miércoles, 17 de agosto de 2016

Y por eso me dejan los hombres...



No es un secreto, tengo pésima suerte en el amor. Es curioso, ¿sabes? Todavía hace 4 años podía mantener una relación estable, podía enamorarme de alguien… y todavía hace 4 años alguien se enamoraba de mí.

Tranquilos, esta no es una nota suicida ni mucho menos deprimente, si ya me conocen sabrán que ese tipo de dramas no son lo mío. En fin, todavía hace 4 años salía con vatos que realmente se interesaban en mí, se esforzaban por pasar tiempo conmigo y veían en mí el material suficiente para ser un buen novio. En este tiempo muchas cosas han cambiado, he madurado, he crecido como ser humano y he vivido y experimentado cosas que han cambiado la forma en la que veo MI vida y el propósito por el que estoy viviéndola. Vamos, sé que mucho en mí es diferente ahora, hasta la manera en como luzco. Pero aún así no pude evitar preguntarme: ¿es tan grande la diferencia entre mi yo de hoy y el de hace algunos años? ¿Lo suficientemente grande como para que ahora mis intentos de relación tengan menos éxito que Art Pop?

La verdad no quise quedarme con la duda y decidí averiguar por qué mis últimos ligues relevantes perdieron el interés, se alejaron o decidieron no seguirme viendo más. Y la única manera de conocer la respuesta exacta era preguntándoselo a ellos directamente. Sí, contacté a los últimos tipos con los que salí (después de no hablar con ellos desde que me dejaron) y tras amarrarme los huevos reconocí que tenía la madurez necesaria para escuchar todo tipo de respuestas.

Todas fueron tan diferentes como sorpresivas, era como si cada uno estuviera hablando de una persona diferente cuando hablaban de mí. Por un momento durante la plática; porque casualmente los 4 me respondieron casi al mismo tiempo durante la noche, traté de encontrar el eslabón entre cada uno de sus motivos pero debo reconocer que me fue imposible en ese instante.

La sorpresa extraña fue cuando uno de ellos dijo que me había dejado de escribir cuando se dio cuenta de que no estaba listo para formalizar algo cuando aún era reciente la ruptura con su ex (al que casualmente me parezco físicamente, según sus propias palabras), y que mi forma de ser tierna pero el que yo no fuera una persona absorbente lo podía hacer pensar que no lo quería o necesitaba lo suficiente. Quería profundizar más en el tema con este vato pero basta con decir que volvió con su ex novio y ahora es muy feliz, igual que yo al descubrir que en este primer caso no fui yo el culpable.

Después vino el de respuestas cortas y directas. Ese de quien ya sabía la razón, pero nada perdía con preguntar. Nunca salimos oficialmente, vaya, nunca salimos. Lo nuestro fue meramente sexo por varios meses sin siquiera vernos fuera de su departamento o el mío para echarnos una cerveza. El vato me gustaba un chingo así que a pesar de eso me arriesgué y lo invité a salir. El día de la cita no respondió el teléfono. “No tuve interés de esa forma. Lo sexual no es lo mismo que los sentimientos”, o algo así dijo.

Y ahí es cuando te das cuenta de que cada vez es más difícil que alguien se encule con una persona, de que en efecto, coger rico no es suficiente para que alguien quiera estar contigo. Esta, digamos, fue la respuesta menos sorpresiva.

Llevamos al que todavía no superaba a su ex, al que sólo le gustaba tener sexo conmigo, y ahora vamos con el que me pintó como un monstruo adicto al trabajo y un ser de hueva. Sé que eso de no ir de antro y preferir estar en casa leyendo o viendo películas acompañado de buena música y una copa de vino no es del agrado de muchos otros entre sus 25 y los 30, pero bueno, ¿qué le vamos a hacer? 
Ese soy yo ahora. El punto es que mi personalidad “bohemia y entregada al trabajo” no iba con la suya tan socialité y hambrienta de “fama”. No es que esté diciendo que es una inventada, para nada, digamos únicamente que nuestras metas de vida eran MUY opuestas.

Al principio todo iba de huevos, la pasábamos cool y disfrutábamos de nuestro tiempo juntos. Todo hasta que las diferencias entre nosotros empezaron a hacerse cada vez más notorias. Yo creía que podíamos hacer que se complementaran, pero él no pensó lo mismo y un día simplemente desapareció.

Tres de cuatro y seguía sin saber si había algo en común que hiciera que los hombres dejaran de interesarse en mí, algo en lo que debiera trabajar, que me ayudara a tener más éxito para la próxima. Y entonces hablé con ese del que ya he escrito antes, el único con el que creí que en verdad podía llegar a sentir amor de nuevo. Aquél que se llevaba bien con todos mis amigos, con el que podía pasar la noche entera hablando de cualquier tema, el que disfrutaba reír de cosas tan pendejas como sorprenderse por descubrir un dato nuevo e interesante, ese que parecía romper el molde y ser diferente a todos los vatos con los que había salido.

Su respuesta era, debo admitir, la más importante para mí, no sólo por el objetivo principal de escribir esta columna, sino por el dolor que me causó en su momento el tener que alejarme de él y que él no hiciera nada por no dejarme ir. Sí, la historia es diferente, en esta última historia yo corté el lazo, pero en el fondo esperaba que él hiciera algo por recuperarme. Y nunca pasó.
Sus motivos para no hacerlo fueron que prefería alejarse del drama antes de llegar a clavarse conmigo, que a pesar de pasarla excelente no podía con el hecho de que yo hubiera “reclamado” algo a los casi 2 meses de estar saliendo y prefirió darse la vuelta y no hablarme de nuevo. Pero necesitas saber la historia completa.

El reclamo sucedió cuando estando de vacaciones me enteré de que se había besado con uno de los +1 de uno de los invitados a mi festejo de cumpleaños. Así casual, mi date se agarró a besos afuera del baño del restaurante el día que celebraba mis 29. Hace 4 años me hubiera puesto como un demonio y le habría gritado una serie de insultos bien merecidos, pero no fue así. Le escribí diciéndole que si iba a hacer algo así al menos tuviera la decencia de no hacerlo el día de mi cumpleaños y estando a unos metros de mí. Vamos que a pesar de que me dolió sabía que no había un compromiso entre nosotros y que nunca hablamos de ser exclusivos, no podía reclamar nada, pero al menos sí podía pedir respeto si nos encontrábamos en el mismo lugar, ¿no?

La historia fue negada por su parte, lo que yo argumentaba nunca ocurrió como tal. Al menos eso es lo que él dijo, pero no pude ignorar el hecho de que no sólo una persona fue testigo de su acto de borrachera y calentura, aunque yo no estuve entre ellas.
Leí y volví a leer las respuestas de cada uno hasta que entendí qué era eso malo en mí que alejaba a aquellos en los que me interesaba. No era mi personalidad, no era mi físico, tampoco la química en el sexo o mi obsesión por el trabajo o por un estilo de vida relajado. Lo único que había en común entre todas esas historias era yo, era JuanCarlos intentando hacerlo funcionar con la persona incorrecta.

Cerré mi laptop y respiré profundo, mi duda estaba resuelta. No se trataba de que estuviera haciendo algo mal que propiciara que mis ligues se fueran, se trataba simplemente de que seguía interesándome por los tipos equivocados, seguía tratando de ser el ligue cool que le da su espacio a aquél que se siente más cómodo con alguien absorbente, el que cree que un fuck buddy se puede convertir en algo más, el que ve en la superficialidad algo innecesario y la fama como algo absurdo, ese que a pesar de que fue herido está dispuesto a dar una segunda oportunidad cuando realmente llega a sentir algo por alguien.

Esa noche me di cuenta de quién soy y me di cuenta de que además de que salir con los tipos equivocados era el factor en común, había otra cosa más importante que sobresalió en mis últimos ligues, algo que según yo ya era imposible. Algo que el haber dado todo de mí con ellos me dejaba muy claro: aún creía en el amor. Y darme cuenta de eso me hizo ver que muchas veces nos juzgamos tan fuerte que creemos que estamos haciendo algo mal cuando puede tratarse simplemente de que estamos eligiendo mal a aquellos a los que les entregamos nuestras emociones. Me di cuenta de que 4 años de “mala suerte” no significan que estás destinado a vivir solo, de que mientras entregues todo de ti no importa cuántas veces falles por más que cada ruptura resulte más difícil de superar, igual no importa cuántos hijos de puta o tipos inseguros se crucen en tu camino, lo que verdaderamente importa es que seas fiel a ti mismo, porque cuando alguien se enamore de ti lo hará por lo que eres y no por lo que tratas se ser.


Lo importante en el amor no es encontrar a la persona ideal, es saber que tú eres ese ideal que otra persona un día va a querer conocer. 

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