Sé que no soy el único con
síndrome de superhéroe allá afuera. Sí, probablemente tú que me estás leyendo
en este momento padeces del mismo mal y no te has dado cuenta. Y es que la
realidad es que existimos millones de superhéroes emocionales caminando por las
calles en este momento. Esos que creemos que tenemos la capacidad y la valentía
suficiente para aventarnos uno de los retos más grandes e imposibles del mundo,
cambiar a alguien.
El ser humano por naturaleza
tiene un sentido especial que lo lleva a crear lazos entre sí, algunos más
fuertes que otros, pero casi todos hemos experimentado alguna vez el fuerte y a
la vez estúpido deseo de ayudar a alguien, ya sea que hablemos de familia,
amigos o compañeros. Pero otros tantos de nosotros también hemos estado en esa
extraña situación en la que el objetivo a ayudar se trata nada más y nada menos
que tu pareja.
Cuando empiezas a salir con
alguien es lógico que inviertan algún tiempo en conocerse, intercambiar
pensamientos, hablar de sus aficiones o identificar aquellas cosas que tienen
en común, y aunque en algunos casos el lazo puede formarse casi inmediatamente,
en otros no resulta tan sencillo lograr que la otra persona sienta o tenga
interés por lo que nos está provocando. Y es ahí cuando nuestro foco emocional
empieza a parpadear incitándonos a hacer algo más para demostrarlo.
Debo reconocer que yo soy de esos
enfermos que siempre terminan enamorándose de tipos con pedos mentales o
emocionales muy cabrones. Ya sea porque desde chicos les fue de la mierda o
porque hayan decidido que así les gusta ser, el chiste es que un gran
porcentaje de mis ligues o parejas han sido tipos con algún tipo de problema
emocional fuertemente arraigado. Ya sé lo que estás pensando y en parte tienes
razón, absolutamente TODOS venimos arrastrando problemas emocionales, la
diferencia aquí es que existen muchos que tratan de resolver el misterio de
otra persona antes de enfocarse en el suyo.
Nadie va a cambiar por ti. Es así
de sencillo, y no importa lo que digas o hagas para remediarlo. Cuando una
persona nos gusta, y la atracción es mutua, muchas veces nos obligamos a
aceptar cosas que normalmente no nos gustarían en él. Que si los tatuajes, el
estilo de vida, su estátus social o el que sea de clóset, si su personalidad es
chingona o si es un antiosocial, el caso es que creemos que podemos trabajar en
todas esas cosas que no nos laten tanto para poco a poco lograr irlas
cambiando.
Pero, ¿por qué insistimos en
creer que el amor es modificar a una persona a tu gusto? Tan fácil como que si
no te gusta que un vato sea fiestero, no salgas con uno. Si te aburre que sea
tranquilo y siempre esté en casa, búscate uno que disfrute salir, o si
realmente quieres estar con alguien cariñoso, deja de torturarte estando con el
que no demuestra el grado de cariño que sigues esperando sentir de su parte. Las personas no van a cambiar por ti.
Si eres como yo, una voz en tu
mente te estará diciendo en este momento que sí es posible que alguien
modifique su comportamiento si en verdad te quiere, pero si en serio eres como
yo, sabrás que por más cómodo que te haga sentir el hecho de que tu wey se
encierre en tu depa todos los fines para una sesión de “Netflix and Chill”
cediendo a tus deseos, en el fondo no estás siendo más que un tirano que le
prohíbe hacer cosas que le gustan únicamente para que TÚ te sientas mejor, y a
la larga eso sólo puede provocar 2 cosas: O que se vaya a la mierda por no
poder seguir siendo él mismo, o que se quede a tu lado para ser una persona
miserable que solamente hace lo que la otra le permite. ¿Y en dónde queda la
libertad?
Por más culero que suene, la
realidad es que una persona no te puede gustar a medias. O es o no es, y por
más que creamos que con el tiempo algunas cosas se pueden modificar, lo único
que estamos haciendo es aceptando que nuestra pareja no nos llena por completo
por lo que es, y que preferimos moldearlo a nuestra forma para hacerlo
“perfecto”. Y es aquí cuando me pongo a pensar que el concepto del amor que
tenemos está mucho muy lejos de ser el indicado.
El vato que te va a hacer feliz
no es aquél que se comporte de la manera en la que quieres que lo haga, sino
aquél que siendo él mismo va a hacerte sonreír todo el tiempo, ese que te
emocione ver sin que te importe qué tipo de ropa esté usando, con el que te
vale si hacen ridiculeces en público o si se la pasa haciendo comentarios
estúpidos. Existe el hombre al que no le pidas que se vista de tal forma para
conocer a tu familia, porque sin que se lo tengas que decir sabe que es una
ocasión importante para ti y sabrá vestirse de tal forma que pueda sentirse
cómodo sin quedar mal con ellos.
Más allá de eso, existimos
hombres que parecemos un desmadre emocional y que podrías pensar que queremos
conocer a aquél que nos va a salvar de la tortura sentimental en la que
vivimos, así como también está la contra parte que quiere ser el salvador que le
hará abrir los ojos y ver que el amor real sí existe, pero la verdad es que ni
uno está pidiendo ayuda, ni el otro tendría que tomar la responsabilidad de
hacerlo. Las relaciones no funcionan así.
Lo que estás haciendo es
esperando que alguien se quede a tu lado por agradecimiento, no por amor. Que
valore todo lo que hiciste por él y eso lo anime a quedarse, sabiendo que si
está contigo es por lo que te debe, no porque totalmente lo desea. ¿En serio
ese es el tipo de “amor” que crees que mereces? Date cuenta, cuando tratamos de
cambiar a alguien se trata en realidad de cambios que tenemos que hacer con
nosotros mismos.
Es muy sencillo pensar que si
alguien quiere estar contigo tiene que acoplarse a ti, lo difícil viene cuando
eres tú el que tiene que acoplarse al otro. Cuando eres al que tratan de
cambiar, cuando crees que necesitas ser diferente para estar con ese alguien,
cuando te vas olvidando de ti mismo por ser lo que el otro espera, más difícil
aún cuando ves que poco a poco tú estás cambiando por alguien, pero que nadie
está cambiando por ti.
Y es que hay una cosa que debemos
tener muy clara… Aunque alguien cambie hasta ser perfecto ante tu mirada,
siempre es más atractivo alguien cuya personalidad auténtica nos haga voltearlo
a ver, más que ese que creemos poder cambiar con el tiempo. Y es que si somos
honestos con nosotros mismos entonces tenemos que reconocer que queremos
encontrar a alguien que nos ame como somos sin intentar cambiarnos, y será
cuando tengamos la madurez de aceptar eso que podamos aceptar también que lo
mismo ocurre del otro lado, y que él no va a cambiar por ti.