martes, 30 de septiembre de 2014

Los mitos alrededor de las vestidas (Parte 2)



Pues bien, para todos aquellos que leyeron la primera parte de esta columna, ha llegado la hora de transmitirles lo que pienso de las vestidas ahora que finalmente pude platicar con una cara a cara y sin prejuicios como lo prometí en el artículo anterior. Y déjenme decirles que no resultó nada cómo yo lo hubiera imaginado.

Mi intención era sentarme a tomar un café a plena luz del día, pero por cuestiones de agenda y la extensa carga laboral me fue imposible llevarlo a cabo de la forma planeada, así que mi cita con Andrea se dio por la noche y simplemente caminando. Honestamente creo que un acercamiento tan simple y amistoso fue mejor y permitió que las preguntas, respuestas y pensamientos salieran tan fácil como si se tratara de cualquier caminata con una amiga.

El primer pensamiento que me pasó por la mente al verla fue que verdaderamente era hermosa, por donde la vieras parecía una mujer de verdad y creo que sólo al tener intimidad podrías darte cuenta de que la realidad era otra. Se mantenía siempre sonriente a pesar de que en mi correo le había advertido que mis cuestionamientos no serían quizá muy amables, pero no le importó y dijo que estaba preparada para ello (aquí cabe a bien mencionar que aunque yo tenía ya alguien en mente cuando escribí la primera parte del artículo ella escribió a mi correo ofreciéndose para la entrevista).

Total, la charla inició y aunque no voy a transcribir lo que hablamos, sí voy a tratar de plasmar todo lo que sentí, pensé y las conclusiones personales a las que llegué gracias a esos casi 100 minutos que pasamos juntos.

Una de las cosas que llamó mi atención es que no le molestaba ser llamada “vestida”, al final de cuentas, dijo, es así como se les conoce popularmente y aunque no estaba completamente de acuerdo con el mote, tampoco le incomodaba que fuera usado, no podían llamarla “mujer” porque no lo era. Pero, ¿quería serlo? No. Sus intenciones al recrear y transportarse a sí misma al ámbito femenino no eran convertirse en una, ni siquiera ser vista como una pues llevaba una vida diaria como hombre sin problema alguno, pero disfrutaba personificar a una mujer y ponerse los tacones pues la hacían sentirse bella. Aunque eso sí, fue muy clara al pedir que mientras se viera como mujer fuera llamada como tal. “En el día puedes decirme cabrón, wey o amigo, pero una vez tenga la peluca y los tacones puestos soy una chava y exijo ser tratada como una”.

Y como ella existen muchas que no se visten por el deseo de ser mujeres. Algunas sólo lo hacen por diversión, otras por trabajo y otras tantas sí, por esa necesidad de actuar y verse como lo que realmente piensan que son. Así que no pude evitar preguntarle su opinión acerca de las personas transgénero y mi sorpresa al ver que compartía un poco mi punto de vista fue mucha. “Yo los respeto sin problemas, aunque eso no significa que entienda su necesidad de cortarse el pito y en su lugar crear una vagina falsa, al final no importa si te pones pechos, si tienes algo semejante a una vagina entre las piernas o si no te crece vello. Nada de eso cambia el hecho de que toda tu vida serás un hombre aunque hagas todo lo posible por dejar de ser uno, nunca vas a ser vista como mujer sino como trans”.

Aún así, su amistad con mujeres trans no se ve afectada por su forma de pensar, pues se enorgullece al decir que entre travestis mantienen un nivel de honestidad brutal que sólo ellas pueden entender. Entonces uno no puede llegar y decirles que son tipos porque se ofenden, pero si se lo dicen entre ellas no hay problema, algo así como cuando le dices puta a tu mejor amigo, pero si otro viene y lo llama de esa forma no lo vas a permitir. Claro, si es que eres un buen amigo.

Otro de los mitos alrededor de ellas es que son todas rudas y violentas, y al cuestionar acerca de ello reafirmé algo que pensaba desde siempre. Sí, la mayoría pueden llegar a serlo porque es la única forma en la que pueden defenderse de tanto rechazo, de la agresión física y verbal de la que son víctimas. Su fachada de “chicas malas” les sirve como método de supervivencia, pero al menos con Andrea pude comprobar que una vez acercándote de la forma correcta no hay nada qué temer. Así que aquí aplica el famoso dicho que dice que “como trates serás tratado”, sin más ni más.

En mi caso siempre pensé que las travestis eran prostitutas, todas ellas. Pero claro que estaba en un error. Aunque sí existen muchas que por necesidad o simple placer se dedican al servicio del sexo, no todas tienen como meta principal hacerse ricas de la manera más fácil. Y es que si algo aprendí también es que ser un hombre que personifica a una mujer no es nada barato, los costos de los vestidos, tacones, pelucas, maquillajes y demás accesorios necesarios para lograrlo y verse lo más cercano posible a una chica son demasiado altos. “Y por lo regular tenemos gustos caros, no queremos parecer una chava de la prole sino una pudiente”.

¿Ustedes han visto a alguna vestida usar pantalones? ¿Una blusa decente en la que los “pechos” no quieran saltar a la vista de todos o una cola de caballo y sandalias? Al menos en la vida real yo no, todas ellas han desfilado con vestidos cortos, exceso de maquillaje y ropa ajustada que lo que menos da a pensar es que es en realidad una dama. Y es cierto que a veces por más que físicamente parezca una mujer se puede reconocer a un travesti por la forma en la que viste. Pero no lo hacen por parecer putas, sino por el hecho de que la femineidad para ellas la representan las faldas, el tacón alto, un pelo bien producido y un buen par de chichis. ¿Tienen algún problema al ser confundidas con sexo servidoras? ¡Claro que lo tienen! Pero no piensan salir a la calle de cara lavada y pants cuando la ilusión no se logra con ello.

Las vestidas sufren del mismo problema que todos los homosexuales en las producciones televisivas, la exageración de estereotipos y prejuicios. Así como en cualquier telenovela te ponen a un gay amanerado en exceso, peluquera, vistiendo de rosa y dando brincos por todos lados, Andrea me pone a pensar en las vestidas que he podido llegar a ver en televisión ya sea nacional o internacional y tiene mucha razón. Las ponen como prostitutas, drogadictas, bailarinas del tubo o rudas narcotraficantes. “¿En dónde están aquellas que no hacen nada de eso? Las que son esposas, trabajadoras, estudiantes o profesionistas no sirven para los medios porque no llaman la atención si no hacen un circo”.

Para este punto ya estamos sentados en una banca y la conversación es más fluida, ya no se trata de preguntas y respuestas sino de un simple intercambio de opiniones. Ella no se avergüenza de que la gente mire dos veces para comprobar que es hombre, y para este punto yo no me avergüenzo de que me vean con ella. Algo está cambiando. Su personalidad es divertida y genuina, no pretende caerme bien para que escriba algo lindo sobre ella, pero tampoco me ha dejado salirme con la mía cuando ahondo en temas más personales como su familia, limitándose a decir que saben lo que hace y decidieron que no les importa. Estoy seguro de que así es, pero de que tampoco les importa ella desde que se enteraron.

Mis barreras mentales están desvaneciendo, me siento en confianza y creo que todo lo que pensé con anterioridad de las vestidas era resultado de la ignorancia y la falta de contacto, y eso mismo le digo a Andrea quien sorpresivamente me pide que no baje la guardia. “No todas somos iguales, así como no puedes confiar en que todo hombre gay o no o toda mujer vaya a ser buena persona”, y tiene razón. “Hasta a mí me ha tocado conocer perras rateras, traicioneras y mentirosas que han tratado de madrearme, por bonita (lo dice en alusión al famoso video de la marcha gay), así que aunque sea bueno que ahora pienses diferente, no sería bueno que generalizaras”, me dice mientras se mira las uñas ya con el esmalte algo desgastado.

Va llegando la hora de despedirnos y noto que hay algo que quiere decirme antes de que cada uno se vaya por su lado, así que le pregunto de qué se trata y para mi sorpresa me dice algo que con anterioridad he escuchado, pero que ya tomo con gracia. “Tienes rasgos muy bonitos, serías una mujer muy guapa”, me río un tanto nervioso y le digo que no creo que tenga razón, así que me ofrece un extreme make over una vez que me decida a intentarlo. Le agradezco el gesto y nos despedimos amablemente con un beso en la mejilla.

¿Cambió mi manera de pensar acerca de ellas? Debo decir que no del todo. Si bien ahora estoy conciente de que pueden llegar a ser muy agradables también lo estoy de que no podemos ir por la vida queriendo tapar el sol con un dedo, no todos somos buenos y no todos somos malos, no todos coincidimos y no todos entendemos, me queda claro. Pero también me queda claro que hay algo que sí podemos hacer todos y que es la clave para una convivencia sana e incluyente, y todo se reduce al respeto. Ellas existen y son como tú y como yo, nada las hace diferentes, porque si creemos que su forma de vestir, pensar y querer ser las hace diferentes entonces estaríamos ignorando que es algo que todos hacemos sin excepción. ¿Y qué sería de una sociedad sin gente que rompiera moldes e hiciera un cambio?




Los mitos alrededor de las vestidas (Parte 1)


¿Qué es lo que la mayoría sabemos y pensamos de las “vestidas”? Que son hombres tratando de ser mujeres, que muchas de ellas se prostituyen, que la GRAN mayoría se visten de forma vulgar, son agresivas, rudas y a veces dan tanto miedo que lo único que uno quiere es tenerlas de lejos. ¿Tú no las ves de esa forma?

Y es que la neta, ¿qué son? Muchas veces uno no sabe si referirse a ellas como hombre o mujer, si un simple comentario las va a ofender o siquiera si ellos mismos se asimilan completamente como parte del sexo femenino. ¿Ven? En sólo dos líneas tuve que utilizar ambos géneros por la falta de contacto e información que durante muchos años ha existido en mi vida acerca de esos seres de la vida nocturna que (debo decir) pareciera que tienen muchos más huevos que uno al atreverse a salir a la calle en tacones, falda y peluca sin importarles el qué dirán o si la gente va a juzgarlas o mentarles la madre.

No es mentira, en los casi 10 años que tengo desde que acepté mi homosexualidad y empecé a frecuentar antros gay, sólo dos veces en mi vida he tenido contacto con un hombre travestido, la primera porque en una fiesta uno de mis amigos me presentó a uno aprovechándose de mi ebriedad, por lo que no tuve más remedio que saludar y retirarme hacia otro lado mucho más lejano. Dime mamón e intolerante, pero la neta no me pasaba por la mente tener una amistad con alguien “así”.
La segunda fue mucho más graciosa, y un tanto humillante. Imagínate salir un par de veces con un tipo guapísimo, tan guapo que podrías jurar que los dioses tallaron su cara  a la perfección y rompieron el molde. El tipo se muere por ti, tú por él y todos felices, hasta que de repente deja de llamarte y no sabes nada de él por casi un mes. ¿Qué pasó? Que tiempo después voy de antro con mis amigos, y para no perder la costumbre y obedeciendo al ebrio que muchos llevamos dentro me dirigí a la barra por un trago, cuando sorpresivamente me atiende una vestida demasiado sonriente y un tanto nerviosa. Y su cara me parecía MUY familiar…

¿Le atinaste? Imagínate mi impresión y decepción al darme cuenta de que todo ese tiempo Pepito se moría por ser Pepita (literal) y que ahora tenía frente a mí a una hermosa mujer… ¡Mierda! Creo que los testículos se me fueron a la garganta y ni siquiera pagué mi trago con tal de alejarme de ahí tan rápido como me fuera posible. Aunque si algo bueno salió de todo eso fue el después saber que “Pepito” no me había dejado porque no le gustara, sino porque sabía que no querría estar con él teniendo planes de dejar salir su verdadero yo. Y obviamente tenía razón.

Estoy seguro de que mi impresión acerca de las vestidas, al igual que la de muchos, es más negativa que positiva. Las excluimos, las rechazamos y muchas veces hasta insultamos sin siquiera conocer bien qué es lo que pasa con ellas, qué hay en su mente, qué es lo que sienten con su cuerpo y su personalidad que las lleva a pasar por esa transición. Es por eso que me di a la tarea de tratar de averiguarlo, si bien no tanto por el morbo de escribir acerca de ellas, sí por el reto personal de ir dejando atrás esa intolerancia hacia otras personas homosexuales de comportamiento diferente que nos caracteriza.

Sobra decir que ya me eché todas las temporadas de RuPaul’s Drag Race encontrándolas adictivas, divertidas y hasta ganas me dieron de tener una amiga drag. ¿A poco no sintieron lo mismo todos los que han visto el programa? Otros más hasta han tenido ganas de sacar su vestida interior y ser toda una “panther on the runway”, pero verlas en un show en televisión no es lo mismo que sentarte en un café a las 4 de la tarde a platicar con una de ellas, (mandando a la mierda ese temor a que te vean en público a plena luz del día y que puedan pensar que estás contratando una prostituta).

Por eso en esta primera parte les quise contar mi forma de pensar, mis temores al respecto, mis experiencias, pero de lo que estoy seguro es de que una parte de mi se muere de ganas por tomar ese café, por preguntar, por platicar con una dispuesta a hablar sin pretenciones o manteniendo ese escudo de fuerza que tanto las caracteriza, siendo ella, o él, o lo que sea, pero sin otra máscara más que la que implica el maquillaje. Y el resultado de esa charla será la segunda parte de este artículo que probablemente pueda ayudarnos a mejorar la imagen que muchos tenemos acerca de ellas, o probablemente no.


Pero si de algo estoy seguro es de que no todos los que se visten quieren ser mujeres, no todas son vulgares y no todas son prostitutas, o al menos eso quiero creer. Ya lo comprobaré y les contaré lo sucedido. Pero por esta semana y sin conocer más aún… Lo siento queridas, pero todas ustedes están nominadas para la eliminación. The time has come, for you to lipsync… for your life! 

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Sexting: Todos le entramos al encuere.


 Venga, que levante la mano aquél que jamás haya enviado fotos comprometedoras o videos de esos que denominan XXX…  Aunque no puedo ver quiénes lo hacen o no, puedo asegurar que son extremadamente pocos los que nunca han intercambiado ese tipo de material con alguien por Whatsapp o en el chat de Facebook.

Sí, sí, algunos cuántos se las van a dar de muy santos y a llenarse la boca diciendo que ese tipo de cosas son para la gente “zorra” y que la educación que recibimos en casa tiene mucho qué ver con nuestro comportamiento tanto en redes sociales como en privado. Y a esos sólo puedo decirles: ¡Párenle a su mame! La realidad es que aunque sí, la educación tiene mucho qué ver con nosotros mismos, poco tiene qué ver con la libido, el morbo o la calentura. ¿O qué? ¿También van a decir que sus papás los enseñaron a tener relaciones sexuales para hacerlo de forma bonita y adecuada?

El intercambio de fotos y videos eróticos no es nada nuevo, nada que no se haya hablado ya en otros lados o que se desconozca. La diferencia al día de hoy es que con el auge de las redes sociales y la rapidez con la que un mensaje puede ser esparcido, lo mismo puede llegar a suceder con el material de contenido privado que le enviamos a alguien. Tan pronto como se crea un nuevo trending topic en Twitter esas fotos pueden llegar a cualquier lugar. Y aquí es donde seguramente empezarán a pensar que por eso hay que tener mucho cuidado y ser selectivos con la gente a la que se las mandamos. ¡Por favor! Estoy seguro de que esos con los que lo has hecho no son tus “amigos” o alguien a quien puedas llamar “de confianza” al primer momento. No, la mayoría hemos mandado fotos a alguien que ni siquiera conocemos o a quien apenas hemos visto algunas veces. No le vengan a mentir a Pinoccio.

Si bien para muchos puede llegar a ser un infierno el que ese tipo de material se haga público, para otros ha resultado más que favorecedor. Claro, si eres de esos llamados “pito chico” lo único que puedes esperar es que te tomen como burla y que la mayoría de los comentarios sean demasiado deprimentes, porque quien sea que haya publicado tus fotografías no lo hizo con el propósito de alabarte, créeme.
En cambio, cuando se tiene una herramienta de buen ver, lo que sucede es todo lo contrario. Muchos hasta vamos a agradecer que las hayan subido y querremos ver más, saber a quién pertenece y otros hasta ofrecérsele peor que comerciantes en el mercado ofrecen la fruta en oferta. Y aquí aunque el propósito haya sido “humillar” o hacer quedar al susodicho como una golfa, curiosamente el resultado es totalmente diferente.

¿Cuál es el beneficio de “quemar” a otra persona? ¿Les brinda satisfacción hacerlo? ¿Por? No puedo imaginarme la cantidad de rencor y el ardor que existe en la mente de ese tipo de gente, al grado de creer que tienen cierto “poder” sobre alguien al publicar algo tan íntimo. La verdad aquí es que ese poder es inexistente, esa adrenalina y furor que sienten cuando lo hacen desaparece tan rápido como llegó, ¿por qué? Porque aunque logren su objetivo lo único que hicieron fue ponerse a ustedes en un nivel inferior dándole a la otra persona una importancia mucho mayor a la que se dan a sí mismos. ¿Entonces quién tiene el poder? ¿Aquél que publica las fotos y videos o aquél que es tan importante como para provocar odio o satisfacción?

¡Vamos! ¿En verdad es tan grave que otros puedan llegar a verte desnudo? Sí, que tu familia llegue a ver fotos de su “muchachito” en pelotas puede ser vergonzoso, pero te aseguro que no es nada nuevo para ellos. ¿Cuál es el problema? Todos tenemos lo mismo aunque en diferentes tamaños, colores, grosores y formas, a fin de cuentas el cuerpo es el cuerpo y aunque para muchos sea cuestión de morbo, para otros nos es indiferente si lo enseñan o no.

Dudo mucho que la gente vaya a dejar de tomarse fotos hot o videos mientras se masturban, dudo más que dejen de enviarlos cada que se les de la gana. ¿Y tiene algo de malo? No. Lo malo es que las personas se espanten cuando lo llegan a ver, que se den aires de santidad cuando no existe diferencia entre ver fotos de desnudos profesionales o fotos del vecino encuerado. Que te llamen zorra o fácil por haberlo hecho. Y bueno… Si sí eres zorra, ¿qué? Cada quién elige qué hace, con quién y cuándo, para eso todos tenemos un cuerpo y la decisión de cómo usarlo. ¡A juzgar y dárselas de castos a otra parte!


¿Todavía te da miedo que alguien pueda hacer pública una foto tuya al desnudo? Va, pero recuerda una cosa: No hay publicidad mala, y a menos de que tengas algo de que avergonzarte o de lo cuál no estar orgulloso, algunos podemos decir que nos vale porque si nos llegara a pasar podríamos demostrar que nuestros padres tuvieron la delicadeza y atención de hacernos hasta los genitales bonitos y atractivos.