Que si eres la onda, el más
guapo de tus amigos, el exitoso. Que si tienes varios tipos detrás de ti, que
si eres demasiado bueno para cualquiera o que nadie merece ni siquiera
acercársete. ¿O qué tal cuando piensas que nadie se te puede igualar y que con solo
mover un dedo (o la lengua) podrías “destruir” a alguien y hacer de su vida un
infierno a base de chismes y demostrando tu superioridad a cualquier precio?
¿Alguna vez han pasado pensamientos como esos por tu mente? Si es así, déjame
decirte que no eres especial, ni único, ni mejor que otros. Déjame decirte que
no eres más que uno más en el montón de todos esos homosexuales arrogantes que
se sienten Dioses, pero no pasan de inventados.
¡Uy! Sé que el saco les va
a quedar a la medida a muchos de los que están leyendo, y la verdad es que me
importa muy poco si se sienten ofendidos o no. Ya saben, no todos estarán
contentos con lo que uno piensa. Pues bueno, esta semana he estado analizando
detenidamente a esas especies de las que les contaba. Esos que sienten que los
parió la mismísima Afrodita, la virgen María o peor aún, que aunque sean hijos
de Panchita la de los tamales se sienten soñados e intocables únicamente por el
hecho de ser gays.
Si yo les contara… Mi
adolescencia después de mi aceptación transcurrió en una ciudad en la que hasta
el más feo se siente Ryan Gosling, el más jodido cree que es hijo de Donald
Trump y cualquiera tiene aspiraciones a ser como Regina George de Mean Girls.
Claro, cualquiera puede creer que sólo por ser gay tiene el derecho divino a
ser arrogante, creído, altanero y despectivo con las demás personas.
Yo no sé quién les dijo que
el hecho de ser homosexual venía atado a adoptar una actitud de “queen bee”. Y
no me digan que no, puedo apostar mi testículo izquierdo a que la mayoría de
los que me están leyendo alguna vez se sintieron capaces de humillar a alguien,
se las dieron de “poderosos” o rechazaron a tal o cual por pensar que no estaba
a su nivel (cualquiera que este sea). ¿No?
¿Cuántos no le han lanzado
una mirada de superioridad a otro? Así sea al ex de tu pareja, al amigo, a
aquél que no se viste igual que uno. Y ojo, que no digo que TODOS; sin
excepción, lo hayan hecho, pero al parecer un gay por naturaleza se cree mejor
que otros, y no es que esté mal, sólo que no siempre es correcto.
Ya saben que me
vale madre si se ofenden, ¿verdad? Entonces puedo decir lo que pienso sin
problema alguno. Ok, ahí les va… ¡Bájense de su nube! Ni son intocables, ni el
oasis en medio del desierto, ni mucho menos realeza, celebridades o siquiera
famosos. Cómo me da risa cuando veo en Facebook o Twitter a alguien que se cree
“famoso” por ser medio guapo, al grado de llamar a sus seguidores “fans”, de
publicar que fulano de tal no le llega a los talones, que jamás va a ser como
él. ¿Acaso no se dan cuenta de que están haciendo el ridículo? Quizá no, y el
motivo está en que muchos les siguen el cuento, los animan a seguir únicamente
por ser atractivos
La realidad de las cosas es
que si existen esos tipos arrogantes es porque uno mismo lo permite, porque los
alaba, los halaga, les da el poder de sentirse de esa manera y de pensar que
son mejores o superiores a los otros. ¿Por qué? ¿Por qué las personas sienten
esa estúpida necesidad de tener a alguien a quién seguir? ¿Falta de autoestima?
¿Calentura? Cualquiera que sea la razón por la que andan ahí de lame huevos no
es más que un reflejo de la necesidad propia de aceptación, de esa inseguridad
al creer que jamás llegarán a ser como tal o cual.
Se quejan de que alguien se
sienta “diva” e “inalcanzable”, pero son ustedes mismos los que los ponen en
esa posición, los que les dan el poder de creer que realmente lo son. ¡Ni qué
decir de aquellos a los que ni siquiera les queda! Esos que juntan sus pesos
para ir al antro, que no son tan atractivos o que nada más porque se les dio la
gana se creen hijos de la reina Isabel. Los invito a verse frente al espejo, a
dejarse de falsedades, de dárselas de populares y de sentirse tan perras. No
saben la pena que dan, porque en lugar de verse mejor, lo único que causan es
lástima. Y es que todos sabemos que a fuerza ni los zapatos entran, y que por
más que muchos intenten verse “cool” a cualquier precio, hasta para ser
arrogante hay qué saber cómo hacerlo.
Creo fielmente que no todo
gay adopta esas actitudes, que aún existen esos a los que les vale si son
populares o no, a los que no les importa si su selfie sin playera gana más de
200 likes, esos que entienden que ser homosexual no significa tener que actuar
como “perra” o demostrarle a nadie que es mejor. Quiero creer que la maldición
del gay arrogante no aplica en todos, que por más que la vanidad y el ego se
hagan presentes, aún existen aquellos que en lugar de tratar de humillar,
sentirse más y mirar a otros sobre el hombro, saben que no hay necesidad de
hacerlo, porque lo que eres no se define por el grado de aceptación que te
muestren los demás, sino por el que te demuestras tú mismo, día con día,
mirándote al espejo.
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