lunes, 23 de febrero de 2015

¿Los gays se casan porque pueden, o porque verdaderamente quieren?


 ¿Se acuerdan de aquella escena de El Rey León en donde las hienas temblaban con el simple hecho de escuchar el nombre de Mufasa? Pues algo similar me pasa en cuanto alguien menciona la palabra matrimonio.

Mi primer acercamiento con el compromiso llegó aún chavito cuando tenía casi un año con mi pareja. Estaba muy enamorado, era joven y estúpido. Entonces cuando una noche se pone de rodillas frente a mí afuera de una cabaña que rentamos cerca del bosque y me pide que me case con él, no dudé ni un segundo en aceptar y abrazarlo por un largo tiempo, justo como en las escenas de amor de las películas hollywoodenses. 9 años después, tengo muy claro que jamás tomé la propuesta en serio y no fue más que un juego de adolescentes. Mejor así, puesto que terminamos un par de meses después y no volvimos a dirigirnos la palabra.

Luego, a mis 23 años la historia se repite. Claro que ya sin el bosque, sin jaladas románticas ni mucho menos, en esa ocasión se trató de una plática entre dos personas que querían estar juntas y en la que nadie hizo propuesta alguna, sino que se habló de una idea en común y la aprobación de ambos. Y esta sí la tomé en serio. Empezamos a hablar de lugares, de fechas, de música, invitados y todo el desmadre, poco a poco los planes fueron tomando forma, y yo empecé a darme cuenta de que no tenía ni la más remota idea de porqué lo estaba haciendo.

Por esa razón no dudé en apoyar a mi novio cuando le ofrecieron una beca para estudiar la maestría en Barcelona por 10 meses. No es que no lo apoyara en seguir creciendo profesionalmente, pero siendo honesto el tenerlo lejos y posponer la fecha me servía para pensar mucho más seriamente las cosas. Y obviamente ayudó. Heme aquí aún soltero y sin planes de amarrarme a alguien todavía.

Si he de hablar con la neta, tengo que decir que no es porque me de miedo o aborrezca la idea, no. Lo que me da miedo es como en nuestros tiempos la sociedad; y no únicamente gay, ve el concepto del matrimonio de la misma forma en la que escoge la ropa. Total, si no me gusta lo cambio o si se rompe lo deshecho. ¿Entienden por donde va mi punto?

No se trata de que no crea en el matrimonio, en mi caso se trata de una pelea interna entre lo que significa para la sociedad y lo que puede llegar a significar para uno mismo. ¿Estamos los gays obligados a seguir la misma normativa de las parejas heterosexuales al momento de unir nuestras vidas? ¿Es el matrimonio la tumba de una vida sexual diversa? Seamos honestos, la fidelidad es una cualidad que encontramos muy raramente en nuestros noviazgos, y por más enamorados que podamos llegar a estar a veces la calentura nos gana.

Conozco demasiadas parejas que aún habiéndose casado decidieron llevar una vida sexual abierta, conozco otras a las que la simple idea les provoca enojo, y conozco a muchos como yo que se debaten entre lo que es correcto o no. Pero, ¿de quién depende definirlo? No es que haya huido del matrimonio por querer seguir de caliente brincando de cama en cama, pero sí pasa por mi mente la famosa pregunta: ¿Estoy listo para dejar de conocer otras personas y comprometerme emocional y sexualmente con una sola?

La respuesta es simple: NO. Y quizá es porque aún no he conocido al tipo que me haga aventarme como gorda en tobogán, probablemente es también porque antes de pensar en el matrimonio pienso en mi realización personal y profesional. Y aunque muchos puedan decir que es algo que también se puede conseguir estando en pareja, déjenme decirles que están equivocados.

¿Cuántos no se casaron ya nada más porque pueden? ¿Cuántos se casaron aún sin siquiera haber logrado sus metas? ¿Cuántos más han frenado planes por estar con una persona? Podré sonar egoísta; y tal vez lo soy, pero aún hay muchas cosas que pienso lograr antes de tomar una decisión de ese tamaño, aún hay muchos viajes, muchos planes, muchos hombres por conocer, muchas bocas que besar y cuerpos por tocar.

De lo que sí estoy seguro es de que no importa si se está de acuerdo o no con el matrimonio, lo verdaderamente importante es que TODOS merecemos tener la opción de hacerlo o no. Casarse tiene y debe ser una elección personal y no del gobierno, no debemos estar sujetos a la opinión de un grupo menor de personas que decidan por nosotros si tenemos o no el derecho.

Ya sea que seas de los que creen en cuentos de hadas, en matrimonios para toda la vida y en la fidelidad eterna, o seas de los que saben que amar a una persona no tiene que ir de la mano con cerrarse a una vida sexual únicamente entre dos, seas como seas ten presente que por lo regular confundimos amor con obsesión, aprehensión y capricho, olvidándonos de que nadie nos pertenece, y que aún en una relación o dentro del matrimonio seguimos siendo libres.



martes, 10 de febrero de 2015

No vayas a ver Cuatro Lunas... ¿Por qué?


Ayer por la noche me invitaron al pre-estreno de la película Cuatro Lunas, la neta no sabía mucho de la trama, ¿pero quién dice que no a una movie gratis? Lo único que tenía claro era que se trataba de un proyecto cinematográfico que abordaba diferentes puntos de la homosexualidad. Y desde ahí supe que la tendrían cabrona para lograr llegar a las salas del cine mexicano. 

¿Qué es Cuatro Lunas? Es una producción mexicana dirigida por Sergio Tovar Velarde y producida por Edgar Barrón, quienes son pareja en la vida real y con este proyecto logran una cosa que hasta el momento muy pocas películas han logrado: Mandar a la mierda los estereotipos TAN vistos en televisión y cine cuando tratan de representar a algún homosexual.  En esta película no hay loquitas, brinconas, ni jotitas liosas, no vas a ver en ninguna de las cuatro historias a una pájara hablando como muyertz ni expresando un deseo ferviente por usar tacones. Aquí se ven homosexuales fuera del cliché, y para que entiendas mejor, lo que verás en Cuatro Lunas no debería ni siquiera catalogarse como “gay”, porque a final de cuentas son historias de amor.

Quizá Cuatro Lunas no llegue a ser la película del año, pero sí es una película  que logra transmitir el mensaje por el que fue hecha. Lo mejor: Monica Dionne logra sacarle las lágrimas a más de uno con uno de los diálogos más llegadores de la película. Alonso Echánove aventándose un papel tan arriesgado a estas alturas de su carrera, incluyendo una escena de sexo explícito. Alejandro de la Madrid en el papel del novio enamorado que hace de todo por rescatar su relación, rayando en la pendejez y haciéndolo a uno enojarse por ser tan rogón, pero sin llegar a odiarlo. Obvio, porque muchos podemos identificarnos con su situación. Esta historia que se desarrolla junto a Antonio Velazquez y Hugo Catalán; a mi gusto, opaca a las demás y se lleva la película entera.

Lo peor: La falta de ángel de algunos actores que pasan sin pena ni gloria durante toda la trama y con los que resulta difícil conectarse. Además de lo predecible del final de las cuatro historias. Ya me dirán si coinciden conmigo.

Mención aparte para los actores infantiles, quienes a su corta edad hicieron una de las historias más fuertes, lindas y que todos hemos vivido. Y también merece mención aparte el taco de ojo que la película nos ofrece; y no nada más por los actores tan guapos, sino porque además, los podemos ver en TODO su esplendor y en su traje de nacimiento.

En resumen: Cuatro Lunas es buena, conmovedora y divertida. Si bien todas las risas que se escuchaban en la sala eran porque la asistencia fue en su mayoría gay y podían entender a la perfección las situaciones presentadas, uno no necesita ser un experto en el tema para entretenerse con diálogos simples pero muy ciertos. 

Si eres de esos mochos, persignados y que se asusta con cualquier cosa, no vayas a ver Cuatro Lunas. Si te disgusta hablar de amor en todas sus facetas, no vayas a ver Cuatro Lunas. Si esperas ver una película en la que te maquillen lo que son las relaciones entre dos hombres para que nadie se ofenda, esta no es una película que deberías ver. Y si no quieres que una película ayude a que entiendas un poco mejor la homosexualidad desde sus inicios, te enseñe a ser más tolerante y te acerque a la humanización de los gays, más allá de los estereotipos y señalamientos de los fanáticos religiosos, entonces definitivamente no vayas a ver Cuatro Lunas.

En la Ciudad de México la película estrena en sólo 4 salas de cine y ya sabemos lo malinchistas que somos con el cine mexicano, ni hablar de que sea catalogada como cine gay y pornográfico (es clasificación C). Pero casi puedo pronosticar que Cuatro Lunas puede ayudar enormemente a que este tipo de historias no sean etiquetadas como “películas para homosexuales”, abriendo un camino a nuevas producciones. Se pronostican risas, llantos, carcajadas y corajes, ya sea porque creas que la película es muy mala o porque te haya caído la pedrada con sus historias, pero de que te hace reaccionar, lo hace.


Pero ¿para qué te digo más? Decide por ti mismo. Ve a las salas de cine el próximo 12 de Febrero. 

sábado, 7 de febrero de 2015

Pop Divas... ¿Quién ya aseguró su lugar en la historia?


Recuerdo esa época de mi vida en la que era MEGA fan de Britney Spears, la chavita apenas empezaba su carrera con “Baby One More Time” y yo no era más que un mocoso con gustos musicales muy dudosos. Mi recámara estaba llena de posters con su cara y no mucho después las paredes conocieron a Christina Aguilera gracias a “Gennie In a Bottle”.

Por esas fechas no tenía ni la más remota idea de que era gay, venga, que ni siquiera sabía que existía tal cosa, aunque por supuesto ser fan de aquellas dos debió ser el primer indicio de lo que pasaría unos años después, ¿no? Total, por más extraño que pueda parecer en estos tiempos, no conocía ni a Cher, ni a Madonna, Celine o Whitney, así que podríamos decir que mi primer acercamiento con aquellas que se convertirían en íconos pop del mundo gay fue gracias a Mss. Spears.

Mi devoción hacia ella siguió por muchos años, con el paso del tiempo empecé a conocer más del mundo rosa y de las llamadas “divas del pop”, aunque debo decir que nunca fui ni he sido fan de alguna otra. Vamos, ni de Madonna. Mi primera impresión de ella fue por aquello de los 15 años cuando robé una de las películas “porno” de mi tío y ella la protagonizaba, así que más allá de echarme una chaqueta viéndola en “Sexo en el Desierto” no conocía su música ni su trayectoria. Hasta varios años después…

Hoy, tras la evolución en la música pop y de mis gustos personales, he venido lidiando por años con la típica batalla en la que todos se cuestionan quiénes son la realeza del pop. ¡No me digan que no lo han platicado! No importa por donde vayan tus gustos, si eres más alternativo, rocker, hip hopero o cumbianchero, siendo gay la gran mayoría de nosotros hemos al menos opinado acerca de quiénes son aquellas que merecen un lugar en la inmortalidad del colectivo mental de los gays.

Así que mi pregunta clave ante todo esto es… ¿En qué se basan para elegir a las 5 divas del pop? ¿En el talento, su imagen, mercadotecnia, exposición ante los medios? Puede ser que en todas las anteriores, pero con tanta competencia que existe en estos días, puedo decir que la decisión nunca ha estado tan reñida como ahora. Existirán quienes tengan muy clara su elección, esos que se aferren como perro a su hueso por su predilecta y nada los haga cambiar de parecer, pero tras una exhaustiva (nel, ni tanto) investigación al respecto, he llegado a la conclusión de que únicamente existen 3 grandes divas del pop que se han ganado indiscutiblemente su lugar en la inmortalidad del mercado rosa.

¿Saben a quiénes me refiero? ¡Por supuesto que saben! Y es que vamos a ser honestos, no importa si eres mega fan de Lady Gaga o Beyoncé, muy en el interior sabes que a pesar de todo ellas no figuran aún entre la tercia de reinas.

Sin lugar a dudas (y por orden de aparición, derecho de antigüedad y porque se dice que la mujer sobreviviría al fin del mundo junto a las cucarachas) la lista es encabezada por Cher, la bisabuela que todo gay quisiera tener. A sus casi 60 años y con 26 discos, 14 películas y muchos, varios, DEMASIADOS premios incluido un Oscar por mejor actriz, la reina de las cirugías logró posicionarse como la absoluta reina madre de la comunidad homosexual gracias al madrazo que fue “Believe” en 1998. Poco importa que la mujer no haya tenido un éxito en décadas, el alcance y posicionamiento que logró con tremenda trayectoria es digno de admiración. Aunque claro, las nuevas generaciones poco la conocen y en consecuencia no la toman en cuenta como tal.

Madonna es nuestra segunda diva. Tras 12 discos, 21 películas y CENTENAS de premios (entre los que NO se incluye ni siquiera una nominación al Oscar, por obvias razones), la chica material es indiscutiblemente la reina del pop. Pero, ¿por qué? Su propuesta vanguardista, valemadrismo y estilo muy característico la han llevado a portar el título más deseado de la industria discográfica aún a pesar de los años y la aparición de nuevas divas. Vamos, que ella podría sacar un disco de reggaeton y aún así vendería millones de copias alrededor del mundo simple y sencillamente porque es Madonna, tan fácil como eso. Además, la señora es toda una empresaria con varios changarritos entre los que se incluyen gimnasios y antros. Otra GRAN razón que la ha llevado a la cima del gusto gay, es el apoyo que siempre ha demostrado a la comunidad homosexual, dejándolo claro en la pasada entrega de los premios MTV, en donde participó en la boda colectiva de varias parejas entre las que no hubo distinción de sexo.

Sí, están en lo correcto. La tercera leyenda del pop es nada más y nada menos que mi primer amor, mi primer acercamiento al mundo gay… Britney Spears. Y miren que sé muy bien que la ahora señora carece de talento vocal y mucho menos de ritmo en estos días, pero a pesar de todo lo que puedan decir, la intérprete de “Toxic” se ha ganado a pulso su lugar dentro de la realeza pop. Apenas tiene 8 discos y 5 películas (sí, 5), pero el legado que ha construido Britney tiene la fuerza suficiente para haber sido nombrada “la princesa del pop” inclusive por la mismísima Madonna. Talento o no, su nombre es una marca muy rentable alrededor del mundo, ¡hasta existe un día mundial de Britney Spears! Y aunque a muchos pueda costarle admitirlo, Britney es el claro ejemplo del ave Fénix. Nadie olvidará la época en la que se rapó a coco, destrozó los vidrios de un coche frente a la prensa, abrió la entrega de los premios MTV con un show patético y provocó las burlas del mundo entero, aún con todo eso, Britney se unió a las leyendas con residencia en La Vegas con uno de los contratos más grandes de la historia.

Muchos nombres circulan dentro de los 2 puestos restantes para ocupar los 5 asientos del trono. Celine Dion, Beyoncé, Lady Gaga, Katy Perry, Christina Aguilera, Rihanna y últimamente nuevas adquisiciones como Taylor Swift, Miley Cyrus y Ariana Grande, y aunque la opinión se divide y llega a causar debates entre los que entran muchos aspectos personales y comerciales, ninguna de ellas ha logrado asegurar AÚN, un lugar dentro de la realeza pop entre los fanáticos gays.

¿Quieren saber mi opinión? Si bien estoy de acuerdo en los 3 asientos ya ocupados (a pesar de que aún tengo mis dudas) mis otras 2 opciones, gracias al talento, ventas, shows y exposición en medios serían sin duda Beyoncé y Taylor Swift. Quizá es muy pronto para darle tremendo título a la ex-cantante de country, pero la realidad es que en últimos años nadie ha vendido como ella, ha ganado casi todos los premios a los que ha estado nominada, compone, canta, toca y tiene una belleza indudable, además de ser la única artista que al momento de escribir este artículo tiene 2 temas en el Top 100 de Billboard ocupando los lugares #1 y #4.

Eso sí, tengan por seguro que mi ranking personal en este artículo es meramente basado en el mercado gay y comercial, porque si de honestidad se trata, mis 5 chingonas serían Lana del Rey, Lily Allen, Rihanna, Pink y Lorde. Sí, sí, alternativo el muchacho, ¿pero qué le vamos a hacer? A fin de cuentas siempre he aceptado que soy un gay no tan rosa.

¿Cuáles son las tuyas?  


Solterones y Quedados...


Típico, cuando estás en una relación tus amigos se la pasan de lo lindo disfrutando ser solteros, y cuando tú estás más solo que la agenda de contrataciones de Fey todos están empezando a salir y a formalizar sus relaciones. ¿No te ha pasado? Si eres de los que como yo sabe disfrutar de su soltería, entonces no te causa ningún conflicto que la gente a tu alrededor empiece a cuestionarte, y muchas veces presionarte para que consigas pareja. Pero cuando vas rondando los treintas quizá portar la etiqueta de solterón o quedado no se sienta tan padre como solía ser al principio de tus veintes.

La vida social siendo soltero es una maravilla, puedes salir a donde quieras, con quien quieras, conocer, coquetear o hasta terminar en la cama con quien se te de la gana sin rendirle explicación a nadie o sentir culpa por ello; eres libre de hacer con tu tiempo lo que quieras y más allá del tiempo ¡con tu dinero! Y más allá del dinero ¡con tu cuerpo! Porque por más que podamos dárnoslas de santos inmaculados y casi vírgenes, la realidad es que todos disfrutamos del sexo ocasional ya sea planeado o después de una noche de peda. No faltará quien diga que es mejor si es con tu pareja, y no lo cuestionamos, pero vamos, que el sexo ocasional también tiene sus ventajas.

Y entonces llega el día, ese día en el que estás tan entregado a ti mismo, a tu espacio y ritmo de vida que piensas que no necesitas a una pareja a tu lado para ser feliz y sentirte realizado… Y de pronto empiezan las cancelaciones. Tus amigos no pueden salir porque tienen citas, no te pelan en el antro por estar en el beso con el novio, los fines de semana de comidas y drinks se convirtieron en encerronas y compromisos de pareja… ¿Y qué carajos estás haciendo tú?

No faltan los amigos que a los dos meses de relación ya están cuestionando tu estilo de vida de “locura y desenfreno” incluso cuando hace 10 semanas ellos la vivían contigo.  Esos que estando solteros decían que no había nada mejor que eso y ahora tratan de convencerte de que una vida en pareja no se compara con ninguna otra cosa, que derraman amor y no tienen otro tema de conversación que no sea su novio. ¡Qué hueva!

Ah, pero de pronto siembran la semilla y empiezas a preguntarte ¿y por qué no? Aunque uno lo niegue, la presión social que se llega a ejercer sobre nosotros los solteros para conseguir pareja puede ir afectando poco a poco, incluso sin que nos demos cuenta. De repente empezamos a pensar en ello, conocemos a algún vato y pensamos que igual y se podría dar algo bien, que enamorarnos de nuevo no sería tan mala idea y que lo peor que podría pasar es que la relación no funcione y uno regrese de vuelta al mercado.

¿En verdad existe gente 100% decidida y feliz con la idea de permanecer solteros? ¿O será que únicamente lo son mientras la etapa dura, pero secretamente esperan conocer a alguien y vivir el “felices para siempre” con el que crecemos como un ideal? Yo siempre fui el tipo de wey que no sabía estar solo, que brincaba de una relación a otra y muchas veces andaba con alguien sólo porque sí, así sin amor, sin interés alguno, sin deseos de que la relación prosperara. ¿Pero a dónde está destinado un noviazgo que inicia sólo por temor a la soledad? ¡A la mierda! Ahí es a donde va y sin boleto de regreso.

La cosa está así: si eres de esos solterones que se quejan a cada rato de serlo, entonces aplícate y no estés esperando a que el tipo de tus sueños llegue mágicamente a tu vida, porque si de algo estoy seguro es de que existen demasiados que odian la soltería pero se les arruga el de atrás para hablarle a alguien que les gusta, o que simplemente quieren que sea el otro el que les llegue y dé el primer paso, ¿así cómo? La cuestión chingona está no sólo en hablar sino también en actuar, no hay de otra.

Y si eres de esos que están solos porque prefieren dedicar su mente, tiempo y dinero en cosas más importantes, huyen del drama y desgaste que implica tener novio o sólo porque no conciben la idea de estar con una sola persona y perderse del placer de vivir su sexualidad libremente, entonces que te valga si a los demás no les parece. Total, si algún día llega el amor llegará aunque lo resistas con o sin la presión de nadie, y mientras tanto uno disfruta de lo que vive en el momento, aunque le digan zorra de nalgas prontas.

La decisión de no enamorarse la tiene cada uno, y las razones detrás de ello pueden ser mil diferentes y todas igual de válidas y justificables. Una cosa es segura, estar soltero no es malo ni negativo, aprender a estar contigo mismo sin ser dependiente emocional de nadie es una de las mejores lecciones que se pueden aprender en la vida, y nada tiene de malo si disfrutas pero esperas encontrar algún día a un igual que también pueda estar sin ti, pero prefiera estar contigo.

¿Y qué si somos solterones? ¿Y qué si los amigos nos llaman quedados? Espérate a que descubran al novio con los pantalones en los tobillos y un tipo frente a él de rodillas, o a que tengan una pelea que los lleve a terminar. ¿A quién van a recurrir? Entonces el ciclo empezará de nuevo y ser solteros es lo mejor que les ha pasado… Hasta que encuentran nuevo ligue.
  



Bullying... ¿Quién tiene el verdadero poder?


Mucho se ha dicho del bullying durante los últimos años. Todos sabemos que es malo, que daña y que puede llevar a alguien a cometer estupideces como el suicidio, pero… ¿alguna vez se han puesto a pensar en la otra cara de la moneda? Nos compadecemos cada que vemos en redes sociales o en medios de comunicación a alguien víctima de ello, nos conmovemos con las historias de todos aquellos dañados y traumatizados debido al acoso y maltrato físico y emocional, ¡y vaya que podemos llegar a saber muy bien lo que se siente ser victimizado!

Como hombres gay, muchos de nosotros estamos expuestos al bullying a veces desde muy corta edad. Los sobrenombres como “marica”, “joto”, “puto”, “mariposón” o “loca” se hacen presentes muy a menudo entre compañeros de escuela y a veces hasta dentro de las propias familias. Pero esa es una parte del tema en la que no puedo meterme demasiado pues (afortunadamente) en mi caso jamás me sentí víctima de ello, quizá porque durante esos ayeres todavía no taaan lejanos el que molestaba a otros con ese tipo de apodos era yo.

La neta ni yo me la creo. Yo, el chamaquito flaco medio fresón, ese que se vestía con botines de gamuza (sí, qué oso), que se peinaba de raya en medio y que aún sin darse cuenta del todo ya tenía tendencias gay era el que ponía los apodos más feos, el que se aprovechaba a veces de los nerds del salón para que le hicieran la tarea o lo dejaran copiar en los exámenes, el que molestaba a otros sin tener siquiera un motivo. O al menos eso creía.

Si bien existen diferentes causas que te llevan a hacerlo, como que en tu casa tus padres o hermanos mayores la apliquen contigo, que sufras de inseguridades físicas o hasta mentales al sentirte inferior a otros y tratar de ocultarlo mediante el abuso o que tengas una necesidad de atención muy marcada, en mi caso (como seguramente en el de muchos) lo hacía únicamente para evitar que vieran en mí lo que yo veía en ellos. Hacía bullying a otros gays porque yo no tenía el mismo par de eggs que ellos para actuar tan libremente y sin prejuicios. Y creo que no me equivoco al decir que hasta la fecha no es sorpresa enterarte de que aquél que te jodía la existencia por ser gay resultó también pertenecer al clan.

Pero si te pones a pensar, el bullying como lo conocemos ahora no existía en aquellos tiempos, el acto no tenía un nombre, lo veíamos como “juegos de niños” y no era un delito que se castigara con algo más que una llamada de atención. ¿Eso lo hacía menos grave? Obviamente no, pero al menos las personas no éramos tan concientes de lo que podíamos llegar a causar. Hoy parece imposible ser un bully sin que nadie haga nada, salirte con la tuya todos los días y lograr el cometido personal de sacar tus frustraciones con otros, pero aunque los tiempos hayan avanzado y tanto la sociedad como las leyes estén alertas, lamentablemente aún no es ni será erradicado.

Cuando pensamos en bullying inmediatamente nos remitimos a las escuelas, a los niños o adolescentes, pero no tenemos en cuenta que a pesar de que muchos de nosotros ya podamos ser adultos con una vida profesional aún podemos llegar a ser víctimas de ello. El bullying laboral es un tema del que poco se habla; quizá por la vergüenza de que a una edad ya semi adulta o adulta aún puedan llegar a intimidarte, pero es una realidad latente día con día en muchas oficinas, en empresas, en restaurantes, agencias o cualquiera que sea el ámbito de trabajo.

Quizá para tus compañeros heterosexuales seas “el joto”, “el rarito”. Probablemente no te inviten a sus reuniones o te dejen hablando siempre con las mujeres o hagan comentarios molestos cada que entras al baño y alguno está ahí. Y a menos de que seas uno de los muchos gay que no tienen miedo a defenderse, a decir las cosas o a interactuar sin problema alguno con hombres heterosexuales siendo un igual, este tipo de actitudes y situaciones van a hacerte sentir mal, muy mal. Y si vas y te quejas con el jefe entonces eres mariconazo a la tercera potencia.

¿En qué momento tu ámbito de trabajo se convirtió en un salón de clases? ¿Por qué crees que te esté ocurriendo de nuevo? ¿En verdad eres tan insignificante como para no merecer un poco de respeto? Aquí sí necesito de toda tu atención para que leas bien lo que te voy a decir, y aunque muy probablemente ya lo hayas escuchado antes, esta vez trata de metértelo en la cabeza más concientemente…

Lo siento, pero el ser víctima de bullying no es culpa de nadie más que de la víctima, así de sencillo. ¿Qué tú no hiciste nada? ¡Precisamente! Es por el hecho de no hacer nada que los abusos continúan, porque si te armas de valor y tienes la fuerza de oponerte al victimario las cosas pueden llegar a cambiar. Probablemente no sea sencillo, quizá hasta te lleves una madriza, pero al menos no sigues de brazos cruzados y aunque cueste tiempo y esfuerzo estarás luchando por tu derecho de ser como se te da la gana, de vestirte como quieras, de hablar como quieras, de amar a quien quieras. Bien lo dicen por ahí, el abusador llega hasta donde el abusado lo permite, y si uno mismo le sigue dando poder a quien cree que lo tiene entonces estamos dejando que los golpes sigan llegando. Es cierto que el respeto se gana, como también es cierto que para ser respetado no hay mejor fórmula que primero respetarte a ti mismo.


¿Qué tanto te respetas tú como para dejar que otros no lo hagan? Y por el otro lado aplica igual, ¿cuánto te han faltado al respeto como para sentirte con el derecho de faltárselo a otros o de no hacer nada cuando ves que algo así le ocurre a alguien más? Sin duda algo para meditar, pensar y empezar a solucionar.