Que si el closet es para la
ropa o que si vivimos en Narnia… Tantas cosas, chistes y frases que se han
desarrollado con el paso de los años para referirse a todos aquellos que alguna
vez estuvimos temerosos de revelar nuestra orientación sexual por miedo a la
sociedad, al rechazo o a veces hasta a un sinfín de pendejadas que nosotros
mismos nos metemos en la cabeza. Pero todo esto únicamente me hace preguntarme: ¿Y quién nos metió al closet?
La neta me da muchísimo
gusto ver cómo la sociedad ha avanzado y cada vez hay mucha más aceptación para
las personas homosexuales no sólo en México, sino en el mundo. La larga lucha
que se ha tenido por conseguir la igualdad ha estado dando sus frutos y aunque
aún estamos muy alejados de lo que podríamos llamar una sociedad completamente
incluyente, hoy en día tenemos menos problemas para salir del closet. Pero
vamos, que a pesar de ello aún existen muchas personas dudosas, esas que
prefieren seguir viviendo una doble vida y permanecer en el anonimato.
¿Por qué? No digo que esté
mal o que todos tengamos que andar por la vida con la bandera gay en el pecho,
pregonando a todo mundo nuestra preferencia sexual ni mucho menos, no. Cada quién tiene el derecho de vivir como
se le de su gana, ¿pero no es mucho más reconfortante cuando lo hacemos de
manera libre y actuando conforme a nuestros deseos y sentimientos?
Últimamente me he topado con personas que siguen teniendo miedo de confesarle a
su familia que son gay. Quizá yo esté mal, ¿pero qué sería lo peor que podría
pasar? ¿Qué te rechacen? Sí, es una posibilidad, pero ponte a pensar que por
más doloroso que les pueda ser al principio, tarde o temprano van a tener que
aceptarlo y vivir con ello. Mejor aún, tu familia te ama, y llegará el día en
que puedan ver que si tu eres feliz, no
existe ninguna otra cosa que sea más importante.
Qué
triste es tener que cuidar las apariencias, prestarte al juego de tener que
ocultarte a ti mismo para cumplir un rol que “se supone” tenemos ante la
sociedad. ¡Ese rol no existe! Si bien es verdad que aún no vivimos en un
mundo completamente preparado para vivir a la par con nosotros, tampoco estamos
en los tiempos de las cavernas y en muchas de las ocasiones es uno mismo el que
se impone barreras, encuentra pretextos y se hace de mil justificaciones por
temor a enfrentar sus propios miedos, y peor aún, a hacerle frente a una moral
con la que hemos crecido y la cual nos causa aún muchos pedos mentales.
Por el otro lado, he
conocido varios chavitos de 16 a 18 años que no tienen ni tuvieron ningún problema
para tener la tan temida plática con sus familias. Viven en completa libertad
desde jóvenes, sin mentiras, sin apariencias, desempeñando un papel en la
sociedad que me parece admirable. ¡Ya hubiera querido yo haber podido hacer lo
mismo a su edad! Entonces… ¿cuál es la gran diferencia entre aquellos que viven
con miedo y los que desafiaron cualquier límite? ¿Por qué ahora es mucho más común que las personas más jóvenes no
tengan ningún reparo en aceptarse a sí mismos y al contrario, los que somos de
otras generaciones seguimos teniendo dudas al respecto?
Volviendo a la pregunta que
dio pie a esta columna, ¿quién nos metió al closet? Definitivamente en tiempos
pasados la misma sociedad nos escondía, originando que se diera tan emblemática
frase. Y sí, antes estar en el closet
nos era impuesto, pero he llegado a la conclusión de que hoy en día el closet
no existe. Existe en la mente, en la moral, en la vergüenza, pero ciertamente
tu familia no te ha puesto ahí, tus compañeros de trabajo no lo hicieron
tampoco y mucho menos tus amigos. No, a estas alturas la única persona que se
encierra dentro del armario es uno mismo, porque nadie más que tú tiene el
poder de acabar con los miedos, nadie más que tú tiene el derecho de vivir sin
mentiras, de vivir libre.
Qué deprimente es enterarse
de los casos de suicidio de jóvenes que no pudieron simplemente decirlo, que
prefirieron ponerle fin a su vida antes de siquiera apretar el botón de inicio.
Si alguno de los que me leen se encuentra en una situación similar, no se
acepta por completo y aún tiene miedo de decirlo en voz alta, los invito a
pensar qué es lo que quieren, cómo quieren vivir de ahora en adelante y lo más
importante, ¿son felices siendo
deshonestos consigo mismos? El miedo es cabrón, sin duda, pero mucho más lo es
darte cuenta de todo el tiempo que has perdido y la libertad que te has negado
tan sólo por el miedo a una simple palabra de tres letras. Ayer casualmente me
mandaron una frase que no puede ser más cierta y que hoy se las digo a todos aquellos
que todavía no encuentran el valor para romper ese closet mental: “Si piensas que estás solo, mira a tu
alrededor y verás que estás equivocado”.
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