jueves, 15 de mayo de 2014

Todos los hombres son iguales


Existe una frase que le ha dado la vuelta al mundo. Yo, al menos, no tengo idea de dónde salió o quién la dijo primero, pero es quizá una de las frases que más hemos escuchado nosotros como hombres a lo largo de nuestra vida, y es que dicen por ahí que “todos somos iguales”.

Empecemos por decir que físicamente es una gran mentira, no todos somos iguales. Los hay más altos, musculosos, flacos, morenos, rubios, de orejas grandes o unos tantos sin pelo. Vamos, que venimos en todas las tallas, modelos y colores. Y aunque muchos de nosotros homosexuales pensamos que esa frase la aplican únicamente las mujeres para atacar al sexo masculino, estamos en un gran error. Nuestra orientación no deshecha el que pertenezcamos a dicho género, y siendo así, entonces podemos decir que sí, el “todos los hombres son iguales” aplica también con nosotros.

¿Alguno de ustedes ha dicho esa frase aunque sea de broma? Yo sí, y últimamente me he dado cuenta de que por más que nos resistamos a creer en la certeza de tal aseveración, la verdad es que las bases, experiencias y evidencias que existen detrás de ella son demasiadas. ¿Cuántos no nos consideramos diferentes al resto? ¿Cuántos no creemos que podemos ser suficientemente buenos para alguien o que el ex o un ligue no nos llenó como quisiéramos porque “era igual a todos”? Y al decir esto nos referimos en su mayoría a que son egoístas, fríos, insensibles, infieles, no nos dedican el suficiente tiempo y juegan con nuestros sentimientos. ¿O no?

Yo he sido de los que creen que es diferente, que cuando dicen que “todos somos iguales” no se siente ofendido ni aludido porque tiene la gran certeza que de que no aplica conmigo. Y debo decir que creo que también yo he estado equivocado. Sí, todos somos iguales.

Y somos iguales porque llegado el momento hemos aplicado una de esas. ¿O me vas a decir que no? Por más amoroso, cariñoso, educado o íntegro que seas, ha habido algún momento en el que esa frase te ha quedado más que a la medida. Ya sea cuando te acostaste con alguien y dijiste que tenías interés más allá del sexo y jamás volviste a buscarlo, o cuando saliendo con alguien seguiste coqueteando con otros por Internet. ¿Qué me dices de esas veces en las que aún teniendo pareja volteaste a ver a otro tipo mientras estabas con tus amigos y pensaste “yo sí le daba”?

Uno de los ejemplos más claros es aquél en el que conocemos a alguien. De inicio es agradable, nos gusta, pasamos algún tiempo con él y de repente algo pasa que nuestra mente se desconecta del momento y de la persona. Quizá conocimos a alguien que nos gustaba aún más, quizá notamos algo que no nos gustó del chavo con el que salimos, probablemente el sexo no fue tan bueno, la tenía chiquita, no besaba bien o puede ser que no era lo que estabas buscando. Es ahí cuando lo dejas, muchas veces ilusionado, con la esperanza de que algo se diera entre ustedes y de que tú fueras por fin lo que tanto quería. Intencionalmente o no, cuando hacemos esto nos convertimos en uno más de la lista. Porque aunque tratemos de ser honestos, no engañar y de decir las cosas como son, en la mente del otro hiciste exactamente lo que se estaba temiendo. Traducción: eres igual a todos.
 
Ojo, que no quiero decir que siempre es así, pero lo que creo es que somos iguales si el momento se presenta. Uno no tiene la culpa de salir con alguien pensando que le va a encantar y después darte cuenta de que no. ¿Cierto? Y aunque la otra persona nos juzgará por haberlo dejado, la realidad es que en algún momento probablemente él también hizo lo mismo.

¿Cuántos no nos quejamos de que en el ambiente gay todos son muy putos? Decimos que todos se acuestan con todos y que son unas zorras, pero… ¿cuántos de los que hemos dicho eso podemos negar que tuvimos sexo con alguien únicamente por placer o porque el tipo nos gustaba demasiado? Y ahora sí que quien diga que no lo ha hecho jamás, que me agarre a pedradas, porque aunque muchos se (o nos) las demos de santos, también tenemos cola que nos pisen así sea más corta que la de otros, pero de que existe, existe.

El hecho de decir que todos somos iguales no significa algo malo, porque así como presentándose el momento podemos ser muy cabrones con el tipo que no es el indicado, también podemos ser el mejor de todos los hombres cuando conocemos al que sí nos mueve todo. Y ahí es donde radica mi punto, si alguna vez dijiste o te han dicho que “todos los hombres son iguales”, es porque para esa persona no fuiste el indicado, y lo más importante aún, que para ti tampoco lo era, porque de lo contrario, la dichosa frase no aplicaría en ninguno de los dos en ese momento de sus vidas.

Así que sí, todos somos iguales dependiendo del tipo con el que estamos y qué tan comprometidos nos sentimos con él. Porque si no nos llena, seguiremos buscando, porque si llega alguien mejor quizá querremos estar con él, porque lamentablemente todos buscamos la perfección que hemos formado en nuestras mentes. Seguimos un ideal personal que nos hace descartar uno y otro en el camino, hasta que por fin encontremos al que creemos es el correcto. ¿Y qué hay de malo en eso? ¡Es la ley de la vida! Al menos en mi caso, puedo decir que disfruto demasiado ser igual que todos en el aspecto sentimental, aunque me vaya de la mierda. Total, lo gozado en el momento nadie me lo quita.





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