomándome un vaso de vino en el avión (sí, un vaso, porque esto no es primera clase) después de un viaje de trabajo. Me encuentro severamente cansado después de haber pasado todo el día entre comidas y juntas en un clima infernal y este es mi segundo vuelo en el día. Quisiera al menos dormir un poco pero nunca he podido dormir en los aviones. Además de que la inspiración ha llegado de la nada así que me decidí a escribir en las notas de mi iPhone; y con el 12% de pila que me queda, acerca de algo que lleva semanas dando vueltas en mi cabeza. 

Y es que por mucho tiempo se me ha juzgado por criticar a las vestidas y drag queens;  porque no es secreto que aún a pesar de mi intento de apertura y comprensión me sigue siendo difícil poder convivir con ellas. La realidad es que no tengo por qué si ninguna ha pertenecido a mi círculo cercano jamás, y siendo así no tengo motivos para hacerlo.

El punto no es ese, el punto es que muchas de esas personas que se han llenado la boca hablando de mi intolerancia no se dan cuenta de que ellos también carecen de tolerancia. Vamos, que a pesar de creerse incluyentes y tolerantes muchos de los que conozco critican y juzgan a los homosexuales "fresas" o posers, a aquellos que van a antros caros y prefieren comprar una de Moët que una caguama. Piensa... ¿Acaso comprar una chela te hace más tolerante o auténtico? No señores, así como tampoco el beber champaña los hace mejores que otros. Es EXACTAMENTE lo mismo.

No importa qué tan auténticos se crean, o tolerantes e inclusivos. Al final del cuento son exactamente tan discriminantes como aquellos a los que tanto critican, sólo visten diferente, van a otros lugares y tienen otro tipo de amistades, pero no por eso están actuando de manera distinta. Siguen siendo gays criticando gays que si porque es posona, que si porque no es "del barrio", porque presume en Instagram sus viajes o salidas de fin de semana. Y todo sin darse cuenta de que también ellos hacen LO MISMO. ¿O por qué piensan que son diferentes? La neta es igual publicar una foto en donde estás en Tepito durante tu tarde de domingo que una en Las Vegas un viernes por la noche, cuestión de gustos.

Si tanta tolerancia tienen, ¿por qué son intolerantes ante otro tipo de homosexuales que no cumplan con su expectativa o estereotipo de gay "socialmente aceptable" dentro de su cerrado pensamiento personal? ¿Acaso su tan presumida tolerancia tiene límites cuando lo que ven les caga por motivos personales? Si es así, déjenme decirles que están mucho más jodidos que yo o que muchos otros. Porque al menos uno tiene los huevos de aceptar el estúpido rechazo que siente hacia una parte de la comunidad gay (y no por eso digo que esté bien), pero lo hace sin dárselas de buen pedo y tolerante. La realidad es que en su mayoría aquellos que nos critican a los que no cumplimos con sus fantásticas expectativas se escudan dando una imagen que dista mucho de la realidad.

No importa si van a un antro en el centro o a pedas caseras, a Polanco o una fiesta en Condesa. Si desayunan el sábado en el mercado o en un restaurante hipster en la Roma, no. Lo que nos hace diferentes no es lo que hacemos, con quién o gastando cuánto, sino la manera en la que lo hacemos. Es muy sencillo, si no te gusta lo que hace alguien, ¡perfecto! No lo hagas tú y cállate la boca. Si no te gusta cómo piensa, ¡bien! Afortunadamente no es tu cabeza la que tiene esas ideas. Si no estás de acuerdo con cómo se viste, habla, los lugares a los que va o con quién, ¡qué chingón! Ten por seguro que por más chido que te sientas a muchos otros no les parece tampoco tu manera de vestir o lo que tú haces, pero tus gustos y acciones serán respetados el día que empieces a respetar los de otros.

Se pierde tanto tiempo hablando de terceros sin mirarnos primero a nosotros mismos que muchas veces no te das cuenta de que eso que tanto te molesta de otro es porque algún efecto tiene en ti, sea positivo o negativo. Por ejemplo, mi rechazo a las vestidas viene (como lo conté hace años en otro artículo) del acoso que recibí por parte de un travesti a los 12 años en el baño público de un balneario. Y acepto que mi mente aún no supera ese capítulo de mi vida que me dejó marcado hasta la actualidad.

La cosa es esta: Yo sé de dónde viene mi intolerancia, sé por qué me cuesta ver a una vestida con buenos ojos, sé que aunque sea estúpido mi cerebro está generalizando de una forma que no debería derivado de una experiencia aislada en el pasado. Pero sé perfectamente que mis pedos van mucho más allá de un simple desacuerdo.

Hoy te pregunto: ¿Tú sabes de dónde viene tu intolerancia hacia los que no cumplimos con tus estándares? ¿Eres de los que presume de una aceptación general inexistente y juzga escudándose en opiniones basadas en creencias estúpidas? ¿O tienes motivos especiales y con mayores argumentos que un simple "porque no me gusta"? Abiertamente he aceptado que tengo un issue con aquellos hombres que gustan de travestirse, pero jamás he dicho en privado o públicamente que sean menos valiosos que yo o que cualquiera, nunca me he expresado con odio hacia ellos. ¿He discriminado? ¡Claro? Como TODOS los que me están leyendo, porque sería estúpidamente hipócrita decir que no lo he hecho, pero mi discriminación ha sido no acercarme, mantenerme al margen, sin ofensas ni comentarios despectivos siquiera en redes sociales, respetarlos en todo momento. ¿Tú puedes decir lo mismo? Si no es así te lo voy a repetir, CÁLLATE LA BOCA y dedícate a vivir tu vida, actúa con los demás como quisieras que actúen contigo, porque sin razones, argumentos válidos o motivos reales sólo quedas como un pendejo y a nadie le interesa la opinión de un imbécil.

P.D: Mi pila está a punto de morir y sólo quiero decir una última cosa: Qué bonita es la ciudad de Guaymas.

miércoles, 15 de junio de 2016

Cuando te dejé por otro...

Imagen: revistaviag.com.br


Pues sí, Taylor Swift atacó de nuevo y sólo después de 2 semanas de haber terminado con Calvin Harris empezó un nuevo romance con Tom Hiddleston. A pesar de que su ruptura se dio en los mejores términos, muchos ya andan diciendo por ahí que Taylor y Tom ya se traían algo desde que se conocieron hace un mes en la MET Gala y que es la razón por la que ella botó al DJ.

No les estoy contando esto porque sea mega fan de Taylor Swift (que sí lo soy) y me interese su vida amorosa, sino porque esto me recordó a aquella vez en la que estando en una relación me dejé conquistar por alguien más sin siquiera darme cuenta. ¡Ajá! Seguro ahorita estás pensando que me vi muy puto y que no es posible que uno no se de cuenta de que alguien está tratando de ligárselo, y tienes razón. La neta es que uno lo sabe, y si lo permite es por una simple razón: ya no es feliz con su pareja.

De esto hace apenas 4 años. Yo estaba en la que ha sido mi última relación estable y motivada por el amor puro. Sólo duramos 6 meses pero hasta el día de hoy ninguno ha podido hacerme sentir todo lo que sentí con él. Aún así terminamos y a la semana de eso yo ya estaba saliendo con alguien más. Un “alguien más” que estuvo presente durante las últimas semanas de mi relación (pero que había conocido aún antes de conocer a mi novio), que fungió como amigo y como confidente, alguien que había estado esperando el momento correcto para hacer el siguiente movimiento conmigo.

La neta sí me gustaba, desde que lo vi me llamó la atención y quise conocerlo. Pero cosas del destino, él no mostró interés en mí y a los pocos meses conocí a alguien que me enamoró poco a poco y empezando por la mente, no por el cuerpo ni el corazón. Nuestra relación fue rápida y entregada. A los 2 meses de salir nos mudamos juntos, fue la 1ª vez que me sentí tan seguro de mis sentimientos como para compartir todo con alguien así sin pensarlo dos veces, obedeciendo al impulso. El chiste es que terminamos.

Y aunque hasta el día de hoy creo que la razón principal fue la diferencia de personalidades y planes de vida,  una parte de mi sabe que algo esencial fue que sabía muy en el fondo que había alguien por quien me sentía muy atraído esperando a que yo estuviera soltero. Empezamos a salir bajo mi condición de no “hacerlo público” (vivía en un lugar pequeño y a los dos minutos mi ex podía enterarse), pero la atracción, la emoción, el enamoramiento de quinceañera y la inmadurez ayudaron para que todo me valiera madre y a las 3 semanas de haber empezado a salir con él (y 5 de haber terminado mi última relación) ya hiciéramos oficial el noviazgo (literal, hasta con su madre). ¿Quién puede resistir a un beso mientras están sentados en la arena bajo un cielo estrellado frente al mar?

En ese momento no escuché a mis amigos que me aconsejaban tomarlo con calma, que decían que estaba usando al nuevo para reemplazar al otro, que no estaba listo para enamorarme otra vez. No tenían razón, la verdad es que mis sentimientos por mi ex estaban secos hace tiempo, no les voy a dar más detalles pero ninguno de los dos éramos felices estando juntos, y si algo definió nuestra relación fue la honestidad y el respeto por la felicidad del otro, no me sentía culpable.

Los años han pasado y hoy me doy cuenta de que en realidad no estaba listo, que a pesar de que por dos meses fui feliz (y no es cierto porque de los dos meses que duró mi relación, el segundo mes fue de aceptar que él me iba a dejar), debí tomarme mi tiempo y darle el debido respeto a alguien que había apostado por mí y al que había amado. Bien dicen por ahí que lo que mal empieza mal termina, y después de esa y otras metidas de pata he aprendido que aunque suene a dicho que tu abuelita diría, es completamente cierto.

Si hoy me preguntas con cuál de mis ex volvería sólo puedo pensar en ese al que dejé por otro sin darme cuenta, ¿sería posible? Quizá no, porque aún antes de que él supiera que había alguien más había decidió en conjunto dar por terminada la relación. Eso no quita de mi cabeza que ha sido el mejor hombre que he conocido en la vida y al que he amado más honestamente que a cualquier otro, incluso si sólo fue por un corto lapso de tiempo. El único del que tengo un tatuaje que me lo recuerda todos los días y del que no me arrepiento.

¿A dónde iba con todo esto? La verdad es que ya no lo recuerdo, lo que sé es que a ambos hombres dentro de esta historia les debo mucho, a uno el haber madurado y dejar de ser un estúpido que no sabía qué quería a futuro, y a otro el haberme dado la alegría más grande de mi vida, mi perro Mateo.


Es curioso, pero desde esa anécdota hace 4 años mi vida amorosa ya no es la misma. Muchos han pasado pero ninguno con la importancia para quedarse, ninguno con  la entrega del que lo dará todo, nadie que enamore primero mi mente que mi cuerpo o mi corazón. Quizá le deba todo al karma,  es posible. Pero si de algo estoy seguro es de que no me arrepiento de nada, que aunque sé que para muchos no hice bien, hoy puedo mantener una relación amistosa con mis dos ex novios, porque lo importante no es lo que haces en el momento sino el aprendizaje y la experiencia que te llevas de cada uno, y así.

domingo, 12 de junio de 2016

Más amor, por favor




“Me siento  muy triste hoy, muy vulnerable, con mucho coraje. Las amo mucho y les agradezco el amarme y aceptarme como soy, ojalá muchos tuvieran familias como la mía y educaran a sus hijos con amor y respeto hacia otros”. Gracias.”

Hace unas horas mandé ese mensaje a mi mamá y hermana después de enterarme de la masacre en Pulse, antro gay en Orlando Florida. 50 personas murieron y al menos otras 50 fueron heridas en el que ya es el tiroteo más terrible en la historia de los Estados Unidos, un crimen de odio por el que el Estado Islámico ya tomó responsabilidad. Iba en el Metrobús cuando tuve oportunidad de leer la noticia completa, y no pude evitar llorar a pesar de estar en público porque aunque me sentí demasiado abatido por las víctimas y sus familias así como por toda la comunidad LGBTI, me sentí mucho peor al darme cuenta de que de cierta forma yo he colaborado promoviendo la intolerancia.

Quienes me conocen; ya sea en persona o porque siempre me leen, sabrán que no tengo reparo alguno al dar mi opinión acerca de todos los temas, mucho más cuando se habla del mundo homosexual. Sabrán entonces que tampoco oculto mi disgusto o molestia con ciertas actitudes que muchos homosexuales tienen. Yo mismo utilizo la palabra “joto” todo el tiempo, pero en mi mente no le veo el sentido negativo, la uso tanto para referirme a mí mismo como a otros. Quizá no me doy cuenta que para personas intolerantes no es de la misma manera, y que ellos sólo ven el sentido homofóbico de la palabra.

Soy intolerante, siempre lo he aceptado. Se me ha dicho que busco imitar el actuar heterosexual con tal de pertenecer al grupo mayoritario, que tengo doble moral y que no respeto todas las formas de diversidad que existen en nuestra comunidad, sí, nuestra, porque aunque pueda no estar de acuerdo con la forma en la que muchos contribuyen a la imagen negativa que tiene la vida gay, sigo siendo parte de ella. Y hoy me siento muy triste.

Triste porque, como lo dijo en su campaña un hombre con el que hace poco tuve el placer de trabajar: “¿Tolerancia? ¿Por qué tenemos que “tolerar” algo que es normal?” Y tiene toda la razón, porque la palabra “tolerancia” tiene hasta cierto punto un sentido negativo.  ¿Por qué tengo que tolerar que alguien sea demasiado afeminado? ¿Por qué tengo que tener qué tolerar a aquellos que gustan vestirse de mujer por las noches y tener una doble vida llamada “drag”? No debería tener que tolerarlos, porque su comportamiento es tan normal como el mío. Espero que puedan ver hacia donde voy.

Yo mismo he propagado el odio en muchas de mis publicaciones sin darme cuenta, o quizá siendo plenamente consciente. Hace poco un seguidor me escribió “Tenga cuidado, porque no sabe el alcance y el impacto que tienen sus opiniones”. Y efectivamente, después de un par de años de escribir, de más de 100 artículos publicados y otros cientos de mensajes y correos de lectores y amigos, todavía no lo sé. Porque si en verdad estuviera consciente de ello me habría dado cuenta de que con 1, de los más de 2 millones de personas que me han leído al día de hoy , que se identifique conmigo y con mis palabras, con eso estoy contribuyendo a un cambio, para bien o para mal.  


Jamás he tratado de esparcir odio o promover la falta de respeto hacia otros. Homosexuales o no. Jamás he creído que alguien merezca más la vida que otro, sea quien sea, porque así no es como me educaron y no es como pienso. Siempre he defendido mi punto de vista y lo seguiré haciendo, pero eso no quiere decir que la forma en la que yo veo las cosas sea la correcta. Sé que al igual que a muchos, aún me falta mucho por aprender y un largo camino por recorrer, errores que afrontar y malas decisiones por tomar antes de aprender lecciones de vida.

Pero hoy no entiendo cómo es que mi vida puede llegar a estar en manos de alguien lleno de odio y que un día pueda pasarme algo sólo por el hecho de ser quien soy. No entiendo que alguien pueda sentirse con el derecho de decidir si debo vivir o no basado en SUS creencias. No entiendo cómo es que por mucho tiempo yo he hecho lo mismo al juzgar a otros, no con violencia física, pero quizá sí verbal. Sé que es imposible cambiar de un día para otro, pero la violencia que se sigue viviendo contra los homosexuales no sólo en Estados Unidos, sino en todo el mundo y en nuestro mismo México aún en nuestros tiempos me deja con una gran experiencia.

Y es que no importa si ser gay no me define, pero sigue siendo parte de lo que soy. Y como hombre gay no puedo no sentirme ofendido por tantos actos de odio. Sí, quizá a mí no me ha tocado la discriminación que sufren tantos gays, travestis, transexuales u hombres afeminados, quizá hasta ahora he vivido cómodo sin ser completamente parte de la comunidad homosexual ni seguir llevando una vida que imite a la heterosexual, pero eso no quiere decir que por ello no me afecte lo que suceda a gente como yo. Personas gay sin importar su nivel económico, de estudios, color de piel, idioma o estilo de vida.

Si bien creo que el respeto es fundamental para lograr una vida plena, creo que la educación es aun mucho más fundamental para lograr el mismo fin. Los filtros de Facebook y mensajes no van a cambiar nada, quizá ni siquiera esta columna va a lograr un cambio, pero lo que sí lo hará es la educación que les estamos dando a los niños y adolescentes de ahora. A nuestros hermanos, sobrinos, primos o hijos. Tenemos que educar con amor y respeto hacia los otros, decirles que es normal que dos personas se amen sin importar su sexo, que está bien que haya gente distinta, que somos iguales a cualquier ser humano, a cualquier animal.

Sólo así una persona tiene oportunidad de crecer con una mente y corazón sanos, sólo así podemos empezar a cambiar al mundo desde hoy. Tardé 14 años en decirle a mi sobrina que era gay por miedo al rechazo, aún sabiendo que me ama más de lo que otra persona en el mundo, tenemos que dejar ese miedo a un lado y hablar con ellos del tema como cuando hablamos de la escuela. Tenemos que enseñarles que no hay motivo para sentir vergüenza o temor.  Pero lo más importante es que nunca dejemos de educarnos a nosotros mismos.


Hoy me siento triste, vulnerable y lleno de coraje, pero hoy más que nunca sé que los gays tenemos que seguir luchando por ser aceptados dentro de la sociedad como iguales, algunos lo harán marchando, otros siendo quienes son, otros adoptando un estilo de vida o sexo diferente, algunos más casándose o adoptando, otros lo haremos a través de palabras o legalidades, pero cada día es una lucha constante, y no importa cómo decidas enfrentarla, lo importante es que no seamos indiferentes al respecto, y eso nos incluye tanto a los que somos gays como a los que no. Más amor, por favor.