¿Conoces a alguien que siempre se esté quejando porque
no encuentra un hombre que valga la pena? Peor aún, ¿eres tú de esos que pasan
los días esperando a que un tipo por el que sientas atracción la sienta también
por ti? No nos hagamos weyes, la neta es que muchos de nosotros hemos pasado
por esas etapas en las que simplemente deseas enamorarte, conocer a alguien que
pueda iluminar nuestras mañanas y destender nuestras camas por las noches.
Espera, que no se trata de esos casos en donde estás
urgido por encontrar al amor de tu vida, sino en uno de aquellos en donde
quieres empezar a conocer a alguien, gustarse, convivir y dejar que las cosas
fluyan para ver qué sucede más adelante. Y bueno, la verdad es que tras salir
con varios, acostarse con otros cuantos y quedar harto de muchos, cuando llega
por fin un hombre que te mueve el tapete, las cortinas y hasta las almohadas,
se convierte en el momento de oro que tanto estabas esperando.
La ilusión vuelve a tu vida, el mundo toma un color
más chingón y todos los días despiertas con una sonrisa, te empiezas a enamorar
y sientes como las jodidas mariposas van haciendo su nido entre tus tripas. ¿Recuerdas
qué tipo de novio querías y cómo decías que ibas a cuidar y trabajar en la
relación una vez que encontraras a alguien que EN SERIO valiera la pena? Y de
repente… ¡CHÍNGALE! Inconscientemente la empiezas a cagar.
¿Por qué? ¿Por qué? ¡¿POR QUÉ?! Ya conociste a un tipo
que sí te quiere, que te cuida, que te valora, y en menos de lo que empezaron
los memes tras la caída de Madonna ya estás metiendo tu cabeza en la guillotina
del amors. Por mucho tiempo pensé que era simple estupidez sin sentido, pero he
llegado a la conclusión de que cuando esas cosas suceden, no sólo son producto
de la inseguridad, sino un indicativo más de que la neta ese wey te gusta un
chingo.
¿No me creen? Cuando alguien no te gusta no lo celas,
cuando de plano no sientes nada no te importa si te escribe o no, y cuando
definitivamente no te interesa te vale tres kilos de verga de mono africano si
no se ven por semanas. Cuando eres un tipo con tendencias a la inseguridad, los
celos y el drama, el que te guste alguien demasiado es equivalente al alcohol
para los adictos rehabilitados, por más que te empeñes en cuidar la relación y
diario te propongas no arruinarla, la tentación está ahí cada que tarda en
contestar un mensaje, cuando te dice que saldrá con amigos, y mucho más cuando
no responde a tus llamadas. Poco a poco vamos echándole un montón más de tierra
a nuestro cuerpo, hasta que es uno mismo el que se entierra y no sólo se impide
respirar, sino que también le corta el aire al otro… Hasta que te mandan a la
mierda.
Pero la moneda tiene dos caras. ¿Qué es lo que pasa
cuando eres tú el que pone todo de sí mismo, el que cumple con su parte del
trato y es la otra persona la que demuestra no estar en la misma sintonía?
Seamos más claros, hablemos de cuando tu ligue/novio o como le quieras llamar
también estaba entusiasmado con la idea estar juntos y de repente se da cuenta
de que quizá no está listo para tener algo formal, para cambiar su libertad por
el compromiso, para dejar de salir con otros y estar sólo con uno. ¡Pasa más
seguido de lo que parece! A veces por más que
te guste alguien y empieces a tener sentimientos, el sentir que vas perdiendo
tu libertad se convierte en miedo, y el miedo se convierte en distancia. Poco a
poco deja de llamar, de responder, de verte. Su mente y cuerpo empiezan a dudar
de seguir adelante y no le queda más que evitarte para no lastimarte. ¿Pero
acaso eso no lastima más que la verdad?
Todos sabemos que ninguna relación es perfecta, que un
noviazgo es algo en lo que se tiene que trabajar día con día, que si bien
muchas veces las cosas pueden salir mal, que nos pueden lastimar o podemos
lastimar a alguien, la cuestión no está en ver siempre el lado oscuro de la
luna, sino en enfocarse en la parte brillante que hay en ella. No está padre
andar por la vida con el vestido de novia en la mochila, mucho menos navegar
con bandera de soltero empedernido, pero tampoco está padre que si llega la
oportunidad de ser felices con alguien que también quiere lo mismo, lo
desaprovechemos ya sea porque nuestras inseguridades personales empiezan a
jugar con nuestra mente, o porque de repente nos demos cuenta de que “dice mi
mamá que siempre no” y eso no era lo que queríamos. Alguna vez alguien me dijo
que todo está basado en la verdad, y que siempre que ésta exista, una relación
puede sobrevivir a cualquier cosa.
No vayas por la vida rogando amor a nadie, no
despiertes esperando que cualquier tipo que te cruzas pueda ser el hombre que
va a cambiar tu destino. Total, lo que tenga que ser será, y así como el
universo conspira para quitarnos personas del camino, también lo hace para
poner a las correctas en el momento indicado. Y si ya lo conociste, o lo
conoces próximamente, toma en cuenta que no es el amor lo que sustenta una
relación, es el modo de relacionarse lo que sustenta el amor.
¡Ay, qué cursi! Pero qué cierto.
Me encato tu blog, la verdad tan honesta ¡¡¡ y en un modo divertido
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