Mucho se ha hablado de los amores
de verano, los por mientras y aquellos que podrían durar toda la vida. Pero,
¿qué ondita con esos amores exprés? Esos de un par de días, tan intensos y
chingones, como efímeros.
Quizá son esos los que mejores
recuerdos nos traen, los que aún nos hacen vibrar. Y es que en estos casos
siempre queda la pregunta… ¿Y cómo hubiera sido de poder durar mucho juntos?
Regularmente cuando el tiempo es tan corto no hay peleas, todo está de huevos y
el sexo es maravilloso (porque, no nos hagamos los santos, muchos hemos tenido
sexo con alguien desde la primera cita), así que cuando termina no hay algo
malo que recordar.
Nos dejan un vacío en el estómago
que no podemos explicar, una mezcla de felicidad y coraje. Contento porque
sucedió, y enojado porque no pueda llegar a más. ¿Y si viven en diferentes
ciudades, países; o peor aún, continentes? Por más que muchos sigan creyendo
que el amor a distancia es 100% posible, la realidad es que dos personas que
están lejos no pueden construir una relación completa juntos. Y pasado algún
tiempo los mensajes van disminuyendo, las noches intensas por Skype pararon,
hasta que dejan de hablar.

Nos sacamos de onda, no sabemos
qué falló o porqué de repente no volvemos a saber nada de él si en ese par de
días todo iba increíble, nos rompemos la cabeza tratando de descifrar la razón
del repentino desinterés, pensamos y pensamos sin llegar a alguna conclusión.
¿Te suena?
En alguna ocasión conocí a un
vato por Grindr, llegó a mi casa y pasamos todo el fin de semana encerrados
viendo pelis, platicando, echando el drink y cogiendo cada que teníamos ganas,
la química se sentía cañona y los dos estábamos contentos. Pero al momento de
irse vino la confusión, le pregunté cuándo nos veríamos de nuevo y me respondió
con un rotundo “mejor no”, me dio un beso y se fue. WTF?!
¿Se trata de miedo a seguir
conociendo a alguien con quien se puede dar algo chido? ¿Nomás quería pasarla
bien ese fin de semana? ¿Al final se habrá dado cuenta de que no le gustaba
para algo más? Las preguntas que te vienen a la mente son infinitas, y lo peor
de todo es que jamás tendrán una respuesta. A lo mejor muchos de ustedes no se
clavan tan rápido, probablemente sean de aquellos que desaparecen, o quizá tú
que me estás leyendo has pasado por algo similar y entiendes el saque de onda. El
punto es que cualquiera que sea el caso, no siempre tiene que existir un
perdedor.

¿Muy frío? ¿Pensamiento de zorra?
Probablemente, pero a veces es preferible ver las cosas de manera realista que
tirarse al suelo para que lo recojan. Lo más seguro es que en unos días,
semanas o meses volverás a repetir la misma historia con un tipo diferente, ¿y
estás dispuesto a atacar tu mente y gastar tu energía tratando de resolver el
misterio del desencanto de nuevo? No está chido cometer los mismos errores sin
aprender algo de ellos, tampoco está chido que siempre esperemos más de
alguien.
Conocemos bien esa frase que dice
que dar es mejor que recibir, los activos estarán de acuerdo, los pasivos pensarán
diferente, los inter estarán en duda; pero al final, dejando de lado el sexo y
llevándola a una ideología y forma de vida, el dar sin esperar nada a cambio
siempre será mejor para cualquiera, porque entonces cuando el destino decide
sorprendernos encontraremos respuestas a muchas preguntas, y probablemente ya
no pensaremos “¿Y cómo hubiera sido de poder durar mucho juntos?”, sino que
estaremos disfrutando de tener a alguien que no tuvo miedo, y decidió sí
quedarse a nuestro lado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario